septiembre 28, 2024

Postureo estético

 Debido a la caótica gestación de esta cosa, estoy atendiendo poquísimo al personaje de Carnero. Menos de lo que yo querría. Sé que es importante en la nebulosa trama, aunque aún no ha llegado su momento y, estando como estamos al 70%, puede que nunca llegue. Acabo de convertir a Bartók en un fantasma. Perrault y Ravel son poco más que guiñoles literarios desde el principio. Madame d’Aulnoy, tal vez la figura más íntegra, que ha ido creciendo sin pausa en protagonismo, no llegará a romper. Los demás elementos son secundarios: Gershwin mendicante, Barba Azul y Erzsébet enamorados, los pagodas de vanguardia, el Pulgarcito épico, la guillotina y no recuerdo qué más, paja intelectualoide, cocaína imaginativa, pretextos de escritura. He perdido, es verdad, el punch venecianista que traía de serie con demasiada facilidad, como se pierde un imperio o la cartera. La propia estructura atómica de estas patrañas, una vez desestabilizado el núcleo, exige ir terminando pronto, antes de que colapse el sistema y nos pille debajo. Sospecho que es la sombra de Carnero la que me está tapando el sol. Y es que cada palabra es postureo vacuo, aquí en la página en blanco. Las manchas del papel brillan a la luz de algunas ocurrencias y, sin embargo, Carnero, antaño picajoso, ahora condesciende. Hay que someterlo pronto, me digo, como a los demás. Mi silueta autoral aparece y se recorta a contraluz por el hueco de unos libros robados de un polvoriento anaquel. Pretendo ser un espectro de Brocken, algo que le amilane, pero Carnero, aún vivo, no se llega ni a incomodar, por mucho claroscuro y tiniebla que me arrogue. Examina estas mismas páginas, vivisección, análisis, consecuente diatriba. Carnero espartaco esteticista, Carnero el novisisísimo, Carnero y yo cadáveres sin rumbo y rosas. El gran poeta se impone sobre mi (supuesto) mausoleo de irreverencia y me impide descalabrarle como a los otros muertos. Ha sido un apóstol intocable, versos beatos, en su altísima hornacina. Es muy posible que no sea exigencia externa, sino mero autocontrol. Los hechos probados son que, en esta MI confusa letanía, no se me ha dado potestad para maltratarle, y no sé muy bien por qué. 

septiembre 21, 2024

Para que bailen los osos

 Para que bailen los osos hay que cantar a media voz. Ni muy fuerte ni muy flojo. Si quieres seguir con vida mantente de pie, esgrime tu garganta y elige bien el repertorio. Una vez encomendado al sagrado fantasma de Bartók, ya puedes centrarte por completo en la fiera. Va a ser una lucha de titanes. Desde sus observatorios, los astrónomos te mirarán raro. Eh, atentos a ese idiota, no sabe conmover a las estrellas, pensarán engreídos. Y seguirán con sus longitudes de onda, paralajes y transposiciones, porque nunca se han enfrentado a un oso. Dicta nuestra fe que, paseando por los pueblos valacos, el sagrado fantasma de Bartók se encontraba con ellos a menudo y, en lugar de escapar, los amansaba mediante improvisadas danzas de las que parecen danzarse desde siempre y los osos bailaban. Lo ancestral no tiene que ser ancestral, aunque sí parecerlo a oídos de los osos. La mayoría no quiere estridencias, así que descarta los exabruptos. Tampoco podrás engatusarles con susurros y palabritas de niño bueno. Lo cursi te lo guardas. Un solo zarpazo bastaría, pero no pasará, porque el fantasma te asiste y te acompaña. Hay que sujetar fuerte la línea melódica y no soltarla. Usa contrapuntos prácticos para rellenar los huecos. Nada de armonías prohibitivas. Camina en círculos como si tú también bailaras. Al fin y al cabo los dos sois plantígrados. Gira y el úrsido girará. Intenta huir y no cantarás más. Si el oso se pone a gruñir contigo, no suele ser porque vaya a emprender contra ti una embestida mortal. A veces sus rugidos son simpatía armónica. Llegarás a notar que no solo tu voz provoca aquella fluida cadena de arabescos y pliés, sino que es esa danza animal la que empuja el sonido a tu garganta. Es algo recíproco. El oso te engatusa también a ti. Te dice: abandona el delirio de la astronomía. Tu tesitura es la insuficiencia. Lo entenderás si sobrevives. Entonces, en un temerario silencio de blanca, el fantasma y tú haréis un rápido mohín de burla a las estrellas. Quién las necesita conmover si puedes hacer que bailen los osos. Justo ahí te sentirás tocado por la gracia. Nada que ver con aquello que canturrean los engreídos astrónomos. Seguramente su canto no sea sino ruido de ecuaciones para el cálculo de órbitas. Mucho lerele y poco larala. Tú haces bailar a los osos, ojo. Esa es la auténtica magia. Lo otro es presunción, nadie ha nacido que pueda conmover a las estrellas. Podría parecer que algunos lo hacen, pero no. Bartók lo sabe y ahora tú también. Tienen suerte los astrónomos de no salir nunca de sus observatorios y no cruzarse con un oso. Serían incapaces de hacerlo bailar y el oso los haría, en un santiamén, polvo de estrellas. Hacia el final del baile, llegado el momento, el oso se dará la vuelta y no volverá a girarse. Se marchará feliz y nadie podrá quitarle lo bailado. Es posible que te recuerde, o quizá no. Tú harás exactamente lo mismo. Comerás raíces, beberás en arroyos, dormirás bajo cornisas. Y el día menos pensado te encontrarás de frente con otro oso y, con ayuda del sagrado fantasma de Bartók, le harás bailar. 

