Hoy me he levantado tarde para hacer el zumo, ella ya lo había hecho. Aún me duelen las piernas por la carrera de 40 minutos que me pegué (¡Crac! Hicieron mis pulmones)hace 2 días. Fumo cigarrillos sin encender y tomo café mientras escribo esta NOTA: el dolor que sentí durante la carrera me llevó (miento) a pensar en lo que me gusta el dolor, dicen que en 3 semanas de correr tu cuerpo comienza a generar endorfinas, yo corro por el dolor, por el ácido de batería que consume las fibras de mis músculos, por los pinchazos en los alvéolos pulmonares (cuánto sabes, querido corrector), por el sudor que se atrofia en mi piel, por el otro lado que está más CERCA. Corro porque me odio y me produce sufrimiento. Pensar en el dolor, en su necedad, en nuestros imperativos biológicos que nos obligan a retirar la mano del fuego -yo tengo a esos pequeños cabrones redomados; con collar de castigo-: cuando acabe esta carta iré a correr (fuck yeaaah!!), a sentir el pésimo malestar físico, el castigo prometido en una infancia llena de MUERTE, DUELO, y llanto a ocultas en el baño: debía tener 3 años. Y el médico de familia le recomendó a mi madre, pobriña, había perdido a su secuestradora emotiva, mi abuela, máxima deidad en el fondo de mi alma, que no me hablara mais de muerte que podía volverme depresivo JAJAJAJAJA, ¡¿QUÉ ESPERABAS, CABRONAZO!? Recuerdo que fue el mismo médico que me visitó -qué pensaría el hombre- cuando tenía catatonia depresiva a lo Cotard, y que "me" ofreció un ingreso que mi madre rechazó, y que "me" ofreció un gotero porque no comía (en aquel entonces pensaba que si los muertos se comportaban como lo vivos, cosa que incluía comer, enfermaban), pero no tenía domado mis imperativos aún. Así que en cuanto pude le OFRECÍ MIS VENAS para que me salvara la vida. Me aferré a esta parodia de existencia con un gesto que me costó un enorme esfuerzo y que llegó tarde porque ya no había nadie en la habitación, creo, y creo que nunca me llegaron a poner el gotero que "me" ofreció el médico de familia, pero que salí de aquel agujero porque la muerte, estar muerto, también me producía un enorme taedium vitae: aunque estaba corpore insepulto total, algo me sacó de allí, tal vez, unas pastillas blancas en forma de pentágono con la puntas redondeadas. Recuerdo que la Enana Marrón lloraba viendo el despojo de hijo que tenía, que no quiso ingresarme, que no quiso ver-"me" con gotero..., su amor, el de MADRE, me salvó de bebé 2 veces, pero casi me mata de inanición: es mi muerte por inanición que me vino a visitar, escribí una vez en la vieja Olivetti que nos vendió un conductor de autobuses seguramente para comprar con el dinero ginebra con la que rellenar sus caries. Bocas cariadas con olor a ginebra. Padre vomita borracho, se echa la pota, tengo 5 años, más o menos, por encima mientras MADRE hija del mismo HISTRIÓN, le chapa una bronca. Yo no entiendo una mierda, pero le digo a Madre -qué pensaría el médico de familia cuando vio el despojo de huesos en el que cualquiera podía soplar en que me había convertido- que me da pena.
Mi alma..., mi psique, mi más profundo YO en medio del puto patio de colegio, bajo un hermoso sol y lleno de palizas-unjustice-for-all, pero especialmente para "El Jose" que se ocultaba de la tremebunda horda de peques adorables de Ciudad Dormitorio que habían aprendido el primero de los prejuicios: la higiene. Le llamaban Cochino porque trajo, el primer día en párvulos, la cara llena de churretes y mocos, le dieron duras patadas -saltamos a una presentación, y estoy casi borracho contándoselo a una psicóloga clínica en prácticas, la paliza que le dimos, bueno, yo, como cuento la historia, me reservo el papel de mártir empujado por la masa y cuento la segunda GRAN VERDAD de mi vida: que allí, la primera patada que le di al Jose (pongamos que se llamaba así el crío) me gustó, la segunda me desconcertó, y la tercera me hizo sentir MAL, era la culpa que hacía knock knock en la puerta de mi ALMA: ese momento FUE una brecha entre YO y el RESTO. Recuerdo al pequeño cabronazo que me jaleó (recuerdo perfectamente su cara) para que le diera la primera patada: BRECHA y RUPTURA. La psicóloga clínica en prácticas comienza a verlo todo tamizado por unas lágrimas que distorsionan mi presencia y la acercan a algo bueno... Aún no sabía lo que iba a hacer... Aunque no hiciera nada; estaba preparado para sembrar un poco de dolor- duras patadas, ellas y ellos, el chaval lo único que quería era sostener su merienda, y yo muero un poquito cada vez que pienso que no pude defenderlo, que me puse del lado de la horda y desaparecí, y cuando lo hice, lo hice para salvar mi PSIQUE. Suena El Hombre de la Heroína que va a volver a A Coruña el 14 de julio del presente, creo, o eso me han chivado. No sé qué cojones quiere de mí, si es que hay correspondencia entre mis delirios y su realidad. La historia del Jose (le puso ese nombre Anita G., de nombre real Ana B. y me dijo que tendríamos que hacerle una fiesta de cumpleaños: por ello quiero la inmortalidad, para celebrar, y encontrarme algún día con el Jose, who knows). Esta mierda de nota de suicidio sin entregar (ii) me está quedando demasiada llena de vitalismo. Pero lo cierto es que HOY no siento ganas de morir, por eso, escribo una nota de suicidio. El afán de superar las 2.000 páginas me empuja, tira de mí más bien, como aquel pequeño cabronazo rubio: ya había como 17 personitas pegando al Jose, que quería huir de allí, de la jauría, escondiéndose en su centro y protegiendo su comida del recreo. Ojalá le haya pasado lo mismo que a aquel personaje del hip hop, Wifly, que tenga un pitbull con el que intimidar a los payos y una navaja mariposa para matarlos, para matarme algún día.
Todas estas cosas me dan ganas de un verdadero intento autolítico que nunca llegaré a cometer... Si lo haces, ELLOS ganan, me digo una y otra y otra y otra puta vez. Que os follen.
FINAL DE NOTA DE SUICIDIO SIN ENTREGAR (ii)