junio 10, 2023

D.I.O.S. y los hombres de JL Pascual, una reseña

 JL nos ofrece un clímax. En cuanto leemos dos frases del relato ya estamos en el clímax. No hay contexto ni explicación alguna: esos buzos está dejando caer sus botellas amarillas de oxígeno y ya es un clímax, se desnudan y follan. 

Es un texto que evoca imágenes de manera correcta. Vemos El gran azul de Luc Besson a las primeras de cambios y Crash de Cronenberg inmediatamente después. Hay una máquina llamada D.I.O.S. que te provee a nivel químico de todo lo que necesitas para la experiencia swinger masoquista subacuática más extrema y extraña posible. ¿JL qué cojones te pasa en la cabeza? También hay un batiscafo que ilumina la escena (y sirve como indicador luminoso de avance de la ceremonia) al que se refiere como EVA. Judeocristianismo is comming. Y ya lo tienes encima: Ancárgeles, Querubines, Morenas y Tiburones amarillos. 

Todos los buzos saben que el cielo, cuando estás abajo, no es más que la superficie del mar. El cuchillo y la sangre, las colas batiendo y generando borbotones de burbujas y corrientes heladas que te pasan por la rabadilla y erecta tus pezones y tu polla. Ese tipo de cosas enfermas debajo del mar.


En lo negativo decir sólo que no hay contexto, menos que en The Cube, lo que facilita, junto con el juego de mitología católica, la libre pero encauzada interpretación de qué cojones está pasando allá arriba. Por encima del cielo que no es más que la superficie teñida de sábanas de sangre y carne. Hagan sus apuestas, suelten sus bombonas de oxígeno, no hay que temer porque D.I.O.S. proveerá, y folla con esa pelirroja rolliza. 

Why not? 


Podéis encontrar este relato en ANTOLORGÍA, coordinada por Lorena Escobar, ¿el sitio? Amazon. Venga, no os quejéis que pillar un VVAA en Amazon es lo menos hijoputa que vais  a hacer esta semana.

 

 


 

junio 09, 2023

La Hijastra



Mi madre es la amante del presidente.

No tengo la culpa de que se le ocurriera estar a solas con el presidente. Aunque un presidente nunca está solo. Y en realidad no podría estar segura si fue el tierno presidente quien quedó flechado ante la visión de mi señora madre o si fue ella quien le hizo guiños, como un semáforo en buen estado, hasta que él se detuvo en la Roja.

Atención. Emergencia. El señor presidente ha fecundado una idea genial.

HAY QUE AMAR.

Es preciso amar para que Todo salga Adelante.

Busquen a esa mujer.

Y mi madre dio el paso al frente.

Como no había un zapato para probar, no hubo ceremonias expectantes.

Es mi culpa que no existiera un zapato.  No tuve tiempo de comprar zapatos nuevos a mi madre. Tuvo que ir con los viejos, remendados.

Los mandatarios tienen muchísimas cosas en su agenda. Incluso, muchísimas ideas en sus cabezas. Por eso, aunque el amor creciera dentro de su pecho, el presidente no lograría retener muchas horas la imagen de mi madre.

¿Resultado?

Un presidente loco.

Porque nadie puede ser poseído por un sentimiento tan fuerte sin tener muy claro hacia quién va dirigido. La sin razón lo abofetearía tan fuerte hasta que el país quedara sin un mandatario cuerdo.

Entonces la culpa del descalabro de mi país habría sido toda mía, por no conseguir zapatos nuevos a mi madre.

¿Cómo cargar sobre mis hombros la culpa de toda una nación?

Gracias a dios mi madre supo dar, una vez más, el paso al frente. Logró salvarme de la inminente culpa.

Y ese pudo haber sido un final feliz.

Pudo.

Pero la convivencia familiar es un asunto harto difícil. A pesar de mi salvación supuesta no soy una excepción. Como todos tengo dificultades a la hora de compartir mi territorio…

Ya sé que para  hablar con exactitud debo decir “el territorio”, que fue lo primero que me dejó claro el señor mandamás cuando decidió venirse con maletas  y todos sus cuidadores de espaldas, nanas y cocineros – incluida una masajista del Congo -. Esta podrá ser la casa donde naciste, pero es el espacio que vamos a compartir, es la casa de todos.

