marzo 23, 2024

Postrecito especial

 Escucha, amiga, esta historia tan triste y tan real. Nuestra protagonista tiene tantos nombres que no podemos darle uno que sea apropiado. Ojalá un paradigma, un símbolo, Justicia/Castigo/Venganza, que no fuera ridículamente pretencioso. Hay que salirse por la tangente. En cualquier cadáver exquisito, el cadáver es El Cadáver, es decir, las partes se sacrifican sin apego por el todo, así que podríamos llamar Sinécdoque a nuestra heroína, y santas pascuas. ¿Qué tal? Ocurrente, doctor. Ah, la vendetta femminile, dulce, cabal y explosiva. Supongamos que Sinécdoque Zunz, residente en calle Liniers, recibe una carta. Una carta informando del suicidio de su padre. Este sufrió una tropelía y huyó y sus enemigos se fueron de rositas y nunca, nunca lo superó, el pobre. En primer lugar piensa ejecutar su revancha con la escritura y publicación de un libro, uno que narre prolijidades, trapos sucios y secretos ocultos, y llamarlo Merci pour ce moment. Sin embargo, le parece un escarmiento manido. Solo funciona con famosos, casi ninguna editorial querría respaldar la vida insulsa de un paria desconocido. Además, cuesta un porrón escribir. Escribir interesante. Sinécdoque Gallo, ahora ecuatoriana con visado de estudios en USA, necesita algo más concluyente y expeditivo para resarcirse, una reacción lucreciana, y en lugar de buscarse un marinero sueco y fugaz, encuentra a un exmarine llamado John Wayne Bobbit y se casa con él. El fuckin’ sueño americano. Los primeros días el matrimonio fue anglosajonamente puntual: risas, un hogar, adopción del apellido del esposo y centros comerciales. Pero al poco tiempo Sinécdoque Bobbit se da cuenta de que el tipo es un bala perdida. Igual lo de John Wayne debería haberla puesto sobre aviso. La desprecia, la engaña con otras, la golpea y viola. Un hijo de puta de manual. Como hiciera Grisélidis, asume estoicamente durante años el agravio matrimonial, que se le hace cada vez más cuesta arriba. En el último momento, cuando estalla, empapada en sangre de cerdo, atranca las puertas del gimnasio con sus poderes telequinésicos y provoca un incendio que abrasa a todos los asistentes al baile. Y es que a la hora de contar un batiburrillo y no acusar dispersión, el ensamblaje de piezas dispares se vuelve esencial, y por eso en las dos sesiones iniciales del posterior juicio, Sinécdoque Bachmeier estuvo en silencio como si fuera espectadora de un programa de entrevistas. El asesino de su hija de siete años, Klaus Grabowski, acusado también de violarla, reconoció una parte de los hechos, insinuó que había sido seducido por la víctima y detalló los pormenores del tormento. El tercer día de proceso, Sinécdoque consiguió colar una pipa en el juzgado y descerrajó ocho tiros a Grabowski, de los cuales siete impactaron en su espalda y el octavo en el ala derecha del águila de Weimar que había tallada en el frontal del estrado. Esa misma noche, cuando acabó el rodaje, Sinécdoque Salander pidió al catering un bocata de calamares. 

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