julio 01, 2022

Nosebundo Inducido Por Sustancias (Versión micro-machine)

PREFACIO

¿Soy Jack Torrance en El Resplandor de Kubrick? 

Me cago en todo, ¿cómo me puede estar pasando lo mismo otra vez?

                                                                            I

Páginas escamadas de celulosa bajo la luz de una lámpara anti-insectos, es verano y tengo un brote psicótico. La ideación paranoide me empuja a cerrar todas las puertas, funcionan tanto de barrera como de alarma, las bisagras crujen en esta casa. Hay losas sueltas en el patio, manchas de humedad que levanta la pintura del enorme salón, hay puertas baratas hinchadas que no encajan en sus marcos desnivelados. 

(Esa fricción en todas las articulaciones de la vieja casa funcionaría perfectamente como una metáfora del cerebro desquiciado que me ocupa, que extiende un cuerpo hacia fuera para relacionarse con la cosa)

                                                                            II

Entonces un miembro fundador nos pasa textos de Hakim Bey y tomamos notas con los dedos tiznados de café molido (las cafeteras están echando humo todo el tiempo aquí) y hacemos nuestras cosas; ya sabéis qué. 

                                                                            III

Al final La Tormenta lo ocupa todo, no dolió tanto, está bien. Una caja de cartón, llena hasta arriba de cuadernos y papeles mecanografiados, arde alimentándose de la flor más grande y apestosa de este mundo. Se abre tan despacio, el cartón retrocede ante la luz, se arruga y retuerce, está brotando. Yo la miro. Ahora mismo ese montón de basura está amaneciendo. Buen día, una ducha, un café. 


EPÍLOGO

SoL

(Soy un niño y) me voy a jugar a cualquier otra cosa. 





febrero 02, 2022

Igniciones de novela, volumen primero

«Aquí tenemos a un estudiante practicando sus lecciones. Lanza sobre un cubo de basura naranja el tapón rojo de una botella de leche. A medio metro. El tapón vuela sobre el cubo como un platillo volante. Lo vuelve a intentar. Idéntico resultado. Examina el tapón y ve que uno de los bordes está aplastado. Lo endereza. El tapón cae ahora en el cubo dócilmente. Cada objeto que usted toca está vivo, con la vida y la voluntad que le comunique.»

¡Exterminador!, William S. Burroughs (1966)


«3.

La música ha cobrado gran importancia. Es la música que jamás suena igual, la música sin canciones que propone laberintos y da respuestas, posibles veredas que tomar. Antes me daba miedo elegir y la música mandaba; ahora lucho contra el miedo y mando yo. Aunque tampoco es mandar el verbo que define lo que antes hacía la música, lo que ahora hago yo. Podría ser dirigir. Ahora dirijo yo. O conducir. Ahora conduzco yo. Pero no, el verbo más adecuado sigue siendo escribir. Sí, ahora escribo yo

No tiene nombre, Estanislao Orozco (2009) 



Igniciones de novela, volumen primero

enero 25, 2022

Mi fondo de navegador es un montón de cafeína, los dedos torpes fallando más de lo que pueden, debería escribir, escribir, escribir. Tal vez desnudarme y subirme en cuclillas a la silla y encorvarme sobre el ordenador. Dejar que me ilumine la piel de cadáver como a una gárgola medieval. Todo piedra vieja y sonrisa. Dejad que haga el mal con la palabra, el daño al no nato, el surco en la cabeza de la novia, el reír obsceno del juez gordo y fascista mientras dicta sentencia. Oh, señor, déjame ser el canto último del embrión en los paisajes de la guerra, déjame cabalgar de nuevo, déjame respirar agua en contra de todo lo aprendido entre primates y caníbales. Si el padre dispara el hijo debe apartar la cabeza. Dientes afilados en los huesos del cráneo. Me pierdo entre un montón de palabras, que de compactas, me lapidan. Me he construido una tumba, una vez más. Dejo la escritura para otro momento.

El dolor me asalta desde el pasado. Veo como mi avatar es maltratado constantemente por pandilleros navajeros.

Extracto. 

enero 17, 2022

INGRATO OFICIO EL DE CONSPIRAR

 

«Su bondad les provee de todo lo que puedan necesitar...»


Se cuenta entre murmullos en las salas de espera de salud mental, se narra en cuadernos de notas donde se grita a voz en cuello toda la verdad que el oficio de conspirador es propio de seres dolientes. Lo que comienza siendo un acto de cooperación más cercano a la pertenencia a una ONG, acaba por obsesionar a los conspiradores.

Ingrato, ingrato es el oficio de conspirar.

Y nada queda al final, salvo la inmensa pena del fracaso o la inmensa pena del éxito, de haberlo visto y hecho. Sucios conspiradores.

Todo comienza con largos domingos. Con una lesión en la cancha de fútbol sala, con un despido y el regusto, ya demasiado amargo, del vino en el fondo de la garganta. Todo comienza con la depresión y el vacío. Los conspiradores, aún sin serlo, se fijan en una octavilla que publicita la conspiración como forma de apoyo a la comunidad. Los pasos a seguir son sencillos: rellenar un impreso y presentarlo en un estanco junto con el Certificado de Legados y Penales que también se puede obtener allí mismo.