A cualquiera le resultará difícil de creer que un dignatario abandone su residencia presidencial para vivir, sin demasiada vigilancia, en una casa de procedencia humilde.

Pero el amor todo lo puede.

Y de todos modo él sólo venía a dormir, o a recoger a mi madre para irse a pasear a alguna de esas praderas de flores recién nacidas, o a hacer el amor…o a recibir masajes de su congolesa, a la que dis-pusieron en mi cuarto, que dejó de ser mío para ser el de la salud del presidente.

Era importante que yo mantuviese limpio y ordenado el cuarto, así la congolesa masajista podría recibir toda la energía positiva necesaria para regalar a nuestro presidente.

Una hora antes del masaje debía salir de mi cuarto, por una cuestión de seguridad nacional, ya que los cuida espaldas debían traer a los  perros-olfateadores-de-bombas-, los equipos-detectores-de-bombas, los especialistas-en toda-clase-de-bombas y a un vudú nigeriano que desactivara la tensión dejada por tantos rastreadores-de-bombas.

Una tarde, afligida, le pregunté a la congolesa.

«¿Es que desconfían de mí?»

Ella me miró en silencio. Antes de aquel día nunca  había  sentido deseos de  comunicarme con la intrusa. Pero la idea de ser una sospechosa habitual había comenzado a deprimirme. ¿Acaso no me consideraban patriota? Necesitaba cuanto antes la respuesta de la masajista.

Tu yo más profundo necesita una rectificación a fondo. La intolerancia de tu ser inconsciente afecta tu relación con la sociedad.

¿Masajista? ¿Congolesa?

Definitivamente no hablamos el mismo idioma. Y a partir de entonces mi intolerancia inconsciente me llevó a no soportar la convivencia con ella. Un estado me llevó al otro. ¿No estaría ella para afectar la vida del presidente?

Si las nanas y cuidadores de espaldas del señor principal de nuestra República no sentían verdadera confianza hacia mi persona, lo mejor que podía hacer era ganármela. Y el mejor modo para hacerlo era descubrir al verdadero ganador del trofeo de la desconfianza.

Es decir, al traidor.

Porque alrededor de la divinidad presidencial hay siempre un traidor, como mismo dijo la masajista en algún momento, es como el Ying y el Yang, siempre que está uno está el otro, es inevitable.

A veces me pregunto qué me molestaba más, si la presencia de una intrusa  en mi habitación o la desconfianza hacia mis sentimientos políticos y filiales.

Al fin y al cabo el mandatario era, también, mi padrastro.

¿Me creerían capaz de asesinar a mi padrastro? ¿Al hombre que mi madre amaba?

¿No sería la masajista del Congo la encargada de espiarme? ¿No serían sus sesiones de energía un pretexto para informar al presidente sobre mí? Mi forma de dormir, las palabras entre sueños, mis resabios dentro del cuarto. Cada detalle, cada gesto de mi cuerpo podría ser interpretado por esta experta. Y sus palabras sobre mi intolerancia podrían derivar en advertencia…o seria amenaza.

Finalmente me sentí exhausta, confundida. Eso del espionaje y el contraespionaje no era para mí.

La mujer venida del Congo adivinó o intuyó mi pesar y me propuso, a la hora de dormir, darme un masaje.

«¿Por qué hay que apagar las luces?», estaba un poco asustada por su repentina amabilidad y el proyecto de oscuridad total.

«Ellos no pueden saberlo.»

Las nanas y cuida espaldas debían estar al tanto de la pureza de energías de la congolesa. Que sus manos friccionaran a otra persona podría devenir en enfermedad para el más grandioso presidente, o en una recaída de su estado de ánimo.

