junio 26, 2023

Pavana

Por las calles de París aún resuenan las provocaciones de Los Apaches. Imaginad por un momento a Schmitt percutiendo a pedradas las farolas de la Rue de Seine hasta fundirlas. Pensad en Viñes desmembrando con dedos vigorosos los pájaros muertos del Quai de Conti. Y Ravel, sobre todo Ravel, sentenciando en el centro del Pont Saint Michel a voz en grito, oh, sacrilège, que la pavana es eso que hay entre un menuet y un zortziko. A la bella durmiente más le hubiese valido no despertarse nunca del maleficio de Eris. Aquella rueca era en realidad otra manzana y todas las manzanas son la misma manzana. Ravel no solo lo sabía, sino que abusaba. En sus paseos matutinos por San Juan de Luz, tras abandonar la tempranera escritura, cuando ya el sol lucía en alto, visitaba la frutería de monsieur Cadeau y le compraba tres kilos de manzanas fuji. Luego seguía camino a buen paso hasta los acantilados de Santa Bárbara y se las comía de tres en tres sentado en la hierba, con piel y semillas, salpicando trocitos masticados de pulpa como notitas de mano izquierda, decenas de miles de frutas prohibidas, manzanas de toda una vida, quizá en busca del sueño. 

junio 22, 2023

Po

 El príncipe, novio a la fuga por el bosque entre montañas, aborrece el himeneo, el sagrado vínculo del matrimonio, la conveniencia del linaje. La pastora Grisélidis, no obstante, hilaba sumisa junto al arroyo. He perdido a mis bros, estoy empanado, pero también blessed contigo, queen. Y ella mira, bebé, yo te llevo, bebé, si me sigues, bebé, yo te llevo, bebé. Y él cásate conmigo, queen, eres mi crush, yo te daré sieteveinticuatro. Y ella yo me caso, bebé, te obedezco, bebé, por tus celos, bebé, yo me caso, bebé. Papá Perrault está a la última, okey, pero sigue siendo un sádico, tanto bello sexo, tanto modelo perfecto, y como uno más plantado entre la muchedumbre a las puertas de Saint-Pierre. El empujón al reo, decúbito prono. El giro de muñeca sutil, experimentado. Mecanismo infalible. El cuerpo que cae sin ayuda en el cajón adyacente, capítulo 97, alta ingeniería. Las cosas en bruto: conductas, rupturas, catástrofes, la justa venganza de Grisélidis, esa pretérita y extrañísima doppelgänger de Jane Eyre, aquella tiniebla de Molly Bloom, su ominosa moraleja, monsieur, merece una tesis doctoral: El uso público de la guillotina. De Pelletier a Weidmann. Agua dulce del Po, agua salada del Adriático. 

