Mi
fondo de navegador es un montón de cafeína, los dedos torpes
fallando más de lo que pueden, debería escribir, escribir,
escribir. Tal vez desnudarme y subirme en cuclillas a la silla y
encorvarme sobre el ordenador. Dejar que me ilumine la piel de
cadáver como a una gárgola medieval. Todo piedra vieja y sonrisa.
Dejad que haga el mal con la palabra, el daño al no nato, el surco
en la cabeza de la novia, el reír obsceno del juez gordo y fascista
mientras dicta sentencia. Oh, señor, déjame ser el canto último
del embrión en los paisajes de la guerra, déjame cabalgar de nuevo,
déjame respirar agua en contra de todo lo aprendido entre primates y
caníbales. Si el padre dispara el hijo debe apartar la cabeza.
Dientes afilados en los huesos del cráneo. Me pierdo entre un montón
de palabras, que de compactas, me lapidan. Me he construido una
tumba, una vez más. Dejo la escritura para otro momento.
El
dolor me asalta desde el pasado. Veo como mi avatar es maltratado
constantemente por pandilleros navajeros.
«Su
bondad les provee de todo lo que puedan necesitar...»
Se cuenta entre murmullos en las
salas de espera de salud mental, se narra en cuadernos de notas donde
se grita a voz en cuello toda la verdad que el oficio de conspirador
es propio de seres dolientes. Lo que comienza siendo un acto de
cooperación más cercano a la pertenencia a una ONG, acaba por
obsesionar a los conspiradores.
Ingrato, ingrato es el oficio de
conspirar.
Y nada queda al final, salvo la
inmensa pena del fracaso o la inmensa pena del éxito, de haberlo
visto y hecho. Sucios conspiradores.
Todo comienza con largos
domingos. Con una lesión en la cancha de fútbol sala, con un
despido y el regusto, ya demasiado amargo, del vino en el fondo de la
garganta. Todo comienza con la depresión y el vacío. Los
conspiradores, aún sin serlo, se fijan en una octavilla que
publicita la conspiración como forma de apoyo a la comunidad. Los
pasos a seguir son sencillos: rellenar un impreso y presentarlo en un
estanco junto con el Certificado de Legados y Penales que también se
puede obtener allí mismo.
Entonces, los seleccionados
reciben una carta de agradecimiento y comienzan a llegar los
informes.
Estimado Sr. Fulano, Estimada
Sra. Zutana:
Bla, bla, bla, ha sido usted
seleccionado/seleccionada para formar parte del decimoctavo grupo de
conspiración ciudadana de su zona. Muchas gracias por su
colaboración en los procesos de reeducación ciudadana del agente
contaminante. Esperamos que el oficio le sea grato y que el proyecto
solucione los problemas detectados en su localidad.
Reciba un cordial saludo del
Coordinador de Bondad Ciudadana. Una vez más, gracias.
Recibirá los informes en
breve.
Suerte.
Firma de Mengano.
Sello del departamento de
Coordinación de Bondad Ciudadana.
Fin del primer informe. Tono
impersonal.
El primer informe que recibió
Yolanda, y así sería en lo sucesivo, no eran más que cuatro
fotografías. Al contacto con el sobre sintió un escalofrío...
La cara del agente contaminante
se rompía de lado a lado y de izquierda a derecha en un odio sincero
mientras -la foto estaba algo emborronada por una obturación lenta-
giraba la mirada y arrastraba el desprecio desde la cara de su
pequeño a la botella del alféizar. Al fondo de la instantánea, la
mujer sostenía una niña aún más pequeña. Alcohol y cigarrillos.
Le recorrió un escalofrío. El agente contaminante está sentado en
el sofá con las piernas abiertas, procurando ocupar todo el espacio
que podía y algo más. Dando un manotazo al aire y mandando callar a
su mujer. Escalofrío. Sólo eran cuatro fotos de un alcohólico,
sólo eso, pero los niños lloraban en todas y la mujer tenía
expresión de derrota. El agente contaminante arrojaba las cenizas de
sus cigarrillo directamente al suelo del salón. En la última
aparecía con el uniforme de la empresa municipal de conductores de
autobuses urbanos, los faldones de la camisa a medio meter. Un
conductor de autobús que bebe.
Guardó las cuatro fotos en el
sobre y el sobre en su carpeta de trabajo. Salió del zaguán y se
encaminó a la facultad. Otra mañana corrigiendo exámenes.