Había que agradecer a mi madre que el estado de ánimo presidencial hubiese cambiado tanto desde que la conoció. En sus discursos ya no resaltaba la agresividad hacia todo lo diferente, ni ese carácter autodestructivo que muchos creían adivinar en el dignatario, y había disminuido bastante la ansiedad de ser amado por todos y ante todo.

Comenzaba a bastarle el amor de mi madre, María.

Es cierto que el país no había cambiado mucho, quizá el único cambio sustancial era la nueva ley que decretaba la obligatoriedad del amor.

Pero, como quiera y por si acaso, lo mejor era mantener el resto de las rutinas, sobre todo la de los inmaculados masajes.

La dejé hacer.

Apagó la luz y fingimos dormir.

La mujer del Congo subió a mi espalda y comenzó a acariciarla, suavemente, para que mi piel se acostumbrara a sus manos.

El resto solo lo conocemos el presidente y yo.

De eso no fui consciente hasta algunos días después, cuando salí de esa especie de letargo mágico en el que me hizo caer la masajista.

Miraba una semilla de frijol agrietándose para dejar salir una plantica verde cuando caí en el detalle: el presidente y yo compartíamos un secreto. Pero él no sabía. ¿O sí?

¿Me convertiría el alguien peligroso el hecho de saber lo que sentía el presidente de nuestra República al ser tocado por esta mujer venida del Congo?

¿Y si todo no era más que una trampa para sacarme de mi habitación?

Que me declararan traidora sería el método más eficaz para lograrlo.

Pero un nuevo hecho me hizo salir de los pensamientos que amenazaban con volverme paranoica.

El baño no podría ser utilizado 2 horas antes de que fuera a ser usado por el presidente.

El jefe de las nanas había leído en una revista sobre un atentado que realizaron los sulúes de Manhatan a un mafioso colombiano en el baño de un hotel.

Había que tener todos los detalles en consideración. Un poco de jabón vertido en el lugar inapropiado derivaría en una rotura de cadera o de clavícula, nunca se sabe, incluso en fractura de cráneo.

Lo más adecuado era un par de horas de limpieza y revisión del cuarto de baño.

Pensé en construirme un  cuarto de baño para mí sola. Pero una de las nanas me advirtió sobre lo que pensarían los vecinos si vieran un movimiento inusual de materiales de construcción.

Nada es más importante que la imagen de un presidente. Su moral.

Así que tuve que resignarme a que un cuida-espaldas revisara mi cuerpo antes de entrar al baño.

Todo por la imagen del presidente.

No iba a ser yo quien diera la oportunidad de que me acusaran de antipatriota.

¿Y no debería aprovechar para delatar  a la mujer del Congo? ¿No era un acto de traición el que había cometido ella al entrar en contacto con mi energía? Me quedé mirándola mientras pensaba en esa posibilidad.

Acababa de salir del baño y su piel oscura aún delataba humedad.

De algún modo sus ojos sorprendieron a mis pensamientos,  me sonrió y no pude evitar sonrojarme.

Esa noche volvimos a ocultarnos de Ellos. Besó mis pies con un rezo para darles fuerzas.

«¿Fuerzas para qué?», quise saber cuando amanecía y nos juntábamos en un mismo espacio.

Sus dedos fingieron ser dos pies por el camino irreal de mi espalda.

Volví a sentir miedo.

¿Qué quería decirme?

¿A qué me estaba incitando?

¿Por qué?

Sentí deseos de salir gritando del cuarto. Llamar a todos en la casa, que me ayudaran, que me habían encerrado con una extranjera espía.

¿Y si era una doble agente? ¿Y si solo pretendía ponerme a prueba? Verificar mi lealtad al presidente, a mi patria.

¿Y si realmente yo no podía ser leal?

¿Y si no me importara nada más de esta masajista venida de África, solo sus manos encima de mi piel, de mis sueños?

Esa tarde tuve el deseo, por primera vez, de que el gobernante dejara de existir. Me hicieron salir del cuarto, como de costumbre, una hora antes de su llegada. Tuve deseos de gritarle que ella me había tocado, para impedir que volviera a masajearlo. Pero como soy cobarde me fui a la terraza a verificar cuánto había crecido la mata de frijol.