junio 18, 2023

EL NUEVO JUEGO GRATIS Y DE MODA

EL NUEVO JUEGO GRATIS Y DE MODA

Hace muchos años empezó un canal de Youtube llamado "Gamicidio" se dedicaba a reseñar juegos de mesa mientras los destruía de maneras creativas y divertidas. Se lo pasaban muy bien haciendo esos vídeos y pidiendo por Twitter a editoriales que les regalasen sus juegos para ver si podían aguantar sus hermosos vídeos. 
Ninguna le hizo caso y con el tiempo sus vídeos empezaron a hacerse monótonos y tenían que hacer algo nuevo. Lo primero que hicieron fue entrar a una tienda de juegos de mesa mientras rompían los juegos, a algunos les metían un petardo para ver su resistencia, a otros les cagaban encima mientras tocaban la flauta y uno de ellos se lo intentaron comer a bocados. Esto duró poco ya que la policía entró al local y les detuvo rápidamente antes de que pudieran seguir con sus destrozos. Aquello acabó en una multa de unos 2000 euros que fue pagada por los suscriptores, que a partir de ese día serían miles más de los que tenían. 
Después de ese vídeo no tenían ideas, pero una mente lúcida les dio una nueva idea: ir a la casa de uno de los mayores youtubers de juegos de mesa y romper todos los juegos. Esto les pareció divertido y se pusieron a idear como hacer el vídeo.
No les fue difícil encontrar la casa, los suscriptores les ayudaron con la ubicación. Esperaron a que saliera de casa y entraron, ya con su ropa puesta. Pusieron la cámara y eligieron los juegos más caros: Gloomhaven, Nemesis y un juego antiguo de Warhammer que ya no se vende. Los pusieron en la mesa y sacaron todas las miniaturas. Las pusieron en una sartén con unas verduras y metieron las cajas en una trituradora. Ya con la comida de juegos ya terminada la dejaron en un tupper en la nevera, con una docena de cámaras en la casa para ver su reacción.
La reacción fue vista por todos lados, algo vomitivo y con sangre por culpa de las miniaturas que no se hicieron del todo. Aquello acabó en una denuncia donde estuvieron a punto de entrar en prisión. Esto les dejó sin dinero y su única idea era "El almacén de Asmodee" sí, iban a reventarlo. Pero necesitaban ayuda, mucha. Hicieron una quedada con sus suscriptores y allí aparecieron más de 10.000 personas con todo tipo de armas, sabían a lo que iban. 
El asalto salió genial, acabó con el almacén ardiendo y un montón de vídeos de gente rompiendo juegos de mesa de la manera más absurda. La policía llegó con las lecheras y reventaron a todo el que estaba en medio y fueron en busca de los dos creadores de semejante desastre. Nunca les encontraron. Lo que si encontraron fue un montón de jóvenes rompiendo juegos de mesa y de rol exigiendo que fueran más baratos, o más resistentes. El nuevo juego de moda era romper juegos, ¡y encima era gratuito!

junio 17, 2023

Pillados

En el dialéctico ir y volver del romanticismo y el clasicismo, papá Perrault se pajea mirándole el culo al gato con botas. Sonará gratuito, pero The Duke ya dijo que no entendía las cosas si no tenían swing. One! Ese swing de los hombres que dominan los áticos del mundo. Two! Ese swing de las redes sociales que alfombran el fascismo. Three! Ese swing de los equidistantes de mármol. Four! Ese swing bañado en mierda. Así que mejor mirarle el culo al gato con botas mientras se pueda, amigos, ese culo elegante de minino engreído que cuando suma está restando y viceversa, un culo sucio, peludo y maloliente que vale más que toda la caterva, tu caterva, nuestra putísima caterva, un culo negro como el de Ella Fitzerald, negro como un blues de Jelly Roll Morton, culo sonrisa del primo de Cheshire, culo maravilla, culo intermitente y neblinoso como aquel accidentado rodaje en que un operario de cámara novato pilló al Antonioni comiéndole las tetas a la Vitti detrás del decorado. 

La mala hierba

 La introvertida

No ser capaz de ser yo misma.

Fingir un personaje con disfraz de madreselva

cuando soy más bien una amapola sin olor.

Una rareza silvestre en mitad del cruel asfalto.

Ponerme la incómoda máscara de marfil,

cuando me siento como el vulnerable elefante

al que le han cortado los colmillos.

Todo para complacerte

porque querías que fuera ola,

pero me enseñaste a ser sumisa

como el agua de balsa.

¿No te das cuenta, mamá?

Que yo soy un caracol, cómodo viviendo en su espiral.

Que soy el tímido rocío y no la corredera del río.

Mi tiempo es lento,

soy árbol de granada.

Mi nieve es mi refugio de la basta montaña.

No me obligues a ser alud

cuando yo soy escarcha.


Si yo pudiera 

Soy una pena henchida,

una esponja de pesares.

Mi garganta es un acuario,

que alberga el llanto melódico

de una sirena

ahogada en su sal.

