marzo 31, 2024

Notas de amor para la gente que escribe en este blog

he desaparecido, lo sé. 

Nunca estuve

menos perdido en el vicio de los 

círculos concéntricos.

 

ni rezos ni magia negra 

ni memories en el ojo; 

éste anzuelo.

 

he desparecido y no sé.

 

escribo a vuela-qwerty: las carencias

y creencias en la fe

de la droga que libera

que son cadenas

ahora salto desde lo alto

de la casa vieja

caigo firme y con la 

escalera de madera al hombre [listo]

para devolverla, es el credo-ateo,

por favor, mis poetas, no me crujan por 

este enfado que me duraba

 

hace tantos años que no sueño

que descanso en un fundido a

negro como la boca del demonio

como la intención de Dios

cae la 

noche

y me resuelvo

 

[nota de amor para la gente que escribe en este blog, gracias por dejarme ser parte de vuestro círculo]

 

esta es nuestra danza del diluvio, sos queremoh.

 

Manuel R. Sánchez

 

 

marzo 30, 2024

Pizzicato

Coloca la mano. Así. Pulsa el Mi con el dedo 3. Este dedo, el corazón. Bartók se despierta sobresaltado en su modesto apartamento de la calle 57. La luz del final del verano atraviesa la persiana por sus rendijas. Está vestido con ropa de calle. Le duele todo el cuerpo. La pesadilla vuelve cada dos o tres noches. Intenta explicarle los rudimentos del piano a una niña muerta. Es su primera clase juntos. La niña está un poco menos pálida que él. Se resiste al sencillo ejercicio. Son las seis de la mañana. Ditta, puntual, está preparando café en la cocina. Bartók siente náuseas. La niña muerta aún le mira sonriente. Pulsa por fin la tecla, pero no suena nada. Buenos días, Béla. ¿Cómo te encuentras hoy? Ahora la habitación está vacía. La cama, la silla, el armario. Ni rastro de la niña. Igual, Ditta, igual. A pesar de que la ve incluso estando despierto desde su estancia en Saranac Lake, no ha encontrado cómo decírselo a su mujer y a los médicos. Se levanta con esfuerzo. Va al baño y mea sentado. Luego va al estudio y se sienta también. No hay tiempo. Tercer movimiento, compás 654 y siguientes, cuerda. Queda poco para terminar. Ditta entra enseguida en silencio con una bandeja. Él confirma que no es el olor del café lo que le produce náuseas. Los derivados del gas mostaza no están dando buenos resultados. Violines primeros y segundos, un solo acorde, pizzicato. Resto, corcheas dobles, iguales. Su mujer, cuando está trabajando, nunca le interrumpe. Se detiene unos segundos al cruzar por delante de la puerta. O como mucho, alguna vez, le ayuda a pasar páginas si se lo pide. Nada más. Posa la bandeja en la mesa auxiliar que hay a la derecha y se marcha de nuevo a la cocina. Él toma un sorbo. Anoche corrigió esa parte del piano, acompañada de escalas ascendentes de la madera. Contempla lo escrito. Ha sido angustioso regresar a las capacidades percutivas del teclado. Eso es para los jóvenes sanos, piensa con sorna. Qué lejos los años del Allegro barbaro y del furor primitivista. Y aún así, aún así, se rebela. Abandona el tres por ocho del tema y dibuja un pasaje mayestático de negras a tempo, fluctuantes y exactas. Acordes de martillos golpeando regularmente sus yunques. No, no, más bien como ondas, tienen que ser a la vez ondas ternarias, ondas de supervivencia, ondas de sangre no enferma, porque no van a poder conmigo. Ni la enfermedad, ni el exilio, ni la muerte. Si algo le intranquiliza es el concierto de viola. Eso lo lleva mucho peor. Es apenas un esbozo. Primrose tendrá que entenderlo. Tiene claro lo que quiere, aunque va con excesivo retraso. Demasiada fiebre. Demasiadas consultas. Centrémonos. El Adagio fue la despedida. Ahora necesita ser vital. La niña muerta está a su izquierda. Ya es una presencia endémica. Toca furtiva el La 0 con el dedo corazón, como le ha enseñado, pero no suena nada. Debería sonar tétrico y lúgubre. Una cuerda tañida en el infierno. Y no suena. Ese es el problema, piensa Bartók, que pronto no sonará nada. Aprovéchalo. Vivace, que no hay tiempo. Aprovecha que aún no suenan por ti las ambulancias del West Side. Repasemos otra vez. Tema del rondó, timbales, y a continuación una fuga. Tema y trio pastoril, beethoveniano. La danza de la vida. La puta danza de la vida. La niña sonríe divertida ante el exabrupto marcial. Le fascina lo que escucha. Bartók le devuelve una risa febril sin dejar de tocar. Compás 673, sigue en tres por cuatro antes del tempo primo, corcheas, scherzando. Ditta comprueba que va todo bien, es un decir, desde la puerta. Se une a la risa de su marido llorando en silencio. Siempre crescendo, Béla, arriba, como siempre has hecho. A ella también le gusta verlo trabajando y feliz, arrancando pellizcos a la vida, puede que por última vez.