septiembre 14, 2024

Poema 7

Hay 7 partituras manchadas de sangre en tu tumba. Hay 7 versos recordando, los engranajes edulcoran, y parece un tiempo menos malo. Hay un sacrificio hueco cuando me despierto [a la hora que sea], un montón de intentos contra el cristal. Las victorias son humillantes e insignificantes: una puerta gatera que rechina. Un timo en la cultura, dense todas por aludidas. Enajeno. Surco mi cráneo con los dedos y sin sentido alguno. Nos quedan un millar de cigarrillos por fumar y la piel arde fácil. Hay 7 cosas malas para rezar. Y está bien así.

septiembre 13, 2024

LA CAJA DE HERRAMIENTAS

Ya no le tengo miedo.


MAGIA Y ANARQUÍA [2024].

 

CICATRICES

Estas dos, y me señalo a los ojos, son de no dormir [...] de buscarte en lo oscuro del techo y de encontrar, cuando el gallo Montenegro canta, un mundo como el mío: donde vivir todo el tiempo, donde olvidar, donde soñar que sueño y ser un dios otra vez.

Estas otras, que ni siquiera he contado, son de buscar inspiración [otro patético intento de hacerme el interesante], de rezarle al ángel caído que reniega también de Lucifer; su trono es ocupado en soledad, sin súbditos, sin política, sin alteridad, pero como sabe más que los demás, él si tiene

Tengo alguna más en nombre del alcohol, un homenaje a la salida de emergencias, para cobardes dolientes, por la puerta de atrás y del fondo a la derecha. A la violencia del intoxicado, al que lucha solo.

La última que no me deja dormir, que me obliga a emprender estupideces, que me oculta ese miedo en medio de la batalla del que habla el resto, que intoxica en dulce y amargo como la cocaína mi triste e inexistente obra...

Estas dos, y me señalo a los ojos, son de no dormir, de buscarte en lo oscuro del techo, y de encontrar por la mañana un mundo como el mío donde vivir. Las que nunca he contado son las de hacer las cosas porque sí, sin pedir permiso al resto y sin dar más razones...

[Cómete todos mis puntos suspensivos, trozo de mierda]

Una la oculté con un reloj de pulsera en perfecto funcionamiento, y brotó de la soledad, era mi particular intento [nada original] de decirle al mundo que le sobraba. Os sobro. Me valemadre, hijos de la gran puta. Acabó con un cuchillo en mi cuarto que olía mucho a vegetales y poco a sangre. Dejarlo todo a medias.

septiembre 09, 2024

EL NIDO ENERGÉTICO

EL NIDO ENERGÉTICO es un espacio mental en el que el lavavajillas escalona sus luces rojas en un reflejo para transmutarse en altar, el LOCO se levanta y dibuja en los azulejos blancos un árbol verdirrojo con Dios en la copa, y Satán en las raíces, como es arriba es abajo.

