VIVO en un cuchitril, una habitación que alguien llamó veneciana porque tiene un pequeño salón devorado por una enorme mesa de cristal y hierro. El oxígeno no siempre es bienvenido en mi agujero -tengo 3 armarios, uno en el pequeño salón con un espejo cuadriculado por embellecedores de madera y 2 más, desvencijados e inútiles, en el dormitorio- y el oxígeno no siempre es bienvenido. Fumo mucho, unos 20 cigarrillos diarios o ninguno, alguno de especia cuando alguien me invita a un trozo del barro de los sueños. Se me marcan las costillas porque duermo 15 horas diarias, tengo dolor de cabeza, frío y confusión mental.
El oxígeno no siempre es bienvenido.
Me levanto cuando el sueño no me quiere más... por pesado, por hacerle arrumacos durante demasiado tiempo, cada tarde noche cuando medio despierto visualizo mi muerte por mi propia mano: uso la navaja afilada de padre para cortarme el cuello, lo visualizo... eso tranquiliza mis nervios. Cuando la sangre caliente está manchando el suelo pienso con temor que la mancha de sangre traspase el hueco que hay entre la puerta de mi veneciana y el resto de zonas comunes. Comparto piso con un panadero muy riquiño, pero raro y un informático estúpido y normal. Cousas.
Ayer, hoy por la tarde noche, quién sabe, me desperté en medio de una de esas visiones de muerte: me había hecho un pequeño corte en el cuello, lo justo para desangrarme. El líquido -rojo brillante y mate a la vez- caía desde la cama hasta el suelo de mi dormitorio: sentí dicha, calma, sabía que todo iba a terminar y que al fin encontaría el equilibrio de alguien que muere mecido por las olas y cuyo cuerpo confundiría a los forenses por la posible causa de la muerte. Un ahogamiento confundido en sobredosis de heroína o una sobredosis de heroína confundida por el ahogamiento. CAUSA DE LA MUERTE: profunda tristeza y frío en las tripas.
El oxígeno no es bienvenido porque su ausencia (una habitación mal ventilada tiene esa ventaja) seda. En mi agujero veneciano suele oler a quemado, a sal quemada para ser exactos, huele a brujería, a sudor y a sintáxis, huele a encanto mal traído del que enamora a todas las mujeres. Una ex me dijo una vez "¿Qué les das?" Yo tampoco lo tengo claro. El hecho es que desde que llegé al norte no me han faltado mujeres, y eso que soy un tirado que comparte piso con dos personas más, y que vive en una habitación donde el oxígeno no suele ser bienvenido.
A veces ventilo, abro las ventanas de par en par cuando llueve porque el frío me despeja la mente y calma mis nervios, pero el oxígeno me devuelve -reactiva mi cerebro- a la realidad de la que no puede escapar: indigencia. A veces me dan ganas de refugiarme en una biblioteca, calentito y recién duchado, durante todo el día: leer, escribir porque sí y para nada, leer, consultar las estúpidas RRSS y pensar en drogas de verdad, de las que te entumecen la nariz y sedan los dientes, la lengua y la garganta y todas las posibilidades terribles que trae el mañana, ninguna tiene que ver con la muerte, lo terrible anida en la vida. Es su espacio natural. Pero nunca lo hago cuando pienso que estaré mejor en mi cuchitril donde el oxígeno no siempre es bienvenido escribiendo en mi bitácora o participando en algún foro de dudosa conexión para todos mis navegadores.
Un asco.
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