Si yo pudiera ser algo más

que unos brazos que protegen.

Si yo pudiera ser algo más

que una carcasa vacía.

Pero ahora soy la sombra,

la tercera en alimentarse,

la última en ser escuchada.

Unos pechos que vierten el mar

en las bocas de los otros,

secándose por dentro

como caracola abandonada.

Mis ojos flotan sobre el agua,

pitidos sordos inundan mis oídos:

no escucho alivios ni alientos.

Si yo pudiera nadar contra la marea,

contra mi vientre.

Si yo pudiera no ser madre,

si yo pudiera ser persona.


Lavadero

«En la aldea, no hay vieja sin niño

ni niña sin vieja».

Las suegras engañan a sus nueras

para bautizar a sus bebés

en el antiguo lavadero.

El agua recorre la piel rosada

de los recién nacidos.

Los purifica del amor de sus madres

y los limpia de sus besos y caricias.

El musgo se frota en sus ojos cerrados

y ya nunca más las reconocerán.

Por cada niño, se pesca un renacuajo

que las viejas se tragan sin masticar.

«Descansa, pequeño,

ahora eres el hijo de una rana».

El contacto de sus pieles con la piedra,

fría y lisa, ayuda a catalizar

el hechizo.

Ceremonia de una sola vez en vida,

las suegras cantan al unísono

que quieren volver a ser madres:

«en la aldea, no hay vieja sin niño

ni niña sin vieja».

En la aldea, no hay mamás.

Se ahogan intentando rescatar del agua

a los espejismos de sus bebés falsos.

Ellas no lo saben,

pero los verdaderos

están con sus nuevas madres.

«En la aldea, no hay vieja sin niño

ni niña sin vieja».


Adolescencia

No me quise

y dejé que mi pelo fuera estropajo y ceniza,

y mi cabeza un enjambre.

Mis ojos se torcieron

y empecé a mirar siempre al suelo.

Mi piel se volvió

hoja reticulada de otoño,

esperando un beso en el parque.

Volcanes y costras

crecieron en mi cuerpo desnudo

de sabor a ola.

Plumas de cuervo

llenaron mis cejas de cinismo

y mis piernas de vergüenza.


Era una niña pequeña 

y un monstruo por fuera,

por dentro era un avispero.


Nosotras

Según tú, todas nos comportábamos igual.

Todas éramos traidoras serpientes sibilinas de lengua roja.

Todas estábamos preocupadas de que nuestro rostro

fuera de tacto de seda y nuestros labios de fuego.

Según tú, nuestras lágrimas mentirosas no eran de sal

por lo que requeríamos siempre un falso consuelo.

Lo que sentíamos te resultaba ajeno como una nebulosa.

Nos clasificabas clavándonos con agujas en las alas,

como a las mariposas las estudian los coleccionistas,

midiendo nuestra belleza con números y ponderaciones.

Y nos ponías nombres, nombres que no eran los nuestros.

Ahora lo entiendo: nos robabas nuestra identidad.

Inventaste un nuevo mundo para hablar de nosotras.

Un mundo en el que todas éramos menos que un insecto.

Y yo veía el universo de constelaciones al que pertenecíamos

donde todas éramos astros únicos y a la vez hermanas.

Donde todas estábamos hechas de infinitos matices.

Y no entendía por qué yo estaba atrapada en tu mundo

siendo para ti solo una burda copia de todas las demás.

Siendo para ti el reflejo de tus delirios y tus flaquezas.

Inventaste un nuevo mundo para hablar de nosotras.

Un mundo en el que todas éramos menos que el polvo.

Así era más fácil castigarnos, menospreciarnos, odiarnos.

Así era más fácil para ti creer que no éramos personas.


El aguacero

Me dijeron que te dejara llorar

y mi instinto te agarró fuerte,

mis delgados brazos de hoja caduca

se tornaron ramas de robusto olivo.

