Metástasis
con centro en crujiente cereal, cáncer de boca, bocetos en colores
ocres colgados y por el suelo, los restos de una pelea de bar en una
sóla losa. Restos de papelillos de carnaval, un par de barriles de
estramonio completamente secos, tiras de piel de plátano a medio
liar junto con una cucharilla en la que se ha hervido algo de nuez
moscada, restos de nexus en la tapa del CD, micro-dosis de LSD en
papel secante troquelado con diseño de cómic, toda una juventud que
se vomita en el tigre de un bareto, peleas, peleas que se `pierden en
el parking de la disco, todos los ancestros de un punki son muchos
ancestros. Papel celo y cinta americana, tijeras y cola, algunos
bolis, lápices y rotuladores y marcadores, viejos libros de poemas
rescatados de la basura para carne en lámina de collage, poemas
manuscritos en viejas máquinas de escribir, enumeraciones,
enumeraciones, y los restos del naufragio de un miércoles. No hay
fanta. El limón hirviendo en el fondo de la garganta junto con
tendones mandibulares que se deshacen en ácido; la ansiedad me
devoró la carne, perdí 27 kilos y gran parte de mi masa. Cuando
hablo del mal, la gente sabe que ni miento que ni invento, saben que
lo digo en serio, cuando hablo del mal la gente se calla porque saben
que soy honesto; que puedo serlo.
...
y dónde queda la piel, oquedades llenas de terminaciones nerviosas,
lame, lame, lame esas tetas, los pezones, un escroto. Tantos cuerpos
confusos de continuar en la costilla del amante, lame, lame, lame ese
cuello. Toca, toca, mete los dedos y muévelos dentro.
Dónde
queda la polla y dónde queda el cerebro. El centellear
electro-químico entre neuronas funcionales. Un torpe flagelo que
descarga el electrón al disparo de la NADA. La muerte de lo que
podría haber sido un acto o un olor, perfectamente. La muerte de lo
que podría haber sido la fe, la extirpación de un millar de
comienzos, el rezo, el rezo y el reo. Recuerdos que caen como en un
pozo de brea, despacio y absoluto, yo soy Elvis, yo soy Elvis. Yo soy
la estrella de rock rodeado de viejos indecentes. Creemos que saldrá
de aquí mejor, Doctor, tome sus pastillas. Comprimidos blancos con
sabor a muerte retrasada, comprimidos amarillos para la pena,
comprimidos blanqui-rojos y capsulas moradas para la sed del alma.
Prescolar y ouijas mal cerradas; hay algo aquí dentro, hay algo aquí
dentro... conmigo, en el surco de lo acontecido y fracturado, en la
herida permanente de despertarse cada mañana. Hay un cadáver dentro
de mi ropa y no puedo sacarlo. Hay un muerto en mi lugar, hay un
aparecido cuando doblo una esquina del pasillo. Enciendo el leño y
sigo manejando la antigua locomotora,las coordenadas son un pueblo
pesquero, en la ruina, hay caballo en circulación y hace mucho que
no importa nada. La escritura. Los restos pegajosos en la taza de
café. Hay una gota que ahora mismo se está evaporando sobre la
alfombra. ¿Hay una alfombra? Los pies descalzos y llenos de tizne.
El polvo que alguien trajo del camino, el retroceder en cada huella
de arenilla y basuras. La continua reinvención del YO a través de
los delirios de grandeza, la copa del árbol que arde y habla la
lengua de enoch, ser hijo, padre y espíritu una y otra y otra y otra
vez en el huerto, orando y huyendo de la muerte. Padre, por qué
estoy en tus planes como carnaza. Padre, el hijo muerto se eleva
sobre sus cabezas. Padre, mira esta herida, esta laceración, mira y
contempla la prueba de amor por ellos sobre mi piel. Cristo dudando
es lo más cerca que estará el hombre de ese dios. Te comes un
pajarito que es el mismo Dios, y todo se apaga. Valga el homenaje.
Valga el plagio voluntario y el querer hacer propias palabras ajenas
porque también encajan dentro de uno. Eso sea lo que sea. El error
induce al pez a aplastar la cara contra el cristal. Esta vez no,
muchacho. No.
Acantilados,
aves y vida marina que parece el génesis. Meteoros que cruzan el
cielo señalando cada nuevo mesías recién nacido. 187 trompetas,
500 hombres, la santidad y la guerra a continuación, lo bendito y la
muerte