Vamos, su padre y yo, a recogerla al cole. Lucía (5 años), me ve y esquiva pupitres y sube escalones como puede y finta un pupitre más y se me cuelga del cuello... Con tanto amor que me bloqueo: "¿Cómo estás, pequeña?" Acierto a decirle, donde debí decir: "Hola de nuevo, mi amor". Me abraza fuerte, y yo, no termino de comprender.
Mueran de envidia, cabrones. Estamos tomando unas cervezas, y la peque un croisant acompañado de un batido de vainilla. Le digo que es mi favorito, ella, Lucía se baja de la silla y me pone la cara muy cerca y me dice que a jugar, SEA. Y me detiene, de repente es una policía, y yo un ladrón de cervezas, me interroga y me tortura un poco: "¡Estás en la cárcel!" Yo le digo que si al menos puedo escribir, lo argumento, le digo que Pablo Hásel está en la cárcel y graba vídeos de rap. Me dice que no, que llevo unas esposas "especiales" que me lo impiden. Frunce el ceño y pone cara de: "¡Te lo mereces!" Yo aguanto la risa y hago como que lloro desconsolado. Después me da comida de reo, con caca, y yo hago como que vomito, y ella se ríe (5 años), y con un moco, y allá voy a facer el payaso para Lucía, para que ria, para devolverle aquel abrazo que me ha golpeado fuerte esta mañana en forma de llanto de gratitud.
La última vez que estuve aquí, en casa de mis amigos, en casa de la pequeña Lucía, me dijo: "Estás loco" a lo que yo le pregunté: "¿Y eso es malo?" Y me dijo que no, pero que lo estaba. Y yo, entonces, comprendí algunos versos de Whitman del Canto a mí mismo... Me enamoré, con la respuesta de la peque, de cada uno de mis átomos.
(...) me ve y esquiva pupitres y sube escalones como puede y finta un pupitre más y se me cuelga del cuello... Con tanto amor que me bloqueo.
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