marzo 23, 2024

Postrecito especial

 Escucha, amiga, esta historia tan triste y tan real. Nuestra protagonista tiene tantos nombres que no podemos darle uno que sea apropiado. Ojalá un paradigma, un símbolo, Justicia/Castigo/Venganza, que no fuera ridículamente pretencioso. Hay que salirse por la tangente. En cualquier cadáver exquisito, el cadáver es El Cadáver, es decir, las partes se sacrifican sin apego por el todo, así que podríamos llamar Sinécdoque a nuestra heroína, y santas pascuas. ¿Qué tal? Ocurrente, doctor. Ah, la vendetta femminile, dulce, cabal y explosiva. Supongamos que Sinécdoque Zunz, residente en calle Liniers, recibe una carta. Una carta informando del suicidio de su padre. Este sufrió una tropelía y huyó y sus enemigos se fueron de rositas y nunca, nunca lo superó, el pobre. En primer lugar piensa ejecutar su revancha con la escritura y publicación de un libro, uno que narre prolijidades, trapos sucios y secretos ocultos, y llamarlo Merci pour ce moment. Sin embargo, le parece un escarmiento manido. Solo funciona con famosos, casi ninguna editorial querría respaldar la vida insulsa de un paria desconocido. Además, cuesta un porrón escribir. Escribir interesante. Sinécdoque Gallo, ahora ecuatoriana con visado de estudios en USA, necesita algo más concluyente y expeditivo para resarcirse, una reacción lucreciana, y en lugar de buscarse un marinero sueco y fugaz, encuentra a un exmarine llamado John Wayne Bobbit y se casa con él. El fuckin’ sueño americano. Los primeros días el matrimonio fue anglosajonamente puntual: risas, un hogar, adopción del apellido del esposo y centros comerciales. Pero al poco tiempo Sinécdoque Bobbit se da cuenta de que el tipo es un bala perdida. Igual lo de John Wayne debería haberla puesto sobre aviso. La desprecia, la engaña con otras, la golpea y viola. Un hijo de puta de manual. Como hiciera Grisélidis, asume estoicamente durante años el agravio matrimonial, que se le hace cada vez más cuesta arriba. En el último momento, cuando estalla, empapada en sangre de cerdo, atranca las puertas del gimnasio con sus poderes telequinésicos y provoca un incendio que abrasa a todos los asistentes al baile. Y es que a la hora de contar un batiburrillo y no acusar dispersión, el ensamblaje de piezas dispares se vuelve esencial, y por eso en las dos sesiones iniciales del posterior juicio, Sinécdoque Bachmeier estuvo en silencio como si fuera espectadora de un programa de entrevistas. El asesino de su hija de siete años, Klaus Grabowski, acusado también de violarla, reconoció una parte de los hechos, insinuó que había sido seducido por la víctima y detalló los pormenores del tormento. El tercer día de proceso, Sinécdoque consiguió colar una pipa en el juzgado y descerrajó ocho tiros a Grabowski, de los cuales siete impactaron en su espalda y el octavo en el ala derecha del águila de Weimar que había tallada en el frontal del estrado. Esa misma noche, cuando acabó el rodaje, Sinécdoque Salander pidió al catering un bocata de calamares. 