Y
nos convertimos en máquinas expendedoras de placer el uno para el
otro. Olvido el penacho recortado del pubis y los labios rasurados y
me centro en comerme ese coño a boca llena. Házmelo, dice. Déjate
hacer, digo. Carne e ideas. Los cuerpos piden un estímulo tras otro;
hay que ir escalando, deslizándose hacia arriba por la curva de
placer, alcanzar un pico y estremecerse... dámelo.
Juguetea
con ese pezón, lame el glande, muerde el cuello... Rózate con su
piel recién exfoliada y disfruta del tacto de sus tetas, del tacto
de la yema de sus dedos que rasca alguna respuesta química en forma
de premio. Fóllame. Nos convertimos en la máquina conectada al
cerebro del otro. No hay cables que lleven a un electrodo que se
hunda en la carne y descargue sobre el blando cerebro un chorro de
electrones que terminen por confundir la actividad eléctrica en
química. No hay cables, ni cortes en la parte frontal de la piel que
se tensa sobre el cráneo, no hay cables que nos unan y nos
electrocuten; son mis dedos que entran en su boca que pide lubricar
mi índice y mi corazón para que entren mejor en su coño. No hay
cables, ni cuchillas, ni mallas conductoras que tiran hacia arriba de
los pelos de la nuca por la tensión... No me están hurgando en el
cerebro ni las batas blancas ni el olor a desinfectante; porque no
hay cables, sólo piel.
Y
entonces entran en juego los sistemas de ventilación, nuestros
cuerpos necesitan ventilarse para no arder demasiado en el proceso.
Embisto con la cadera, recibe mi embestida amortiguándola con la
suya. Es así de fácil, pura mecánica. El aire nos utiliza como
conducto por el que viajar. Me follas. Te follo. No hay nada más. El
aire entra y sale a voluntad, nos circula. ¿Alguna vez habéis reído
a carcajadas durante el sexo? De pura dicha reímos: es un resorte
bioquímico que nos premia por hacer caso a nuestros imperativos.
Orden cumplida, dame boca, orden que se transforma en risa. Ella
tiene los ojos golfos y se le tensan los músculos bajo la piel. Ella
acaba con un estertor, se le arquea la espalda y oculta la cara y
aprieta los ojos y enrojece. Se oculta la cara para correrse bajo la
almohada, pero yo la retiro con algo de brusquedad y exijo mi premio.
Orden cumplida. Acabo -ya con mi premio- sin demasiada contundencia,
pero acabo.
Y me pongo en modo pausa. Ella también está en pausa. La orgía de información ha terminado.
Mis vecinos ya no conspiran porque han enloquecido napoleónicamente. Arrojan balones deshinchados de fútbol y anillos de oro sólo para tener una excusa buena para entrar en la casa. Llaman a la puerta de madrugada y dicen que se les ha caído un anillo dorado, que si pueden pasar adentro. A lo oscuro de mi cueva. Les cierro la puerta y vuelven con sus bebés en los brazos para generar confianza. Vuelvo a cerrar la puerta. Mis vecinos (los mismos que crearon los gallos electrónicos) han conectado altavoces en todos los telefonillos del barrio, me entero de todas las conversaciones, enloquezco. Es un plan a seguir. El frío que me entra de madrugada: latigazos de sudor rancio y semen reseco que se evaporan sobre la piel desnuda, la enfría. El parloteo es incesante, la radio, los telefonillos, los móviles, todo tiene un sistema de manos libres, de membranas de piel de elefante que sirven como incontestables tsunamis de cotidianidad ajena que lo inundan todo. Mis vecinos, quién si no. Quién. Oídos agudizados por el mal-de-paranoia, el santo Grial del conocimiento más certero que me abraza entre cigarrillo y cigarrillo, uso una taza de café vacía como cenicero. En la mesa tengo gel limpiador de manos con olor a golosina de melón (químicos que me hacen mutar en algo más más), analgésicos para el dolor de cabeza, un dolor de cabeza que deseo para que me atenace las sienes, para que me muerdan las meninges del cerebro; hace tanto tiempo que no sé qué es el miedo. Cuando lo que queda en mí de Profeta entra en el baño un montón de cucarachas caen desde el techo, crujen los exoesqueletos al impactar en el suelo, comienzan a resbalar más insectos por las paredes, las patas articuladas hacen cri cri cri contra los azulejos del baño. Enloquezco. Fuera, el aire corre refrescando las calles de madrugada, lo sana todo. Fuera, se respira bien. Adentro todo es un unto de sudor pegajoso que pica en esa zona inaccesible de la espalda. Mis vecinos siempre aceleran sus vehículos cuando saben que van a pasar frente a la casa. La casa se cae de vieja. Alguien acumula baratijas en cada habitación, parece un mal chiste, parece que alguien quiere evitar que el oxígeno entre embutiendo absurdos de plástico y falsas porcelanas multicolor. Sudo, me masturbo, escribo y confecciono un extraño evangelio que será ignorado durante 200 años después de mi muerte, que será dentro de unos 157 años aproximadamente.
