Menudo elemento, el padre de Cenicienta. El puto Walt Disney nos hizo creer que estaba muerto, pero en realidad estaba de parranda. Qué fijación por la tortura infantil, papá Perrault, fijación de las de llevar una foto de la silla eléctrica en la cartera. Un juego de cuchillos chinos. Unos alicates. Conste en acta que esa sonrisa con la que leéis estas líneas delata que lleváis en los bolsillos el morbo sádico de la Báthory, el morbo sádico de un águila de sangre, el morbo sádico de los primeros obispos. Yo quería introducir con suavidad la figura de Ravel en esta ecuación rococontemporánea, pero se me han adelantado la terribilità de Euterpe montada en la literatura del exceso, los cuentos de las criadas tañedoras de vihuela, la antolorgía de Hildegarda en su convento de filarmonías. Y entonces, solo entonces, se pueden escuchar con nitidez los bufidos ternarios de Jean Echenoz tarareando el Assez vif, trés rythmé mientras mata a puñaladas al padre de Cenicienta.
mayo 26, 2023
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