Mi voz de cerámica deteriorada

se convirtió en el canto del mirlo.

Mi triste mirada de pantano gris

se volvió de amable verde ciprés.


Y te coloqué en el arrullo que es mi cuerpo,

columpiándote sobre mi piel de lino:

como las olas de un mar templado mecen las algas,

como el viento de septiembre acuna a la hojarasca.

Dormiste entre mis pechos:

cálido abrazo del verano al pueblo del norte,

de las montañas al valle.

Allí te alimentaste.


Me dijeron que te dejara llorar

y mi instinto hizo cesar el aguacero.


El edificio

En este edificio de roja fachada consumido de pobreza,

donde el cemento se deshace por las lágrimas torrenciales,

viven encías cuyos dientes bailan, muertos en vida.

Se oculta en sus rellanos ocres una maldad provocada

por un nudo que aprieta la cuerda en los cuellos inquilinos.

Allí las almas no pueden permitirse tener moral.

Por eso los locos sacan las navajas bajo las escaleras,

por eso la noche grita furiosa y ebria palabras obscenas,

por eso el humo negro entierra como un alud sus ventanas.

El edificio es el último de los dioses de una calle maldita,

que emerge como un titán de la tierra de huerta inerte

y se alimenta de la desgracia de los que lo habitan.

Muchos cuerpos se han precipitado por sus garras curvas,

sábanas blancas apiladas en el asfalto tapan sus rostros.

Desde su cornisa el cielo rosa decora el mar inalcanzable,

y yo me pregunto cómo podemos estar bajo el mismo cielo:

los que viven al borde del sol de primavera entre flores y olas,

los que viven en hogares de luces cálidas y fiestas de azúcar;

y nosotras, las que vivimos en el cementerio de ladrillo,

las que vivimos en un lugar que nos reclama como sacrificio.


Mi miedo

Perdí tus rizos de verano

y trepar por los almendros.

Perdí tus cuentos de agosto

y tus bolsillos de jazmines.

Perdí tu sonrisa de piscina

y el tacto de tu mejilla.

Vi cómo te quedaste sola como un hueso

entre los carroñeros y caníbales.

Te dejé allí

porque estaba hueca,

mis padres llenaban el agujero

con brea.

Vi cómo te mordisqueaban y rompían,

cómo se reían de tus restos.

Me quedé quieta.

Mi miedo es resina amarilla en un pino vivo del patio,

mi miedo es el final de la escalera del último piso del colegio,

mi miedo es un martillo en mi mochila adolescente.

Creciste,

te hiciste fuerte como la lluvia del pueblo,

pero yo seguí endeble como sus ruinas mojadas.


Yo te había perdido,

pero tú no habías perdido nada.


Beth Lázaro 



junio 13, 2023

Dios en las cloacas del alma (vol. 7)