Por la noche ella estaba cansada. No tenía muchos deseos de hablar.

Al otro día fue igual. Y al otro. Y al siguiente también se negó a hablar.

«¿Acaso te lo prohibieron?»

Apenas me miró y se recogió en sí misma. Algo comenzó a oprimirme el pecho.

Apagué la luz y acaricié sus hombros.

Fue como sentir el revoloteo de miles de libélulas a mi alrededor. Y atraparlas con mis manos sin tocarlas realmente.

Por primera vez dejaba de pensar en el  presidente, en su desconfianza hacia mí, en el amor de mi madre que él me robaba aun antes de conocerla, en las nana y los quitabombas, en los cientos de zapatos de María, la mujer del presidente; en el baño y todas las cosas que apenas podía utilizar; en los vecinos; en la “imagen” de nuestro gobernante; en la traición y la lealtad. En el camino.

Todo desapareció hasta la mañana siguiente. Cuando regresaron las luces y volví a la realidad.

Y comprendí.

El tamaño de mi traición.

El miedo.

¿Qué haría en lo adelante?

¿Cómo miraría a la cara de mi madre, a la del presidente? ¿Quién era yo para poseer un secreto mayor que el del propio gobernante? ¿Cómo podrían confiar ellos en una extranjera que contaminaba, a conciencia, la energía que debía brindar solo al presidente?

¿Y por qué estaba yo obligada a amar al presidente?

Pero si decidía lo contrario perdería el derecho a mi cuarto. Todas las nanas – no solo la masajista – estarían al tanto de mis gestos, mis pensamientos.

Entonces lo grité.

«¡La mujer del congo habla con la planta de frijol todas las noches! Se lo cuenta todo, le dice los secretos del presidente….»

Es de ella de quien deben desconfiar, es ella quien le cuenta a las plantas, es ella quien se convierte en libélula. Es ella la que quiere que eche a andar, que busque otro camino. Que me vaya, que corra o que vuele.

Pero tengo miedo.


 


Porgy

 En Catfish Row también es viernes por la tarde y se masca la tragedia. Papá Perrault estaría orgulloso. Desde alguna buhardilla sale un viejo disco de Sidney Bechet despertando a los cerdos de su siesta. Bess se fue a Nueva York con su camello. No era tan tonta como parecía. Los negros remolonean aún en sus hamacas. Son los vapores y nieblas que suben del encuentro del Cooper y del Ashley los que humedecen los coños de las negras. Porgy lamenta su mala suerte, con un ojo morado, regalito de la policía. Amo a Bess. She gone, but you very lucky. Amo a Bess. She gone back to the happy dust. Amo a Bess. She done throw Jesus out of her heart. Y Porgy, el jiboso, el patizambo, se acuerda algunas veces de su cuerpo como de sirenita varada, ébano ardiendo bajo el sol en un campo de algodón, polvo para quien no la amó, sus versos humo. En una terraza de Charleston, Gershwin, Perrault y Carnero peroran sobre la belleza mientras se beben nuestros martinis, los muy hijos de puta. Nueva York es p’arriba, Porgy, p’arriba a la derecha. The saints go marchin’in. 

junio 07, 2023

Ya no escucharemos su sonido...

 YA NO ESCUCHAREMOS SU SONIDO...

