junio 03, 2024

(La ciencia de Kneist [un huevo dorado para ti])

Para la gente que ya lo sabía, para Mónica Ripley, para la arrebatadora Férula, para la loca fascista Férula, para la Bella Easo, para el señor que se esconde en las orejas, gente en las costillas y hámsteres en ruedas dentadas dentro del pulmón.


























"Aquí tenemos a un estudiante practicando sus lecciones. Lanza sobre un cubo de basura naranja el tapón rojo de una botella de leche. A medio metro. El tapón vuela sobre el cubo como un platillo volante. Lo vuelve a intentar. Idéntico resultado. Examina el tapón y ve que uno de los bordes está aplastado. Lo endereza. El tapón cae ahora en el cubo dócilmente. Cada objeto que usted toca está vivo, con la vida y la voluntad que le comunique."


¡Exterminador!, William S. Burroughs (1966)


"3.

La música ha cobrado gran importancia. Es la música que jamás suena igual, la música sin canciones que propone laberintos y da respuestas, posibles veredas que tomar. Antes me daba miedo elegir y la música mandaba; ahora lucho contra el miedo y mando yo. Aunque tampoco es mandar el verbo que define lo que antes hacía la música, lo que ahora hago yo. Podría ser dirigir. Ahora dirijo yo. O conducir. Ahora conduzco yo. Pero no, el verbo más adecuado sigue siendo escribir. Sí, ahora escribo yo."


No tiene nombre, Estanislao Orozco (2009)












I

El Mago


(Ciudad Dormitorio)


Cada vez que Profeta salía de un psiquiátrico lo hacía más convencido de su beatitud. De la profunda santidad del sol y de la deuda que tenía con los eclipses de luna, con la luna llena, con ella. Una semana antes corría calle abajo intentando, a gritos, convencer a su vecino J de que le diera la pistola de su padre muerto. "¡La pistola de tu padre!" le gritó para que comprendiera que el panadero satánico le había engañado e iba a matar a la Enana Marrón, su pobre madre. Diez minutos antes subía la misma calle con todo el peso del planeta sobre los hombros, era un mago-espía de la era que estaba por venir. Asustó a unos cuantos vecinos mientras buscaba al panadero satánico portal-clave por portal-clave (hay números mágicos en cada esquina del mundo). Y el mundo era un enorme rompecabezas marroquí que tenía que resolver o mucha gente que amaba iba a morir. Por eso tenía que esconderse. Tenía que encontrar a Cordero (nombre mágico del panadero satánico) y tenía que hacerlo antes de que llegaran los falsos médicos que iban a ajusticiarlo en nombre del Dios hetero-patriarcal. Profeta intuía esas balas benditas por el Dios cruel y masturbatorio de la religión católica saliendo del cañón de una reglamentaria cargada con 9 mm PARABELLUM. Su abrigo Quechua no soportó la tensión del momento y se descuartizó por la maltrecha cremallera. Asustó a los viejos que vivían en los portales-clave. Luego, frente a la casa de su madre (y sin la pistola de su vecino muerto) intimidó a otro vecino con pintas de agente doble, de sicario enviado por El Vaticano para detenerle. Sólo le puso las llaves de la casa de su pobre madre en la cara, pero lo hizo como si sostuviera un arma de filo letal. El sicario comprendió y dio unos pasos atrás sin dejar de vigilar la llave que sostenía Profeta. Un psiquiatra que estuviera allí diría que ese caminar hacia atrás no ayudó demasiado a Profeta, pero esa no es una historia de locos sino de cambios: ¿No lo hueles en el ambiente?


Una vez, muchos años antes del incidente que dio con Profeta en el psiquiátrico por tercera vez en su vida mortal, cuando aún no tenía ese nombre mágico, estuvo jugando con hongos sagrados. Sacó la idea de una entrevista a Marylin Manson en la que declaraba que le gustaba tomar LSD a oscuras. Tenía un montón de hongos sagrados y estaba cansado de tomarlos en la ciudad de Cádiz (se había cansado de mirar con ojos de un dios menor la catedral, harto de ver cómo el tiempo se desplazaba entre y sobre los edificios, la hierba de Plaza España brillando brumosa y verde y blanca y azul; palpitando), así que decidió tomarlos a oscuras. Los tragó mirando a los árboles del patio. Cuando vio cómo las hojas grises desprendían cierta maldad violácea-vegetal y comenzaban a respirar inflándose se apresuró a lo oscuro de su agujero. En la cama pensó que no le estaba subiendo la droga sagrada. Pensó que era raro que le doliera la cabeza de vaca izquierda, sobre todo cuando la derecha apenas la sentía; se palpó, y ya estaba allí. Comenzó a caminar por la magnífica Ciudadela construida en mármol blanco con remates azul añil, había ostentosos jardines con ánforas doradas que refulgían bajo el sol. Caminó toda la noche y se dio cuenta de que en la Ciudadela, aunque fuera de planta regular, era fácil entrar pero no tanto salir. Sobre sus calles en damero actuaba un efecto óptico que te dejaba atrapado por siempre. No se podía salir de la Ciudadela si se caminaba en línea recta, no se podía circundar, no había salida de aquel maravilloso lugar, que por cierto sólo habitaba él, un monstruo bicéfalo atrapado en un laberinto que pronto consideró su hogar dentro de sí mismo. Un lugar al que pertenecer, en el que no tenía ningún porqué para estar enfadado. Un lugar mágico perdido en la memoria nemea. Cada vez que Profeta salía de un psiquiátrico lo hacía más convencido de su beatitud.