De pequeño jugaba a la ouija con Hermana, de pequeño estuve en una secta cristiana, hicimos, de niños cosas chungas después de dejar ouijas abiertas. ¿No sabéis que no soy un ángel caído? Ni de coña, soy un desertor. Y como tal peco sabiendo que Dios existe. Escupo en su cara, deshonro a mis padres, miento, me masturbo compulsivamente, no respeto mi vida como el mayor de los dones. Me castigo porque sé que le jode, le jode que me esté haciendo daño y eso hace que tenga erecciones duras y poluciones nocturnas. Lucifer, eres un prigao, ¿lo sabes? ¿Habéis visto su estatua en el retiro? El escultor mentía sobre su pose y significado. Luzbel, menudo pringao, eh. El ángel caído no está vencido, no aparta la vista y se cubre con el brazo porque Dios bla bla bla, lo que ocurre es lo siguiente: Lucifer podría en ese mismo instante haber matado a Dios, pero cierra los ojos para no hacer contacto con el mierdas (Dios) y le perdona la vida a su padre porque su apuesta, com0 la fue de Prometeo, es que el homo sapiens lo "matara", pobre imbécil. Por ello yo, que tengo fe en el Dios de los cristianos, deserto de sus órdenes grabadas en piedra: los mandamientos, digo. ¿Sabéis por qué en piedra y no en papiro o en madera? porque lo escrito en piedra obliga, no es flexible, es pétreo, una puta imposición. Por ello odio por defecto a mi prójimo (próximo o igual), en serio, es lo primero que pienso cuando conozco a alguien: "No sé el porqué, pero te odio".  Ya poco a poco perdono a algunos, y me dura poco. Fui aceleracionista en 2007, fui ácrata en el instituto, anarquista en el ejército, un desertor, fui el mejor ingreso en Oza: me dejaban al "cargo" de los compas porque me estaba haciendo pasar por cuerdo, y a ver si me dejaban salir, una vez en tuiter el CM de la iglesia de Satán, menudos juláis preguntó qué querríamos a cambio de nuestra alma y todos esos capullos sicofantes empezaron a decir lo obvio: sabiduría, conocimiento, larga vida. Menudos mierdas, a mí ni me contestó ni me faveó que le dije clarito: LA TUYA. Porque peco, y lo quiero así. Ofender a Dios evitando sus maldiciones: como el trabajo, lo evito fuerte en la medida de mis posibilidades. Dios en la cloaca de mi alma y sufriendo cada vez que cago. Cada vez que defeco medio kilo de mierda cafeínica tu Diosito lo sufre. Yo me cago en Dios literalmente, soy un desertor no un caído. Nunca mais, bardeo a Dios, bardeo para sus creyentes, bardeo para todos los sumisos. Vengo siendo politeísta-Ateo desde hace más de 20 años. 

Soy un montón de cosas con respecto a esa idea de Dios. Ojalá existiera para escupir sobre sus templos y que le duela, a él, no a los cobardes que le siguen. No. 


Dios donde debe estar: en las cloacas del alma. 

¿Alguien ha leído "El viajero y su sombra"? Yo no que me lo tengo prohibido, a F.N. 

 

(...) el erizo sólo conoce un truco, pero es muy bueno.





junio 10, 2023

D.I.O.S. y los hombres de JL Pascual, una reseña

 JL nos ofrece un clímax. En cuanto leemos dos frases del relato ya estamos en el clímax. No hay contexto ni explicación alguna: esos buzos está dejando caer sus botellas amarillas de oxígeno y ya es un clímax, se desnudan y follan. 

Es un texto que evoca imágenes de manera correcta. Vemos El gran azul de Luc Besson a las primeras de cambios y Crash de Cronenberg inmediatamente después. Hay una máquina llamada D.I.O.S. que te provee a nivel químico de todo lo que necesitas para la experiencia swinger masoquista subacuática más extrema y extraña posible. ¿JL qué cojones te pasa en la cabeza? También hay un batiscafo que ilumina la escena (y sirve como indicador luminoso de avance de la ceremonia) al que se refiere como EVA. Judeocristianismo is comming. Y ya lo tienes encima: Ancárgeles, Querubines, Morenas y Tiburones amarillos. 

Todos los buzos saben que el cielo, cuando estás abajo, no es más que la superficie del mar. El cuchillo y la sangre, las colas batiendo y generando borbotones de burbujas y corrientes heladas que te pasan por la rabadilla y erecta tus pezones y tu polla. Ese tipo de cosas enfermas debajo del mar.


En lo negativo decir sólo que no hay contexto, menos que en The Cube, lo que facilita, junto con el juego de mitología católica, la libre pero encauzada interpretación de qué cojones está pasando allá arriba. Por encima del cielo que no es más que la superficie teñida de sábanas de sangre y carne. Hagan sus apuestas, suelten sus bombonas de oxígeno, no hay que temer porque D.I.O.S. proveerá, y folla con esa pelirroja rolliza. 