Sobreviene una erección grabando en memoria-humana una recarga chacrática; asistimos como público a la magia de los aficionados. Alguien arranca una rama dorada que termina sirviendo de combustible en el hogar de fuego, podemos vernos. 

Llénalo todo de punk industrial y citas de ensayos de Silvia Federici en bocas de falses aliades. Llénalo todo de anarco-teología y techno ruso. Llénalo. El mundo liminal entre la esquizofrenia y la iluminación, ambas parecen algo, pero no son nada. Aprender una terminología que caduca antes de afianzarse dentro. Aprender unos códigos y observar las lindes del CANAL. Esta es mi piel, llénala de pinchazos. Deltoides, brazo, nalgas y entre los dedos del pie izquierdo. Año 2009, Mark Fisher se ahorca; su proceso de asfixia durará ocho años. Yo hago lo propio, comienzo a escribir narrativa. Nick Land termina de escribir The Shanghai World Expo Guide 2010, ¿dónde está la droga dura? ¿Dónde está el manifiesto aceleracionista? Dónde está La Gran Novela Americana escrita extra-muros de EEUU. 

EL NIDO ENERGÉTICO es un espacio liminal y mental incómodo y cálido. Nada bueno puede salir de allí. Nada útil. Nada que llame a sus iguales para estar juntos por siempre jamás. 

No.

MAGIA Y ANARQUÍA (2024). 



septiembre 07, 2024

Planteamiento, nudo, desenlace

 La ventana está abierta. Con el viento, las velas se han apagado. Papá Perrault lambucea ansioso la escudilla de callos de Caen que se acaba de zampar, para que su ama de llaves se ahorre el friegue del cacharro. Durante el refrigerio, la cosa cambia. Antes no había manera de subvertir el curso normal de la narración y mira ahora, todo patas arriba. Hay un lobo vomitando, un ogro simpático y un gatazo señorial anunciando en instagram una marca de zapatos caros, cada uno escrito en su papel y cada papel revoloteando por la cámara. No está mal como tablero de dirección. Papá Perrault se calza el pijama para la siesta. El ama de llaves vendrá después a darle friegas por todo el cuerpo para que el dolor de aire le baje a los pies. Escribe desde las primeras luces, vaya usted a saber el qué. A veces confunde el cristal con las pieles de ardilla. Nada raro. Oscurecerá pronto sobre Santa Genoveva. Han llamado a la puerta. Dos golpes de albada, uno, silencio. No son horas. París sabe que Perrault escribe de mañanas. ¿O era por las noches? Ravel sube ligero las empinadas escaleras. Buenos días, viejo, ¿cómo estás hoy? Hambriento, y también arrugado. Vivo, por lo tanto. No, vivo solo de momento. El desenlace habitual, también te digo. Pues no te creas, que los hay inmortales. El ama de llaves entra en la estancia, le baja los calzones a Perrault hasta medio muslo y se encarama, poniéndole las pechugas en la cara. Son más de cuarenta años de friegas infalibles. La guardiana y el maestro, o algo así. Mientras tanto, continúa la charla. Debes ordenar la narración, viejo, asegura Ravel, no se entiende nada. El músico levanta la mano y coge una cuartilla demostrativa al vuelo. ¿Para qué?, contesta Perrault, si el lector ha muerto, tan tranquilo, en su cama. Escribimos para nadie. Exageras, Charles, responde Ravel, siempre hay generaciones nuevas, público valiente. El tiempo juega a nuestro favor mientras sigamos vivos. Pero Papá Perrault no está muy convencido de seguir vivo. La tuya parece una teoría de mierda, Maurice. Y en esas están cuando el ama de llaves trae el rancho: callos de Caen, sus preferidos. Amanece y ya no corre el viento. ¿Te quedarás a cenar, verdad? Con mucho gusto, viejo. Y entonces, mágicamente, los papeles voladores se desmoronan hasta el suelo.

Paradojas de Zenón

Íncipit. Los primeros son pasos breves, tanteadores. Introductorios. Tal vez circulares. Existía una idea difusa, seguramente generativa: se...