Ya pasaron años desde que Gladis empezó a atacar a los veleros de aquellos pijos ricachones. La pobre murió por algún desgraciado que le asestó un par de escopetazos a la que salía a destruir su velero, como era obvio el tipo salió impune de su asesinato ya que declararon que era en defensa propia y de su propiedad privada. Aunque eso no quedó ahí, las orcas no iban a dejar que los humanos se quedaran con su mar, con su hábitat y todo lo que habían construido sin su ayuda.
Las orcas volvieron a la carga reventando yates y veleros, algo que el gobierno pasó por alto en un principio, aunque con un poco de resquemor, por el hecho de que a ellos no les iba a tocar porque suelen ir en jets privados. Tampoco iba a cambiar el rumbo de sus elecciones ni de sus políticas internaciones coloniales. Al tiempo las orcas decidieron hacer nuevas acciones, ahora empezaron a atacar a los yates que lleva la policía, ayudaban a la gente africana que surcaba el mar para conseguir una vida mejor. Les llevaban alimentos robados de los veleros reventados y atacaban a la policía que quería disparar cuando no había cámaras. Claro, aquello ya tocaba sus políticas coloniales. ¿Más gente sin papeles? Eso podía hacer que el gobierno de Marruecos se cabreará al dejar pasar a tantos y no tuviesen sus acuerdos de dejar a merced de la policía asesina matar a aquellas personas que huían de la miseria y de las guerras. Así que el gobierno tuvo que tomar medidas. Las orcas, a partir de ese mismo día, se convierten en terroristas. No se podían defender sin exponerse a penas de cárceles. Ahora la caza de las orcas, como el GAL en sus época, era algo a la orden del día. Se creó una nueva policía llamada "AntiGladis", que por casualidades de la vida el sargento era el tío de la Ministra de Defensa.
Con esta guerra contra las orcas se unieron más grupos y gobiernos. Poder asesinar a orcas sin límites y luego vender su carne, ¿por qué no? Muchos países también declararon a las orcas unas terroristas, aunque en sus países ni siquiera existieran, pero así podían hacer dos cosas: mandar sus tropas a por orcas y llevarse parte del pastel, y eliminar a gente que se supone que extendía el terrorismo de las orcas.
La industria pesquera no iba a dejar escapar esta oportunidad y se llenó los bolsillos de carne de orca dejando el océano sin ellas. Aquella guerra duró un par de años, hasta que se dejó de ver a las orcas por los mares. Ya no se podía ver como aquellas maravillosas criaturas reventaban a putos pijos con su sonido tan familiar. Gracias a todo esto las fuerzas del estado se hicieron más fuertes con nuevo arsenal y más agentes para parar el terrorismo. ¿Quienes serían los nuevos terroristas ahora que habían acabado con su enemigo número uno? 

junio 06, 2023

NO TE LO DIJE PORQUE NO LO SABÍA [se viene porno fuerte]

Hoy tenía cita con E, pero no he acudido porque dormía. Era a las doce. La culpa de todo la tiene Fluxus. Siendo borde pienso que se lo gestione con sus "conocimientos" sobre medicina tradicional china: ¡Hígado! Del hígado proviene el miedo. Eso fue lo que me dijo. Sólo eso. Estaba deseando soltar la mierda del hígado [y se siente pero ya pusimos todas nuestras fichas al vudú como alternativa]. No se cabe, eh. Además, ella, E, dijo que el mago era el que tenía que dirigir. Y el mago es un cabrón muy creativo y no necesita de su ¡Hígado! ni de grilletes en el pecho hasta el fondo de la Tierra. No sé si me explico, mi negra.

[se viene porno fuerte] es lo único que pienso a la par que lo dejamos. Te dejo por lo que te dije en el baño, mi negra. ¿Recuerdas el hotel lleno de nazis y maderos en el que casi nos matan? Recuerdo que pensaba: ¿Cuántos números de placa podré apuntar antes de la muerte orgánica? Recuerdo que eras extrañamente simpática con todos los camareros (¿Adivináis? Exacto, también eran nazis y racistas de mierda) y yo no sabía si era tu habitual despiste o sadismo de persona racializada. 

Hoy tenía cita con E y no he acudido. No vamos a comprar todo lo que nos vendan tal sólo porque lo queramos. Nah, ni de coña. Hoy no me he planteado nada sobre mi dolor, paso un huevo por lo visto, acabo de ser consciente; mientras tipeo esto. Hoy me he levantado y he vivido mi vida suave como seda contra seda, hoy todo aumenta el lago al pie de las montañas dónde no me duele nada. Después subo a la montaña a tronar con más gestos que palabras. Sé que estáis ahí, lo sé. Lo curioso, es que después de un tiempo, veo mejor sin gafas. Ese tipo de cosas. 