Why not? 


Podéis encontrar este relato en ANTOLORGÍA, coordinada por Lorena Escobar, ¿el sitio? Amazon. Venga, no os quejéis que pillar un VVAA en Amazon es lo menos hijoputa que vais  a hacer esta semana.

 

 


 

junio 09, 2023

La Hijastra



Mi madre es la amante del presidente.

No tengo la culpa de que se le ocurriera estar a solas con el presidente. Aunque un presidente nunca está solo. Y en realidad no podría estar segura si fue el tierno presidente quien quedó flechado ante la visión de mi señora madre o si fue ella quien le hizo guiños, como un semáforo en buen estado, hasta que él se detuvo en la Roja.

Atención. Emergencia. El señor presidente ha fecundado una idea genial.

HAY QUE AMAR.

Es preciso amar para que Todo salga Adelante.

Busquen a esa mujer.

Y mi madre dio el paso al frente.

Como no había un zapato para probar, no hubo ceremonias expectantes.

Es mi culpa que no existiera un zapato.  No tuve tiempo de comprar zapatos nuevos a mi madre. Tuvo que ir con los viejos, remendados.

Los mandatarios tienen muchísimas cosas en su agenda. Incluso, muchísimas ideas en sus cabezas. Por eso, aunque el amor creciera dentro de su pecho, el presidente no lograría retener muchas horas la imagen de mi madre.

¿Resultado?

Un presidente loco.

Porque nadie puede ser poseído por un sentimiento tan fuerte sin tener muy claro hacia quién va dirigido. La sin razón lo abofetearía tan fuerte hasta que el país quedara sin un mandatario cuerdo.

Entonces la culpa del descalabro de mi país habría sido toda mía, por no conseguir zapatos nuevos a mi madre.

¿Cómo cargar sobre mis hombros la culpa de toda una nación?

Gracias a dios mi madre supo dar, una vez más, el paso al frente. Logró salvarme de la inminente culpa.

Y ese pudo haber sido un final feliz.

Pudo.

Pero la convivencia familiar es un asunto harto difícil. A pesar de mi salvación supuesta no soy una excepción. Como todos tengo dificultades a la hora de compartir mi territorio…

Ya sé que para  hablar con exactitud debo decir “el territorio”, que fue lo primero que me dejó claro el señor mandamás cuando decidió venirse con maletas  y todos sus cuidadores de espaldas, nanas y cocineros – incluida una masajista del Congo -. Esta podrá ser la casa donde naciste, pero es el espacio que vamos a compartir, es la casa de todos.

A cualquiera le resultará difícil de creer que un dignatario abandone su residencia presidencial para vivir, sin demasiada vigilancia, en una casa de procedencia humilde.

Pero el amor todo lo puede.

Y de todos modo él sólo venía a dormir, o a recoger a mi madre para irse a pasear a alguna de esas praderas de flores recién nacidas, o a hacer el amor…o a recibir masajes de su congolesa, a la que dis-pusieron en mi cuarto, que dejó de ser mío para ser el de la salud del presidente.

Era importante que yo mantuviese limpio y ordenado el cuarto, así la congolesa masajista podría recibir toda la energía positiva necesaria para regalar a nuestro presidente.

Una hora antes del masaje debía salir de mi cuarto, por una cuestión de seguridad nacional, ya que los cuida espaldas debían traer a los  perros-olfateadores-de-bombas-, los equipos-detectores-de-bombas, los especialistas-en toda-clase-de-bombas y a un vudú nigeriano que desactivara la tensión dejada por tantos rastreadores-de-bombas.

Una tarde, afligida, le pregunté a la congolesa.

«¿Es que desconfían de mí?»

Ella me miró en silencio. Antes de aquel día nunca  había  sentido deseos de  comunicarme con la intrusa. Pero la idea de ser una sospechosa habitual había comenzado a deprimirme. ¿Acaso no me consideraban patriota? Necesitaba cuanto antes la respuesta de la masajista.