Despierto de la enfermedad y tengo 30 kilos de hamburguesas rellenándome el abdomen, mis vecinos, allí en Ciudad Dormitorio están un poco más perdidos.
Notas sobre la tristeza y el miedo de los profetas (volumen IIII)
Yo + Depresión igual al Desastre. Yo + Depresión + videojuegos igual a Quietud. Me ha sorprendido mucho el Halo Infinite, pero no me refiero a cómo se siente disparar (es maravilloso) o a a fluidez del movimiento y a que, cada sensación de juego, sea satisfactoria sin fisuras. Es un juego que te premia por jugarlo sin más, sea cual sea el resultado individual o de equipo. La coña es que llevo jugando videojuegos unos 35 años, tengo 43, empecé con 8, haced la cuenta. Joder, hasta yo me he sorprendido al hacer el cálculo. En cuanto a Halo Infinite tiene algo que admiro muy mucho, más allá de las mecánicas, es su honestidad con su naturaleza de videojuego. Y esto afecta a casi toda la saga, pero se acentúa mucho más en este último título dado el tiempo en el que se ubica. Los videojuegos (exceptuando quizá a los locos de Nintendo) han ido poco a poco huyendo de su identidad estética de videojuego, se han acercado al cuanto más real mejor cuando no directamente al cine. Analizando el personaje de Halo Infinite (y el de toda la saga) tenemos al Jefe Maestro, que es un súper soldado con casco y armadura. Lo del casco, a priori, parece una chorrada, pero es mucho menos costoso modelar un casco que una cara llena de expresiones. Lo-que-sea. También es un FPS, así que... En cierta manera, el Jefe Maestro es un arquetipo infantil que sólo sirve para jugar.
¿No estás plagiando a tus youtubers predilectos de videojuegos? Descaradamente, sí.
Es curioso el efecto que tiene la literatura de Alberto Masa sobre mí, me da muchas ganas de escribir, de hacerlo desde él, y no desde mí, sino de él para mí. Me impulsa a transfigurarme en Masa, perdido en Brunete, perdido en Madrid (en tiempos borracho), perdido en el mundo, dentro de un psiquiátrico, devorando a un pajarito vivo que es el mismo Dios. Ninguna literatura me influye de ese modo, leer a Masa es como leerse de golpe TODA su biblioteca, y claro, siendo una biblioteca alrededor de la cual se construyó su casa, porque primero fueron los libros, un millar quizá, y después vinieron las paredes de ladrillo, los suelos de tarima y la cocina donde habita su pájaro Charly; siento un empacho literario que debo sacar. He de reconocer que desde que leo a Masa soy mejor escritor. Aunque me aguanto las ganas y me quedo en mi rincón, me tiene a su merced desde que comenzó el combate. Es tanto lo que ofrece este tipo en sus libros, este hombre de dedos torcidos, al que tengo la suerte de que me permita la cercanía de llamarle bro, después de una coma de vocativo, es tanto lo que ofrece con su aspecto desaliñado, porque está leyendo biografías, porque está escribiendo cuentos para empacharme y, que yo mismo, escriba un poco mejor, porque está escuchando unos quinientos discos de jazz. Probablemente estemos hablando del más auténtico escritor de este país de mierda, porque lo hace desde la necesidad de no caer en una nueva pesadilla, porque lo hace desde un ser que es LITERATURA, Masa escribe como respira o respira como escribe. Hay una identificación directa entre Alberto Masa y la literatura. Alberto Masa ES literatura. Un chute de la NARCO-literatura de la más pura que se puede encontrar, directa desde el cajón más oculto de Kafka, de las frases que nunca se atrevieron con Bolaño, de autores que ni siquiera conocéis. Masa es el mejor dealer de literatura que podríais encontrar, olvidad al trillado Vila-Matas. Es capaz de escribir una oda maravillosa a una maravillosa cabra, y después, golpearte con una emotiva narración sobre su amigo (Héctor) fallecido. Y, si fuera droga lo suyo, que a veces lo parece, sería una muy adictiva y cruel. Lees unos relatos y te llenas de literatura; los riñones de Masa no filtran el talento ajeno, sus suprarrenales producen la más espídica (y loca) adrenalina..., entonces sucede que toda esa literatura TE golpea en la boca del estómago, los pulmones se vacían de aire, y tienes que ascender de esa sima de profundidad abisal y salir a golpe de palabras. Porque te acaba de aplicar la tortura de la brea y las plumas. La literatura y las palabras que, ahora sí, y gracias a lo leído pueden salir sin pudor, sin que quepa el error. Todo para huir del horror de no ser él, de no poder escribir como Masa, porque sabe cómo hacerlo, sabe cómo escribir y acertarte en el centro. Después de leer a este hombre de dedos torcidos nada sabe igual. Hay dos tipos de escritores en este país de mierda: el resto y Alberto Masa..., el cabrón es el primus inter pares de la literatura española.
