julio 01, 2023

Procrastinar

  Procrastinar es deporte nacional. Como lo de los huesos de aceituna, pasar farlopa o leer a Pérez-Reverte. Increíble todo lo solemne que tengo aún por escribir y aquí me tienes, escribiendo en círculos, a pasos cortos, venecianísimo, eso sí, como a mí me gusta, en fin, literatura. Algo hemos avanzado desde que papá Perrault entró en nuestras vidas, algo se ha descalcificado. En torno a Caperucita, el bosque y el lobo se ha perdido el tiempo que buscábamos, el tiempo de Proust, el tiempo de Momo, el tiempo de Hawking. A lo mejor para encontrarnos hay que prescindir del tiempo, revolcarnos en la física cuántica. A lo mejor hay que tirarse como Cooper en un agujero negro y ceder el control al amor, sobre todo al amor propio, entrar con fe en teseractos imposibles y conocer a tu yo anciano, a punto de palmar por una insuficiencia renal severa, ya sin tiempo para leer lo último de don Arturo, pasar farlopa en el barrio y olivica comía, huesecico al suelo. Ese era mi sueño, Hans, le comentó en un aparte la Chastain al Zimmer, una vida a la española, para que tú me entiendas sin preludios ni fugas, sin forma sonata, sin pavanas ni zortzikos ni menuets. Hans apuró con lentitud su cerveza, ya sin tiempo, y sentenció atemorizado: yo estuve allí, Jessica, una vez fui teclista de Mecano. 

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