marzo 16, 2024

Palabras que yo todavía no sé

 Los loros, en nuestro imaginario colectivo, tienen solucionados los problemas del lenguaje. Porque hablan, obvio. Pero también debido a que poseen el otro ingrediente indispensable que a nosotros, ajetreados sapiens, nos falta. No es la inteligencia. Me refiero al tiempo. Sabido es que los loros son eternos y que cuando nosotros llegamos al mundo ya estaban aquí. Eso les permite aprender, valorar y, en última instancia, autorrealizarse sin límite. El loro de Von Humboldt, por ejemplo, aprendió una lengua muerta. Sobrevivió a sus dueños, extintos tras recurrentes luchas territoriales con los caribes, hasta convertirse en el último hablante de su idioma. Cuarenta años después se lo encontró Humboldt en tierras del Orinoco, fresco como una lechuga, repitiendo a chorro palabras y palabras en lengua atur. Sin problemas verbales. Ni renales. Un papagayo sanote. Los alemanes de esa época estaban muy preocupados por el lenguaje. Novalis se moría por encontrar palabras que aún no conocía. Goethe navegó en la fecundidad de la palabra. Hölderlin descubrió su simbiosis catártica con la poesía. Richter derivó las dificultades hacia un conflicto particular con sus propias ocurrencias. Y mientras, el hallazgo de Von Humboldt, pico, color y plumas, de vuelta de la vida, del mundo y de las formas lingüísticas del extrañamiento. Otro caso distinto fue el loro de Reboiras, ejemplar patrio, que guardaba en su interior toda la Historia detallada y crítica de Castroforte, desde la época de los marinos efesios y las pesquerías romanas. Era un aedo con alas. Así se refería, más o menos, en las leyendas locales. El loro en GTB es enigma filológico en sí mismo. Su dueño, que era boticario, es decir, alquimista, solo necesitaba descubrir la Palabra Secreta que disparase el mecanismo recitativo del pájaro y dictase de pe a pa la crónica completa de la ciudad. Otra vez la Palabra como piedra filosofal. La búsqueda sin fin del Verbo exacto. El vicio de poetas y glotólogos. Ayer hablando de pedos y hoy de loros. Qué incorrección. ¿Dónde estaba el pasaje de la sola palabra que te gustaba tanto? Magníficas aves, che. Antaño fueron dinosaurios chiquititos. Su evolución se dio en muy pocas generaciones. Cosas de la longevidad. Aprendes idiomas, descartas adjetivos, te mueres siempre tarde. Los loros tienen tiempo para conocer palabras, clasificarlas y elegir cuidadosamente las que van a usar. Su economía de medios es entendida por nosotros, animales incapaces per se, como una incapacidad animal. No, no. Los loros han seleccionado muy bien sus palabras, las que repiten, porque han tenido tiempo de meditar y resolver. Han descartado lo superfluo. Han alcanzado la perfección comunicativa. Está clarísimo que Flaubert mató al loro de Félicité para que no acabara dominando las palabras mejor que él.

marzo 09, 2024

Palanganato

Cambiando de tercio, hagamos un panegírico. Pongamos las cosas en su sitio, que si La saga/fuga de J.B. es mejor que el Quijote, se dice y punto. Una vez levantada la polémica, departamos de esa logia masónica rosacruz, femenina y suigéneris, que fue el Palanganato. Si la letra P regenta esta no obra, la invención quizá más feliz de don Gonzalo tenía que estar. Estar en un no lugar privilegiado, quizás un estante, voy improvisando, del cuarto de trabajo de papá Perrault. Cada vez que Ravel viene de visita y cierra la puerta tras de sí, la saga/fuga cae al suelo inevitablemente, como la razonable y por lo mismo loca Gramática de Andrés Bello. La retranca de Torrente Ballester era insuperable, pero ahí andamos, probando. Fue Lilaila, una de ellas, Barallobre seguro, quizás a fines del XVIII, la que trajo desde Austria el rito rosacruz a Pontevedra, que ya no engañamos a nadie con lo de Castroforte, ¿eh, Gonzalito? Cuando la Restauración, el juez fernandino de turno condenó a muerte a Lilaila por algo de una bandera premonárquica, a lo Mariana Pineda, aunque es evidente que lo que deseaban los próceres de la tardocontrarreforma era aniquilar los ritos masónicos mujeriles. Hasta aquí la ortodoxia. Resultó que la mártir aún tuvo tiempo de recibir la visita de su nieta Celinda, de doce años, en su celda y transmitirle punto por punto los fundamentos del conciliábulo de féminas. Pero. Nótese por su aislamiento una función adversativa de primera categoría. Pero. Donde Lilaila enunció palingenesia y metempsicosis, Celinda entendió palanganato y escopetástasis. Y bueno, durante el siglo XIX esta logia local fue un despropósito completo. La tía Celinda no es que hiciese lo que pudo con los mandamientos de la yaya, sino lo que le dio la imperial gana. Seguiría dando datos. Destripando, vamos. Sin embargo creo haber despertado curiosidades suficiente. Al menos entre los devoralibros más intrépidos. Ataos los machos, que esto del Palanganato debe tratarse como del uno por mil del total de lo que pasa en este don Quijote mejorado. GTB. Retranca. Palingenesia. Escopetástasis. 