XVII

La Estrella


(Ciudad Dormitorio)


Bajó al asfalto ardiente desde la ambulancia que le acercó a la casa de su pobre madre, se ajustó la mascarilla y llegó con lo que se fue, con lo puesto. Abrió la puerta y saludó, Hola, madre, dijo. Su pobre madre soltó un lamento, Ay, Dios mío. ¿Cómo estás, mi niño? Creo que he perdido peso, dijo Profeta, y se encaminó a su antigua habitación, conectó lo que quedaba de portátil a un TV (había destrozado la pantalla del ordenador en su último ascenso) y su madre detrás lamentándose, quejumbrosa como unos puntos suspensivos... Profeta, con la mirada en otro tiempo (uno no tan lejano) trabó la puerta con un par de maletas, y se libró de la incomodidad que le producía la Enana Marrón (nombre mágico de su pobre madre). Se puso a escribir sobre mujeres poderosas que no olían a nada. Después de un buen rato fracasando llamó a su ex, una de las 3 brujas del norte que le acogieron, una de las 3 meigas que le enseñaron sobre el oficio de la alquimia literaria. Fue un proceso duro y extraño, ajeno en ocasiones y en otras conmovedor. La Monja Solitaria (aka Mónica) le habló, con la excusa del humor, en ocasiones de Cagliostro; un mago que revolucionó toda europa incendiando desde dentro la revolución francesa. Engañó a ricos y poderosos con fórmulas mágicas fraudulentas y fornicó con todas las mujeres que pudo a cambio de favores mágicos. Profeta reflexionaba sobre el hecho de que nadie podía ser consciente ni de su poder ni de su papel en un destino a punto de materializarse. Aunque Profeta vislumbró algo, todos esos brotes, todas esas ascensiones. Los psiquiatras, las pastillas, los encierros junto a la muerte. No era más que... ¿R, hola? ¿Ya estás fuera? Ya te vale no haber tomado la medicación, le soltó La Monja Solitaria a su ex-pareja. No fue mi culpa, se excusó, de que aquella psiquiatra pareciera una enviada de El Yunque... ¿Qué querías que hiciera? No quiso recetarme el inyectable. Lo de siempre, R, tú siempre tirando balones fuera. Y deja de fliparte ya con El Yunque, El Yunque no sabe quién eres. Tumbaste un foro literario de afine, ¿y? Que después, murmuró Profeta, cuando lo levantaron de nuevo llegó Anonymous y lo tumbó otra vez. Yo no empecé, dijo, esa es la narrativa ¡R!, interrumpió Mónica, haz el favor de comportarte y deja de hacer daño a la gente que te queremos, cabrón egoísta. No me va a quedar hueco esta vez para chistes, ¿verdad?, le dijo Profeta. Exacto, contestó Mónica, y siguió hablando y enumerando todos las cagadas de Profeta, una tras otra. Hasta que Profeta le soltó que había escrito algo muy bueno en el psiquiátrico, que lo hizo a mano, que fue divertido.


Le leyó el texto:


"¿NOTA APARTE DE TODO? Rau se lo cuenta a Mónica: Nosebundo es mi lado paterno con toda su ira y suspicacia; con todo su saberse un DIOS. Un día Padre se cargó 3 sacos de cemento a la espalda sólo para demostrar que podía hacerlo. ¿A qué te refieres, Rau?, pregunta Mónica. A que ni siquiera le importaba el dinero de la apuesta, sólo quería imponerse sobre el resto, extinguir las voces de sus iguales. Así que se impuso, de una manera estúpida, pero lo hizo (Cada saco pesaba unos 50 kg). En otra ocasión cuando ya me tenía agarrado de la nuca (para él eso era el cariño) me obligó a cambiar de acera porque de frente venía otra pareja padre-hijo (ambos negros) y me dijo, ante los grandes interrogantes que ondulaban sobre mi cabeza, que lo hizo porque "tenía miedo". Tenía miedo, el mismo hombre, que años antes se había cargado a la espalda 150 kg de cemento gris marengo. ¿Era eso la paternidad? ¿Comenzar a sentir mucho miedo?


No lo creo.


Madre es Alpaviese, Alpaviese es madre... Madre nos crió entre caramelos pegajosos en los dedos y un aura de oscuridad a hermana y a mí como príncipes de la pena: Madre, era, es la Reina del sumidero negro. Ese mismo por donde se escapa toda la alegría y el brillo de esta patria en la que el sol se estrella (también rebota) desde los cristales de sal hasta cegarnos: a hermana y a mí y a todos en la playa brumosa de agosto. Madre es la diosa de la pena; te da caramelos pegajosos para que te los enredes en el pelo. ¿FINAL DE LA NOTA APARTE DE TODO?".

¿Y bien? Pregunta Profeta.

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