Fueron marionetas y pagodas, pero podrían ser estorninos y lampreas. Al trenzador le bastan unos pocos mimbres para tejer la gran malla del arquetipo universal. El resto son o bien modas, o bien alardes. El viaje de retorno a ninguna parte necesita, se diría, de poco más que un viejo pescador y la superficie estentórea del mar. El amor, ya sea contingente, pansexual, puro y flamígero, autocrático, incluso abúlico, dependerá no obstante de precios, frecuencias y variedad de los servicios. Un vistazo a la luna llena a través de la niebla da para fundar una patria. Suele ser algo natural, como la decadencia. O confitado en aceite de venganza. El camino empieza, con héroe o sin él, porque al cabo de la obra alguien quiere tallar trochas en los bosques calcinados y liberar de encajes, quizá, a las guardianas del fuego de Vesta. Exigen su príncipe y su doppelgänger mendicante, la receta del bizcocho de la abuela, el olor mortal de la aldea arrasada por el aliento rojo del dragón. Solamente la triste estupidez, enemiga marmórea del arte, vuelve ancianos a los caminantes, los muda en cerriles del planteamiento, nudo, desenlace. Yuxtaposición, circunloquios, scherzos. Collage y cajas chinas. Metatexto. Paratexto. Contexto. Ultratexto. Pretexto. Cualquier rugosidad les viene grande. Cualquier guisante los desvela. Más allá de su cansancio perenne está Oulipo boca arriba, pero ellos son funcionarios de la censura. Podrían imaginarse a Potocka fallando un re bemol, pero acaban soñando con dios hecho hombre hecho monito rosado hecho bacilo de Koch, en aseada catábasis. El trenzador de hoy mira internet y es frugivorista. Trabaja diez horas en una oficina alienante a cambio de no llegar a fin de mes, por lo que confecciona unas pocas cestas que no van a tener asas ni orificio de entrada ni capacidad traslativa. No quiere distinguir su realidad, sino alternar con la vuestra. Desea empujar, tour de force, al caminante. Hay que irse acostumbrando. Amour fou, soft porn y derecho de retracto. Hace siete mil años un rapsoda se rebeló contra el poder, mató al padre ausente, amó como nadie jamás habría de amar, ironizó del narcisista con cilicio. Sin saberlo estaba inventando la literatura. El juego más inocente y el más peligroso, el juego de las palabras escritas y su lectura. Un pacto con el diablo disfrazado de temor de dios. La ouija del autoconocimiento. Será vuestra indómita disconformidad la que consiga hacer del trenzador de historias un pionero. Hace un siglo que se os invita a terminar la obra. Aunque en cada época el artisteo ha sido mitad puta, mitad santa, hoy se nos nota como nunca. When you call my name it’s like a little prayer. Si pensáis que no quedan arquetipos que fundir, es que no estamos a lo que estamos.
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