Nos encerramos en una casa y escribimos una novela sobre la luz que hay oculta en la locura, una orquídea nemea arrancada del fondo del Ruido Terrible, y esto es una amenaza. Ya estoy llegando al parque donde los OVNIS donde la magia y el tiempo nos empuja a gritar en francés: Asesinos de la policía. El parque estaba en contra. Ya estoy llegando al segundo párrafo. Doble salto.
Ya estoy llegando a deshacer el ardiz: Se trata de un mapa de beats, de palabras suaves que ocultan una cuchilla infectada con el virus de la inteligencia, se trata de un estigma sangrante donde nada el Kraken..., y de pensarlo tan profundo ando sumergido pero no sirve pues aún no me ahogo. Parece que esta mutilación sincronizada va a estirar el espectro al máximo. Y es que el niño de dentro sabe nadar o no rendirse. Polizones. Los hay por todos lados. Y algunos tienen suerte de haber podido elegir traje, otros sólo debemos preocuparnos de en que barril escondernos. Y esperar.
Ya estoy llegando. O eso parece. La habitación toma tierra y la ciudad se ha retorcido como un nudo marinero. Alguien ha cambiado las reglas sin avisar. El paisaje ha cambiado. Otro nuevo polizón, aspirante patético a lider de tribu se ha autoproclamado director de orquesta. Y no suena nada bien. Nada de lo aprendido sirve. Todo conocimiento es subversivo y sospechoso de afanar tiempo y trabajo. El tipo hace aspavientos y torpemente el barrio/trinchera es empujado hasta su redil. Pastoreado por pequeños matices. Nada de lo aprendido sirve. Sin querer cojes la soga y la rodeas en tu cuello. Un perfecto nudo windsor con que apagar la llama. Un nudo insalvable con que colocarte en tu sitio. Vuelva a la fila soldado. Solo le queda una oportunidad. ¿Y que vas a hacer? Pues lo obvio, empujar.
Ya estoy llegando... Una bruja me dice que NO, que va a haber MUERTE, me dice en el barrio-naufragio donde todo el mundo danza, danza, danzan benditos. Estamos fumando para matar al tedio, escribiendo duro para haceros florecer: Palabras malditas que anteceden a la masacre, le preparo la cena a la bruja y me muestro amable porque nos apetece. Este juego se derrama desde mi cabeza y salpica con su luz al mundo. No quedan excusas y quiebro al destino de la humanidad con un legado de FUEGO. Paso mi mechero, cedo mi espacio y mi destino parece cambiar, es la última oportunidad de ser en un mundo nuevo. They keep calling me... They keep calling me... Así nos vamos a dormir en un parque, a soñar con rosas neon y rayos que nos electrocutan como si fueramos David Bowie... Ya ESTAMOS llegando.
A + [SoL] = ?
Gracias a Nacho por la colabo en este texto, ¡seguimos!
No queda ni una molécula de mal en esta costra de cemento que piso. Si sale el sol me pongo contento si me pongo contento sale el sol, cosas extrañas que parecen verdaderas. Le explico a la recolectora que formulo, en matemáticas inventadas, poderosos hechizos. No somos (yo y mis ellos) los primeros en transitar este camino, pero lo llevaremos hasta el final del principio del empezar en media res; es lo que yo llamo... Qué más dará lo que yo experimente, lo verdaderamente capital es lo que traigo-encauzo. No son mis palabras, son las nuestras... Una canción que reza al lado de un altar improvisado, la guerra entre los parietales, la palma contra el puño... Todo eso le cuento a la recolectora.
