mayo 16, 2011

Las cosas que me gustaron mucho de Madrid (Vol. 1)

Pongamos que hablo de 5 meses en Ronda de Atoncha o en la calle Amparo. Shhhh, no les des tantas pistas. 

Mis compañeros de piso: molaban. ¿Por qué? Porque les dije que era escritor y que me daba igual todo, que carecía de moral; y fueron y me contaron, en noches alternas, historias muy íntimas de su bagaje BIOS; uf, pensé..., mogollón de material para que el ser escribiente pudiera seguir escribiendo. 

Pero la cabeza se me rompió un día, no recuerdo el motivo... mmm déjame que piense: Pues no, recuerdo que salí a por café, subí por la calle Amparo en dirección a Tirso de molina -cruzando frente a la librería malatesta-. Pero para cuando estaba a la altura del Bar Gol no pude parar y seguí caminando y caminando buscando un desnivel que (en mi tierra) suele preceder al mar... Pero Madrid es enorme y no tiene mar... había obras. Una excavadora enorme y amarilla junto a un pequeño templo con pizarra en lo alto... no lo puedo recordar muy bien, no podía dejar de caminar; os lo recuerdo. 

Me crucé con un indigente negro; me hizo el consabido gesto así que le ofrecí un par de cigarrillos. A los indigentes hay que darles como mínimo dos cigarrillos; uno para que lo saboree y otro par que se lo guarde en el paquete que lleva oculto el algún bolsillo del gabán para ir llenándolo poco a poco; así se hacen con un paquete de 32 cigarrillos a lo largo del día; se pueden quedar en 4 cigarrillos si no tienen suerte. Me agradeció el detalle con un gesto de cariño sobre el brazo, una palmadita justo por encima del codo. La piel le brillaba como si la llevara empapada en gasolina: sólo una parte de ella, no todo el brazo. 


Salud, le dije. Sonrió y  se fue. 

Fiuuuuu. 

Todo se calmó dentro de mí y decidí regresar a mi cubil a seguir escribiendo mientras me maldecía por no haber elegido un séptimo piso. Pero bien. Bajando por las mismas calles alguien había hecho una pintada; muy jipi, muy comeflores, muy sencilla: <<Y sabrás que siempre estoy en la luna>>, una flor abajo y a la izquierda y una firma aún más sencilla: <<Te quiero>>. 

Pues seas quién seas yo también te quiero. Así sin más, me alegraste un día horrible y ni siquiera era tu intención. Son esas cosillas que en ocasiones te recuerdan por qué vives; por la deuda.
























Saúde e moitas gracias. 

El bicéfalo literario, ya sabéis. 


Paradojas de Zenón

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