marzo 02, 2024

Precios, frecuencias y variedad de los servicios

  Fueron marionetas y pagodas, pero podrían ser estorninos y lampreas. Al trenzador le bastan unos pocos mimbres para tejer la gran malla del arquetipo universal. El resto son o bien modas, o bien alardes. El viaje de retorno a ninguna parte necesita, se diría, de poco más que un viejo pescador y la superficie estentórea del mar. El amor, ya sea contingente, pansexual, puro y flamígero, autocrático, incluso abúlico, dependerá no obstante de precios, frecuencias y variedad de los servicios. Un vistazo a la luna llena a través de la niebla da para fundar una patria. Suele ser algo natural, como la decadencia. O confitado en aceite de venganza. El camino empieza, con héroe o sin él, porque al cabo de la obra alguien quiere tallar trochas en los bosques calcinados y liberar de encajes, quizá, a las guardianas del fuego de Vesta. Exigen su príncipe y su doppelgänger mendicante, la receta del bizcocho de la abuela, el olor mortal de la aldea arrasada por el aliento rojo del dragón. Solamente la triste estupidez, enemiga marmórea del arte, vuelve ancianos a los caminantes, los muda en cerriles del planteamiento, nudo, desenlace. Yuxtaposición, circunloquios, scherzos. Collage y cajas chinas. Metatexto. Paratexto. Contexto. Ultratexto. Pretexto. Cualquier rugosidad les viene grande. Cualquier guisante los desvela. Más allá de su cansancio perenne está Oulipo boca arriba, pero ellos son funcionarios de la censura. Podrían imaginarse a Potocka fallando un re bemol, pero acaban soñando con dios hecho hombre hecho monito rosado hecho bacilo de Koch, en aseada catábasis. El trenzador de hoy mira internet y es frugivorista. Trabaja diez horas en una oficina alienante a cambio de no llegar a fin de mes, por lo que confecciona unas pocas cestas que no van a tener asas ni orificio de entrada ni capacidad traslativa. No quiere distinguir su realidad, sino alternar con la vuestra. Desea empujar, tour de force, al caminante. Hay que irse acostumbrando. Amour fou, soft porn y derecho de retracto. Hace siete mil años un rapsoda se rebeló contra el poder, mató al padre ausente, amó como nadie jamás habría de amar, ironizó del narcisista con cilicio. Sin saberlo estaba inventando la literatura. El juego más inocente y el más peligroso, el juego de las palabras escritas y su lectura. Un pacto con el diablo disfrazado de temor de dios. La ouija del autoconocimiento. Será vuestra indómita disconformidad la que consiga hacer del trenzador de historias un pionero. Hace un siglo que se os invita a terminar la obra. Aunque en cada época el artisteo ha sido mitad puta, mitad santa, hoy se nos nota como nunca. When you call my name it’s like a little prayer. Si pensáis que no quedan arquetipos que fundir, es que no estamos a lo que estamos.

Periplo del [meta]héroe

 Monomito abajo solo hay sombríos intrarquetipos. Lo descubrí una mañana sin sol pero también sin nubes, una de esas mañanas anodinas como l...