 

Voy a tender ropa que me espera la montaña, ella no lo sabe, pero me está esperando. ¿Si no qué hace ahí? 

  

mayo 30, 2023

Un último hilo de esperanza

 UN ÚLTIMO HILO DE ESPERANZA

Entraron al recinto disparando y matando a todos los guardias que estaban allí, no tenían mucho tiempo para acabar con su misión: acabar con todos los menores. 
Un comando terrorista decidió asesinar a todos ellos el día de las ejecuciones, decían que así acabaría esto. Era un trabajo duro y sangriento, pero, ¿cómo iban a parar sino esta catástrofe de asesinatos y violencia? 
Todos los menores, niñes de 4 años incluso, se asustaron y se fueron al fondo mientras el grupo apuntaba con sus metralletas ligeras a sus pequeñas cabezas.
- ¿Crees que esto está bien? - preguntó Cris a quien llevaba el mando en esta misión, Albert. La mano fuerte de Cris temblaba, y no por el hecho de matar ya que no era su primer asesinato, sino por lo que estaban a punto de hacer.
- Claro, no tenemos más opción. Si ellos mueren no habrá más ejecuciones. Todo esto acabará. No habrá nuevas generaciones que puedan votar a base de machetazos - concluyó Albert cuadrando la mirilla en la cabeza de una niña de 6 años.
Cris se echó a llorar al ver como disparaban a aquellas pequeñas criaturas indefensa, pudo ver como caían y como ellos se reían al hacerlo. Ella también disparó, pero no a les niñes, sino a sus compañeros. Esto creo una confusión y se apuntaron entre ellos sin saber que estaba pasando.
- ¿Qué coño haces, gilipollas de mierda? - gritó uno de los asesinos.
- Dispara a los enemigos, no a nosotros. Deja de llorar y terminemos esto antes de que vengan más militares - dijo Albert girándose para seguir disparando a les que intentaban huir del lugar.
- No. Puede que esta sea la única opción que tenemos, pero ellos no han hecho nada. Si para acabar con esto tengo que asesinar inocentes estamos haciendo lo mismo que los gobiernos. Paso - sus ráfagas inesperadas dieron en el blanco provocando un tiroteo que duró unos pocos minutos.

Los militares llegaron y vieron el escenario. Todo estaba lleno de cadáveres, tanto de gente adulta como de jóvenes y niñes, pero al contar vieron que faltaban niñes, bastantes además. Alguien los había secuestrado y ahora estaban bajo su custodia. Por los demás avisos no solamente pasó en ese escondite, sino que hubo varios escondites con la misma situación, secuestro de la siguiente generación que debía de votar dentro de 4 años.
Algunos familiares lloraron por el secuestro, otros juraron venganza por aquellos pedófilos secuestra niñes y otros se alegraron de saber que no iban a tener que soportar nunca esta democracia. Ahora serían libres, o al menos ese era su último hilo de esperanza, ya que no querían ni que murieran ni estuvieran en manos de pedófilos.

mayo 26, 2023

Parranda

 Menudo elemento, el padre de Cenicienta. El puto Walt Disney nos hizo creer que estaba muerto, pero en realidad estaba de parranda. Qué fijación por la tortura infantil, papá Perrault, fijación de las de llevar una foto de la silla eléctrica en la cartera. Un juego de cuchillos chinos. Unos alicates. Conste en acta que esa sonrisa con la que leéis estas líneas delata que lleváis en los bolsillos el morbo sádico de la Báthory, el morbo sádico de un águila de sangre, el morbo sádico de los primeros obispos. Yo quería introducir con suavidad la figura de Ravel en esta ecuación rococontemporánea, pero se me han adelantado la terribilità de Euterpe montada en la literatura del exceso, los cuentos de las criadas tañedoras de vihuela, la antolorgía de Hildegarda en su convento de filarmonías. Y entonces, solo entonces, se pueden escuchar con nitidez los bufidos ternarios de Jean Echenoz tarareando el Assez vif, trés rythmé mientras mata a puñaladas al padre de Cenicienta. 

mayo 25, 2023

Deglutores de especia o especiáfagos vol 2

 Deglutores de rocas doradas preparan su compota con un pez oculto en la palma de la mano. No les hable, que están a punto de desayunar y ejercer de elegantes en medio del yermo. Deglutores de rocas doradas disuelven su compota cristalina en un café mediocre. clin clin clin: la cuchara contra la loza. Tienen los labios tiznados por los vapores del opio que inhalaron sus abuelos. Artaud, hazte mago negro, anda.

