mayo 25, 2024

Para poder vivir

 Tendría que volver a leer a Gabo, pero juraría que el coronel y su esposa son los papás de Pulgarcito. Puede parecer una simplificación injusta, a lo que responderemos explícitamente —Mierda. D’Aulnoy recogió en su Finita Cenicienta el tema del abandono infantil entre las clases altas y ahí está el quid, junto al ensamble y la babel. Al abandono le añades un par de malas hermanas, unos ogros hambrientos, un baile real y menudo panorama, doña, tremendo remix. Hay cuentos que son containers. La propia Finita es a la vez le Petit Poucet, antiPsique, Hansel y Gretel, y para acabar, Cenicienta perdiendo en su huida una chinela. Para qué desarrollar si puedes yuxtaponer. Tendría que releer a Gabo, pero juraría que el gallo también era un macguffin. Un maletín con espolones. Un Rosebud malayo. Mira que ya hemos leído alguna que otra novela y debo confirmar, madame, que su cóctel es de los que pega. Una distracción de carne y hueso, protagónica, simbiótica, mutante. Primera categoría en tragaderas. Una nada lineal que parece ser casi algo, una transparencia de cristal, un texto en franca carencia narrativa. Tendría que releer a Gabo, por última vez, pero juraría que el bote menguante de café es lo que faltó al rey y a la reina para poder vivir. Si hubieran sido pobres auténticos, de solemnidad certificada como el coronel y su esposa, sabrían que rascar el culo de un bote de café da la suficiente esperanza como para no abandonar a tus hijas en una gallera.

mayo 18, 2024

Perseguidor Wilenski

  La ciudad se está deshaciendo como una fruta podrida. Ayer fue Coltrane y mañana será Parker quien toque hoy ayer hace nunca. El tiempo es una balsa de sangre y heroína. El impudor estupefaciente. El sonido del cool inserto en Vivaldi. Ponme una máscara y déjame dormir hasta pronto. No nos damos cuenta, compañero Bruno, fiel como el mal aliento. La escena del nescafé en El perseguidor es previa a 1959. La escena del café arañado al fondo del bote en García Márquez vio la luz en el 61. Ambas plantean algo quizás muy sudamericano y por tanto universal: mientras haya café, hay dignidad. El tiempo literario, fruta podrida, se encapricha con que la primera escena, la más vieja, remita al presente futuro y la segunda, la nueva, al pasado remoto. Mientras haya tiempo, hay café. Mientras haya café, hay música. Y playas de Shyamalan. Y odiseas en el espacio, compañero Bruno, fiel como el mal aliento, donde el sonido no desapareció sino que entrará en otro lugar del cosmos, del entendimiento como recién nacido, del sulfúrico amor adolescente, del desorden nocturno del psicótico. Un tiempo que flotaría en libertad alejando de sí todo wagnerianismo, cada dios vengativo, nuestro romance eterno con la nada, cementerios rebosantes. La muerte prometida. El tiempo y su pérdida. La ciudad se está deshaciendo como una escala descendente en la distancia. Un saxofonista, descentrado en la pantalla, vaciándose los pulmones de arena. Imágenes no correlativas, somníferos, biografías. El color no es densidad, el peso no es una textura. La podredumbre huele a pasado mañana, a tarde imposible, a canción incorpórea, deseo, antecedentes, tiempo, compañero Bruno, fiel como el mal aliento, que velaste mi muerte antes de que sucedió, sucede, sucedería. Tardes enteras tocando Bach y, míranos, un montoncito azul de cenizas. 

mayo 11, 2024

Pure Coltrane

 Pulgarcito es pure Coltrane. Siete notas como siete leguas. Fa# Re Si Sol Sib    Si La. Tropezón. Precipitado. Re Sib Sol Re# Fa#. Como huyendo de algún ogro armónico en vertiginosa coloratura. Un hijo de puta, que decía Miles Davis. El jazz son zapatillas de trekking, de las de pasar con pasos gigantes por encima de todo lo anteriormente expuesto o acordado. Esto lo estoy tocando mañana. El jazz es esa ondina con olor a jazmín riéndose del transeúnte casual que la rechaza. Parece ofrecerte la divinidad fluvial y solo te garantiza un viaje al fondo del lago. El jazz, por último, son Ravel, Garban y Viñes a grito pelado en la Opéra-Comique, a miles de kilometros de Nueva Orleans. ¿Dónde estaba Gershwin entonces? Para concretar de qué va esto, se me ha ocurrido una rueda de referencias, un círculo de quintas ultradimensionado. Pulgarcito. Ravel. Ondine. Coltrane. Giant steps. Botas. Perrault. Pulgarcito. Y vuelta. Pero también se me ocurre la confusión estética y necesaria de la manzana con la rueca, la de Parker con Coltrane, la de las inofensivas botas del gato con las mágicas del ogro que mató a sus siete hijas. Siete, otra vez. Una por cada legua. Siete notas como siete cascadas. Do# Si La Sol Mi#    Re# La#, majestuosamente desmoronadas en un clímax acuático que va desde la humedad hasta el empapamiento. Y allí, entre la cellisca y el diluvio, hay un castillo de agua en cuyo balcón sumergido está John Coltrane asperjando sus miríadas de notas. Ravel toma apuntes desde la orilla del lago. Trane se ríe a carcajadas. Otra confusión, estética y necesaria.

mayo 04, 2024

Pinocho

 El Pinocho de Collodi me cae mal. Muy mal. Me cae peor que el Pinocho de Walter Elías, y eso es mucho caer, buzo de lavabos. Mal como para partirle la cara. Con un hacha. Es de madera. Sobre las piernas, tan flacas, mejor aplicar un sierra de marquetería. Un trabajo de ebanista. Despiece profesional. Será un gustazo devolverle en una mano el martillazo que aplastó al grillo. Sin clemencia. La otra mano la arrancaremos de cuajo, sujetándola en un torno. Tortura y percusión. Tortura y percusión. Tortura y percusión. En el fondo soy un moralista. Este pequeño monstruo de Frankenstein ha resultado ser incorregible. Usaré sus pies como tope de puerta. Los brazos, como tutor para mis monsteras. Y la nariz, la mítica nariz creciente, de tendedero de pieles, palo de gallinero, fusta palafrenera. Las manos, destrozadas ambas, serán reducidas a serrín y lo esparciremos alrededor como sangre sucia y coagulada. Pobre Geppetto, qué sollozos. Pobre Hada, mater dolorosa. Pobres Pigmalión y Morel, que son como de la familia. Con el cuerpo del muñeco haremos lonchas, contaremos sus anillos, jugaremos a tomar el té, platos de pulpo, lanzamiento de disco. Irán quedando trozos cada vez más inservibles. Prenderemos entonces una hoguera de estas partes, y de otras, y se irán consumiendo hasta la brasa y después serán ceniza. Je brûle les méchants. Con ella fabricaremos jaboncitos, los venderemos en instagram y Pinocho exfoliará de impurezas vuestra piel estresada por la insatisfactoria vida del siglo XXI. Bajo los rebuznos de sus amigos, el crepitar del fuego y el llanto computable de sus maestros de aritmética, tica, tica, tica, se escucharán las últimas vibraciones de una voz mecánica, una voz blanquísima de tocón, cantando con una técnica impecable de astillatura les   oiseaux    dans la    charmi i i i i i lle 

Periplo del [meta]héroe

 Monomito abajo solo hay sombríos intrarquetipos. Lo descubrí una mañana sin sol pero también sin nubes, una de esas mañanas anodinas como l...