abril 07, 2024

fe de erratas de NIPS [nosebundo inducido por substancias] 1.

 El capítulo perdido del asqueroso libelo conocido por nadie como NIPS.

Rosa se siente avergonzada y exhausta. Se duele nada porque lo único que le duele es su niño, es tan noble, se dice. Rosa floreciendo a base de mutilarse las espinas y acariciándole la cabeza a Carlos para que sepa que no está solo. Que mamá siempre estará ahí, para su hijo, su tesoro más preciado, su macho. Rosa reparte naipes, y se inventa su significado para que el niño vea que sí, que importa, si no a ella o al Viejo Oso o a su hermana, al destino; al destino sí le importa Carlos. Mira, le dice, sólo te salen Oros, el As de Oros es la mejor carta, y sonríe mientra la pena le atraganta el corazón y lo quiebra. Crac, crac, hace su diástole. CRAC.

Rosa florece mientras su hijo la puede ver, él siempre espanta la mirada contra los azulejos del salón, tan noble e inteligente que es o que era, ¿lo es?... se dice; ¿lo era? se pregunta. Y le da una baraja que la ordene, y mejore su capacidades cognitivas. Se lo dijo el médico, y Laura y Antonio. Ellos sí saben. No como ella o su marido [pobre Viejo Oso está destrozado].

Rosa se autolesiona las espinas llenándolo todo de objetos, tal vez le sea útil a Carlos cuando despierte de ese infierno. Es tan noble. Ahora le cuesta ir al instituto porque esos hijos de su putísima madre se rieron de él. Es tan noble que prefiere perder todas las peleas a darle en la cara a alguno. Y, recoge unas sillas de playa, Rosa ya ni mira al cruzar desde el contenedor a su casapuerta. Rosa tiene que resolver todos los problemas de la familia, por eso no duerme, por eso le dice a Carlos que le eche cojones, que cuando quiere algo siempre lo consigue. Rosa se arranca todas las espinas para que cuando llegue el momento que su hijo le pida un abrazo no salga herido como otras tantas veces. Ella sabe que es una leona, la Enana Marrón a punto de apagarse, pero después de trajinar con todo lo pendiente en la casa, con su hijo, con su marido, dedica las noches a trabajar y ordenar todas esas chucherías en forma de muebles a medio reparar por su hijo.

Nosebundo cree que la casa cruje de noche, pero es Rosa sacándose el daño que pudo hacer al niño por quererlo tanto, ella no es idiota, y sabe que amar tan fuerte a un hijo puede asfixiarlo por un instante.

 

Por Manuel R. Sánchez Guerrer


                                                                                                    [CONTINUARÁ].

 

 

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