¡Los locos nunca manejarán este BARCO! Tarde, eh. Parad de lanzar proclamas decimonónicas como el Litio. Toyacos psiquiátricos reciben relojes de marca de un visitador médico [gran perfil comercial: muchacho ¿me pregunto si prefieres ser del Planeta o de Los Pingüinos? Porque la cara de puta ya me traes, ¿eh?].

Esa gente que hace que me odia y no paran de tomar notas de cómo se HACE cuando HABLO. Sólo somos yo y mi ellos: todos tenemos de eso. 

¿En serio estáis criando purasangres para intentar venderlos a las caballerizas del Señorito andaluz? ¿En serio? NO SABES QUÉ ASCO ME DAS. Pero te quiero igual, eh. Sólo que prefiero no escucharte, no verte, no leer tu bazofia ni pensar en contarte todo lo que sé de ti. 

 

Ánimo, ya llegará. 

 

Desbarrando con especial dedicación a casi todo el mundo. Ellxs saben. 

 

Not me.

 

Fdo. La mosca en el ojo 



Caramelos

Hace tiempo que los niños de lenguas inquietas se cansaron de lamer golosinas: ya nunca más caerán en esa trampa.

Ahora se esconden en lo profundo del bosque. Tras las ramas secas de los árboles. O bajo la tierra húmeda. Son huesos sobre carne y observan con las cuencas de los ojos hundidas.

Ellas lloran porque saben que las están buscando y que pronto no quedará ninguna. Todas las brujas serán mordidas por sus dientes infantiles y destrozadas a bocados con sus muelas de leche.

Masticadas. Deshechas.

Porque los niños muertos nunca olvidan a quien les ofrece caramelos.


