Pasé una época sin diagnóstico y sin medicación. Así que me convertí en un profeta punk que se desbordaba de palabras... Entendedlo, no tenía benzodiacepinas ni estabilizadores del ánimo. Como no tenía la medicina del hombre blanco tuve que idear la mía propia. Yo hablaba y el hexágono escuchaba, lo hacía bien... Les daba patadas en la vida y a alguien le retorcí el brazo... Alguien intentó estrangularme como gesto de amor. Fue divertido. Mi ego loco y desatado, Nosebundo, el cabrón maníaco tomando el control de nuestra pequeña secta punk, je, je, je... Y lo hizo bien, tanto que fue leyenda y susurro en la Barna okupa durante 17 días consecutivos.
Pero lo que me importa ahora es el contexto. Hay una ruta mágica para locos con fe en el Cádiz nocturno... Hay un árbol que si lo miras de reojo se asemeja a una mano que brota de la tierra en posición de flor que se abre... Nosotros nos entendemos. En el parque de los dinosaurios -nombre mágico de un parque real- hay un camino secreto que lleva a un banco. El banco, aunque fuera del parque, esta directamente relacionado con este. Tiene detrás una entrada a la estación soterrada de tren y si te sientas en él, de espaldas a la estación, y palmeas, por ejemplo, unas bulerías... Suenan metálicas... Quiero decir... Cada impacto de los dedos contra la palma terminaba sonando como si hubieras golpeado unos platillos: ¡Chssst! O más bien como un gong, una plancha metálica golpeada con fuerza con un martillo. Cada palmeo comenzaba a sonar como carne, pero terminaba sonando a metal. LAS BULERÍAS METÁLICAS se convirtieron en un ritual camino de la gasolinera a por más café. Buenos tiempos, joder.
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