La recolectora se ríe. Antes. Fracciona. El tiempo. Con. Un. Mohín. Sonríe como un gato cae de pie. Le cuento esto, se ríe, y el tiempo se queda enredado en la pista de baile del parque. Está contento. Se retrasa. Husmea, el tiempo, en cada suela de cada zapato de cada ser danzante. Ellos saben que hoy la policía no va a venir. Es el momento en que el capitán sale a cenar y los marineros... Es el momento en el que parece que el profesor de Historia no llega y los alumnos...
Es un festejo de la calma.
Recuerdo que cuando dejé de mirar hacia dentro desaparecieron los abismos y quedó el mundo, sin más. Lo disfruto. Y el tiempo enredado y divertido pacta una pausa para nosotros, un iglú para que celebremos dentro la esperanza de estar ahí mismo. El tiempo no se ha ralentizado, ha decidido florecer en un parque de Lavapiés junto a la recolectora, a un montón de gente que vibra y a mí que tomo notas para escribir esto. Es la colabo más tocha que he hecho. Aquí, en un pequeño cristal que albergo en mi cerebro, están todos los seres danzantes del parque.
La canción, un disco de punk progresivo, me devuelve un merecido abrazo. La canción me impulsa, la voz de Robe ya no está rota: Es...
Han pasado veinte años, compañero. Hemos vencido. Está claro que hemos vencido en algo porque estamos festejando. Siento una dicha de intensidad Lo Necesario, siento al tiempo riendo detrás de la oreja, no nos agrede, el tiempo, por una vez no nos AGREDE.
Todas las nucas están soriendo y me gusta. Todos los ojos mirando hacia fuera y me gusta. El tiempo enredado en las palabras que estoy por rescatar.
No queda ni una molécula de mal en esta costra de cemento que piso. Y, el tiempo, enredado corta ese hilo con el sufrimiento en el que me perdí tanto tiempo.
No olvides escribir con el estómago vacío. No olvides la santidad del AGUA y los restos de nicotina (en cualquier formato) por toda la habitación. No olvides tomar tu medicación para bajar un poco toda esa cafeína eléctrica que has consumido. Has de hacerlo y ni siquiera sabes cómo, solo reconoces el porqué primigenio de toda esta mierda. Ya sabes. Haz de hacerlo.
Tengo unas cuantas novelas por leer, unos cuantos pantanos en los que meterme sin guías nativas, y hacerlo, para encontrar el árbol milenario de la fruta de la CERTEZA. Es tan dulce, la fruta, que empalaga hasta la náusea... Mientras siga escribiendo mis demonios no podrán tirar de los músculos de mi espalda hacia atrás... Mientras lo haga todo FLUYE hacia y desde la NADA. La NADA no es más que la ausencia absoluta de interrogantes alrededor de mi cabeza y la DUDA clavándose en mis ojos. No os llega porque no quiero que os llegue. Ella sabe. Él sabe. Vosotros no. Es lo que hay de momento.
Y, desde este momento, no sé cómo debería sentirme... Les dejo hacer su trabajo: las palabras se van desordenando desde el momento en el que aparecen en la pantalla. Somos los escritores Benditos. Nak y yo, pero nos cuesta acostumbrarnos al picor de lana de la bendición. Tenemos el flow, la falta de criterio y fuego en los pulmones; ya sabéis de qué hablo. No se trata tanto de arder o arrancarse un pedazo, creo que se trata de hacer arder las chozas de los aldeanos y llevarse a todas las virgenes del pueblo: fornicar con ellas y devorarlas después..., al contrario también le vale a un escritor Bendito con piel y aliento de DRAGÓN.
La identidad del escritor Bendito debe estar con un pie en el Yang y el otro también, así se puede inclinar la cabeza y husmear el Ying, a ver qué pasa. El talento del escritor Bendito no importa, es un canal y no el emisor (teoría de la comuncicación, ya sabéis), su genio, si es que lo posee, radica en la raíz de un montón de cosas que se intuyen, pero para las que las palabras son insuficientes, ya sabéis.
Así de mediocres somos los Escritores benditos... Que no sabemos HACERLO.
Últimamente cuando eyaculo, ipso facto, suelto una carcajada. Creí que eso mismo me iba a pasar cuando terminara (y yendo por las últimas páginas fue el momento en el que lo pensé) el libro de Jorge Morcillo. Pero no, y dejemos de hablar de mí.