Beth Lázaro 


mayo 24, 2023

Esto debe acabar


ACABEMOS YA


Después de tanto tiempo, ya era la hora. Las dos llevaban un tiempo evitándose, una huía de la otra y la otra la dejó de buscar, no podía estar detrás de ella todo el rato, tenía otras cosas que hacer. Ella, Muriel, estuvo planeando todo. Estaba llena de sangre y sesos, de basura y de mierda, necesitaba un baño urgentemente pero no podía perder el tiempo en ello, el tiempo no estaba para nada a su favor. No tardó en llegar la otra, la otra Muriel, que ahora ya no quería llamarse así porque no quería ser parte de ella, ya no, ahora se llamaba Sonam. 
- Joder, ¿has montado todo esto por mí? - gritó Sonam mientras se quitaba el sudor de la frente por tener que subir aquella colina - Me cago en la hostia, tía, al final vamos a parecernos y todo.
Muriel sonrió con aquella frase, pero no tardó mucho en volver a ponerse seria. Se echó su pelo mugriento hacia atrás y se dirigió hacia ella a paso firme y lento. 
- Tenemos que hacer esto, Sonam. No podemos seguir así. Por favor, hagamos esto - masculló Muriel mientras pasaba con cuidado por los cadáveres de todos aquellos nazis que se había cargado para atraer a su compañera - Ven aquí. Por favor.
Sonam se quedó mirando los monolitos a su alrededor y como estaba todo lleno de sesos. Los cadáveres habían sido asesinados con mucha violencia, como a ella le gustaba, eso era lo que le atrajo, el sabor de la violencia explícita. Se acercó un poco más a ella y se reflejó en Muriel, eran exactamente iguales, era ella.
- No podemos hacer esto. Tú eres muy blanda, quieres hacer un babanohoptero, quieres peluches lindos y dar abrazos - gruñó con rabia - Y yo quiero arrancar las tripas a los políticos, comer mierda del culo de algún muerto. No podemos hacer esto. Ya no somos la misma persona, cariño - acarició con dulzura la mejilla de Muriel que se sonrojó al tacto.
- ¡No saques lo del bananohoptero! Era un secreto nuestro... - agachó la cabeza y una lágrima le cayó por la mejilla - Antes era distinto. Podíamos ser la misma. Recuerdas aquel día en nuestro portal, fue tan..
- No digas nada de eso o te mato aquí mismo.
- Fuimos muy felices. Fue la primera vez que nos vimos. Éramos felices. Éramos una y ahora ...
- Todo ha cambiado, Muriel. Antes... te querías. Después de todo ese descuido, de caer en las drogas, en automutilarte y destruirte poco a poco, no podía estar en ese cuerpo. Ya no podía, me estabas matando poco a poco. Tenía que salir de allí
- Pero ese día en el portal...
- Ese día no fue feliz, Muriel. Fue la primera vez que empezaste a fumar y a drogarte. No era feliz, solamente estaba bajo los efectos de los porros, pero yo no quería. Necesitaba salir de allí y al salir salió toda mi rabia, necesitaba sacar mi furia. Tú nunca lo hacías, te escondiste en las drogas.
Las lágrimas empezaron a caer por las mejillas de las dos chicas, parecía que una lloraba frente al espejo, pero realmente estaban una frente a la otra.
- Ahora sí. Mira - señaló a todos los nazis muertos - Ya se sacar esa rabia. Lo estas viendo, puedo hacerlo. Solo necesito estar contigo. Que estés aquí. Que nos queramos.
Sonam no dijo nada, solamente se lanzó hacia ella y le plantó un beso en la boca, un beso que hizo que volvieran a ser una. Muriel, o Sonam, cayó al suelo de culo y se puso a llorar de nuevo. Ahora volvía a ser ella, podía dejar toda aquella mierda autodestructiva y ser feliz. Ya no era ni Muriel, ni Sonam, ahora su nombre es Gabriel. Y este Grabriel iba a ser dulce con quien lo merece y violento con aquellos que le jodieran. Rabia y dulzura. Amor y guerra. Ahora es cuando era feliz y sabía que su otro yo también lo era.

mayo 23, 2023

La máquina

La máquina me pide que la alimente. Me suplica. Cada noche oigo su voz ebria como un soplido en mi oreja y me estremezco. Sus susurros me acompañan y me tientan. Cuando duermo, sueño con esa música que rumia en mi cabeza como un martillo que me golpea el cráneo; y solo se apaga, cuando vuelvo a oírla en la vigilia.

Cuando vuelvo a la máquina. Qué paradoja.

Y siempre vuelvo. Porque estar cerca de ella, calma mis demonios durante unos instantes que valen el oro que le doy para que se nutra.

Come. Devora. A cambio me deja jugar con ella. Soy feliz mientras dura el juego. Pienso, tontamente, que algún día me hará rico. Pero, de pronto, se acaba. Las luces se apagan. La música cesa. Allí pierdo siempre más de lo que gano y finjo que no lo sé. Porque ansío la máquina. Porque la máquina me transporta a un mundo lejano. Ajeno. Extraño.

Es un portal.

Vuelvo a casa. Siempre pensando en la máquina. Mi mente se llena de música en bucle y tintineo. Tarareo. Abro la puerta y me reciben mis hijas. Me sorprendo al verlas porque la máquina logra que me olvide de cualquier cosa. Mis hijas me piden que las alimente. Me suplican. Cada noche oigo sus voces implorantes.

Pero no tengo nada. Como siempre, la máquina se lo ha tragado todo.

Quizás, algún día, me trague a mí también.


Beth Lázaro


Paradojas de Zenón

Íncipit. Los primeros son pasos breves, tanteadores. Introductorios. Tal vez circulares. Existía una idea difusa, seguramente generativa: se...