Entonces, los seleccionados reciben una carta de agradecimiento y comienzan a llegar los informes.



Estimado Sr. Fulano, Estimada Sra. Zutana:


Bla, bla, bla, ha sido usted seleccionado/seleccionada para formar parte del decimoctavo grupo de conspiración ciudadana de su zona. Muchas gracias por su colaboración en los procesos de reeducación ciudadana del agente contaminante. Esperamos que el oficio le sea grato y que el proyecto solucione los problemas detectados en su localidad.


Reciba un cordial saludo del Coordinador de Bondad Ciudadana. Una vez más, gracias.


Recibirá los informes en breve.


Suerte.


Firma de Mengano.


Sello del departamento de Coordinación de Bondad Ciudadana.

Fin del primer informe. Tono impersonal.

El primer informe que recibió Yolanda, y así sería en lo sucesivo, no eran más que cuatro fotografías. Al contacto con el sobre sintió un escalofrío...

La cara del agente contaminante se rompía de lado a lado y de izquierda a derecha en un odio sincero mientras -la foto estaba algo emborronada por una obturación lenta- giraba la mirada y arrastraba el desprecio desde la cara de su pequeño a la botella del alféizar. Al fondo de la instantánea, la mujer sostenía una niña aún más pequeña. Alcohol y cigarrillos. Le recorrió un escalofrío. El agente contaminante está sentado en el sofá con las piernas abiertas, procurando ocupar todo el espacio que podía y algo más. Dando un manotazo al aire y mandando callar a su mujer. Escalofrío. Sólo eran cuatro fotos de un alcohólico, sólo eso, pero los niños lloraban en todas y la mujer tenía expresión de derrota. El agente contaminante arrojaba las cenizas de sus cigarrillo directamente al suelo del salón. En la última aparecía con el uniforme de la empresa municipal de conductores de autobuses urbanos, los faldones de la camisa a medio meter. Un conductor de autobús que bebe.

Guardó las cuatro fotos en el sobre y el sobre en su carpeta de trabajo. Salió del zaguán y se encaminó a la facultad. Otra mañana corrigiendo exámenes.

SEXO

Y nos convertimos en máquinas expendedoras de placer el uno para el otro. Olvido el penacho recortado del pubis y los labios rasurados y me centro en comerme ese coño a boca llena. Házmelo, dice. Déjate hacer, digo. Carne e ideas. Los cuerpos piden un estímulo tras otro; hay que ir escalando, deslizándose hacia arriba por la curva de placer, alcanzar un pico y estremecerse... dámelo.

Juguetea con ese pezón, lame el glande, muerde el cuello... Rózate con su piel recién exfoliada y disfruta del tacto de sus tetas, del tacto de la yema de sus dedos que rasca alguna respuesta química en forma de premio. Fóllame. Nos convertimos en la máquina conectada al cerebro del otro. No hay cables que lleven a un electrodo que se hunda en la carne y descargue sobre el blando cerebro un chorro de electrones que terminen por confundir la actividad eléctrica en química. No hay cables, ni cortes en la parte frontal de la piel que se tensa sobre el cráneo, no hay cables que nos unan y nos electrocuten; son mis dedos que entran en su boca que pide lubricar mi índice y mi corazón para que entren mejor en su coño. No hay cables, ni cuchillas, ni mallas conductoras que tiran hacia arriba de los pelos de la nuca por la tensión... No me están hurgando en el cerebro ni las batas blancas ni el olor a desinfectante; porque no hay cables, sólo piel.

Y entonces entran en juego los sistemas de ventilación, nuestros cuerpos necesitan ventilarse para no arder demasiado en el proceso. Embisto con la cadera, recibe mi embestida amortiguándola con la suya. Es así de fácil, pura mecánica. El aire nos utiliza como conducto por el que viajar. Me follas. Te follo. No hay nada más. El aire entra y sale a voluntad, nos circula. ¿Alguna vez habéis reído a carcajadas durante el sexo? De pura dicha reímos: es un resorte bioquímico que nos premia por hacer caso a nuestros imperativos. Orden cumplida, dame boca, orden que se transforma en risa. Ella tiene los ojos golfos y se le tensan los músculos bajo la piel. Ella acaba con un estertor, se le arquea la espalda y oculta la cara y aprieta los ojos y enrojece. Se oculta la cara para correrse bajo la almohada, pero yo la retiro con algo de brusquedad y exijo mi premio. Orden cumplida. Acabo -ya con mi premio- sin demasiada contundencia, pero acabo. 

Y me pongo en modo pausa. Ella también está en pausa. La orgía de información ha terminado. 




Hecho 0. 

Periplo del [meta]héroe

 Monomito abajo solo hay sombríos intrarquetipos. Lo descubrí una mañana sin sol pero también sin nubes, una de esas mañanas anodinas como l...