Los recuerdos me zumban en los oídos y van llegándome en oleadas... Sueño con cielos que se derrumban y escarabajos revoloteando alrededor del sol.
ALMA, RABIA, ARTE, VIDA
por
Laura Maldonado
La tal Laura escribe esta novela de Morcillo, es un tropo tan común que ni voy a explicarlo. Tal vez, lo primero que llama la atención de la lectura de esta NOVELA es el uso de las reiteraciones, un uso exquisito que entra con suavidad como seda contra seda. Nota aparte de todo: Su lectura me ha llevado unas cinco horas, me la he bebido como si fuera una yonki-lata de Burn, de un único trago. Así, a machete y porque lo merece, lo pide, casi lo exige (la novela, digo). Final de la nota aparte de todo.
Otro rasgo importante que tiene es el sentido del humor que te impacta cuando menos preparado estás, me he descojonado como una decena de veces en una novela de 117 páginas y que NO es de humor; eso está muy bien porque los temas que trata como el ALMA, la RABIA, el ARTE y la VIDA son de poca broma, tú.
¿Empezamos con la reseña en serio? ¡VENGA! Empecé su lectura con algo de extrañeza, en la página 21 ya me tenía cogido por los huevos y tirando FUERTE, pero no me dolió: en mi cabeza solo sonaban aplausos PLAS PLAS PLAS, y el clásico de las RRSS: Sí a todo. Salvando las distancias con Nietzsche, no me lo he pasado mejor (leyendo, digo) desde que devoré 'El Anticristo, una maldición sobre el cristianismo' cerca de un polo maníaco y ciego de porros y con 20 años ¡Toma comida de coño, Laura! Y digo Laura y no Jorge Morcillo porque el autor nos acoge perfectamente con la voz de una poeta desquiciada por el mundo de los mediocres, la España de los mediocres, la LITERATURA de los mediocres y algo de ansiedad y mucha RABIA hacia los cerdos (en plan babosos) y hacia la psiquiatría..., la comparativa con el viejo bigotudo no es gratuita, es SUBJETIVA, tanto como lo puede ser la visión del asunto de un solipsista.
Lo que quiero decir es que Laura no deja títere con cabeza, es una decapitadora nata, se rodea de personajes fascinantes como EGI (capaz de decir cosas como: "En realidad, querida Laura, solo existe una ciudad interior y exterior en el mundo: POMPEYA". Y no estamos ante una obra nihilista aunque lo parezca por esta última frase, no me sean reduccionistas, cabronas y cabrones. O el gaditano Samuel que suelta sobre política: "(...) Los de Franco van por derecho, aunque sea otra sucursal de los neoliberales, pero por lo menos son honestos con sus propias ideas: es decir, que son honestos en ser honestos y en seguir siendo honestamente unos franquistas de mierda". Y la hostia se escucha en Pernambuco, bro.
Y es que va de eso un poco, de hostias como panes que, a más de una y de uno, le va a deshacer esa FALACIA que llevan por alma y van a llorar hasta sus muertos más frescos.
Hablemos de mis sensaciones con la obra y no solo de lo que ofrece a nivel estético o temático, querida Laura. Me reitero en que me has hecho reír, me has hecho casi llorar, me has abrumado, me has contado cosas que ya sabía, pero HAS hecho que no me sienta SOLO en este mundillo, el literario, tan putrefacto como los advenedizos que escriben género Z (A ver, ya basta de zombies, pesadas y pesados). Eso era solo un ejemplo, pero sí va por ti. En definitiva, estamos ante una obra que según parte de su discurso está abocada al mayor de los fracasos y es que, como "decía" Quevedo: "El que escribe para comer ni escribe ni come" ¿Sabéis más de literatura que Quevedo ahora? ¡VENGA!
Últimamente cuando eyaculo, ipso facto, suelto una carcajada. Creí que eso mismo me iba a pasar cuando terminara (y yendo por las últimas páginas fue el momento en el que lo pensé) el libro de Jorge Morcillo. Pero no, me erizó todos los pelillos de la nuca y lloré de DICHA.
Anarco-Literatura primitivista, y que si bien no me ha volado la cabeza, me ha hecho sentir casi todo el espectro de las emociones HUMANAS. Bravo, Laura.
Título: De cielos y escarabajos
Autor: Jorge Morcillo
Edita: Niña Loba Editorial
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