noviembre 24, 2021

Videojuegos y depresión: Halo Infinite

Yo + Depresión igual al Desastre. Yo + Depresión + videojuegos igual a Quietud. Me ha sorprendido mucho el Halo Infinite, pero no me refiero a cómo se siente disparar (es maravilloso) o a a fluidez del movimiento y a que, cada sensación de juego, sea satisfactoria sin fisuras. Es un juego que te premia por jugarlo sin más, sea cual sea el resultado individual o de equipo. La coña es que llevo jugando videojuegos unos 35 años, tengo 43, empecé con 8, haced la cuenta. Joder, hasta yo me he sorprendido al hacer el cálculo. En cuanto a Halo Infinite tiene algo que admiro muy mucho, más allá de las mecánicas, es su honestidad con su naturaleza de videojuego. Y esto afecta a casi toda la saga, pero se acentúa mucho más en este último título dado el tiempo en el que se ubica. Los videojuegos (exceptuando quizá a los locos de Nintendo) han ido poco a poco huyendo de su identidad estética de videojuego, se han acercado al cuanto más real mejor cuando no directamente al cine. Analizando el personaje de Halo Infinite (y el de toda la saga) tenemos al Jefe Maestro, que es un súper soldado con casco y armadura. Lo del casco, a priori, parece una chorrada, pero es mucho menos costoso modelar un casco que una cara llena de expresiones. Lo-que-sea. También es un FPS, así que... En cierta manera, el Jefe Maestro es un arquetipo infantil que sólo sirve para jugar. 


¿No estás plagiando a tus youtubers predilectos de videojuegos? Descaradamente, sí.

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