Tu yo más profundo necesita una rectificación a fondo. La intolerancia de tu ser inconsciente afecta tu relación con la sociedad.

¿Masajista? ¿Congolesa?

Definitivamente no hablamos el mismo idioma. Y a partir de entonces mi intolerancia inconsciente me llevó a no soportar la convivencia con ella. Un estado me llevó al otro. ¿No estaría ella para afectar la vida del presidente?

Si las nanas y cuidadores de espaldas del señor principal de nuestra República no sentían verdadera confianza hacia mi persona, lo mejor que podía hacer era ganármela. Y el mejor modo para hacerlo era descubrir al verdadero ganador del trofeo de la desconfianza.

Es decir, al traidor.

Porque alrededor de la divinidad presidencial hay siempre un traidor, como mismo dijo la masajista en algún momento, es como el Ying y el Yang, siempre que está uno está el otro, es inevitable.

A veces me pregunto qué me molestaba más, si la presencia de una intrusa  en mi habitación o la desconfianza hacia mis sentimientos políticos y filiales.

Al fin y al cabo el mandatario era, también, mi padrastro.

¿Me creerían capaz de asesinar a mi padrastro? ¿Al hombre que mi madre amaba?

¿No sería la masajista del Congo la encargada de espiarme? ¿No serían sus sesiones de energía un pretexto para informar al presidente sobre mí? Mi forma de dormir, las palabras entre sueños, mis resabios dentro del cuarto. Cada detalle, cada gesto de mi cuerpo podría ser interpretado por esta experta. Y sus palabras sobre mi intolerancia podrían derivar en advertencia…o seria amenaza.

Finalmente me sentí exhausta, confundida. Eso del espionaje y el contraespionaje no era para mí.

La mujer venida del Congo adivinó o intuyó mi pesar y me propuso, a la hora de dormir, darme un masaje.

«¿Por qué hay que apagar las luces?», estaba un poco asustada por su repentina amabilidad y el proyecto de oscuridad total.

«Ellos no pueden saberlo.»

Las nanas y cuida espaldas debían estar al tanto de la pureza de energías de la congolesa. Que sus manos friccionaran a otra persona podría devenir en enfermedad para el más grandioso presidente, o en una recaída de su estado de ánimo.

Había que agradecer a mi madre que el estado de ánimo presidencial hubiese cambiado tanto desde que la conoció. En sus discursos ya no resaltaba la agresividad hacia todo lo diferente, ni ese carácter autodestructivo que muchos creían adivinar en el dignatario, y había disminuido bastante la ansiedad de ser amado por todos y ante todo.

Comenzaba a bastarle el amor de mi madre, María.

Es cierto que el país no había cambiado mucho, quizá el único cambio sustancial era la nueva ley que decretaba la obligatoriedad del amor.

Pero, como quiera y por si acaso, lo mejor era mantener el resto de las rutinas, sobre todo la de los inmaculados masajes.

La dejé hacer.

Apagó la luz y fingimos dormir.

La mujer del Congo subió a mi espalda y comenzó a acariciarla, suavemente, para que mi piel se acostumbrara a sus manos.

El resto solo lo conocemos el presidente y yo.

De eso no fui consciente hasta algunos días después, cuando salí de esa especie de letargo mágico en el que me hizo caer la masajista.

Miraba una semilla de frijol agrietándose para dejar salir una plantica verde cuando caí en el detalle: el presidente y yo compartíamos un secreto. Pero él no sabía. ¿O sí?

¿Me convertiría el alguien peligroso el hecho de saber lo que sentía el presidente de nuestra República al ser tocado por esta mujer venida del Congo?

¿Y si todo no era más que una trampa para sacarme de mi habitación?

Que me declararan traidora sería el método más eficaz para lograrlo.

Pero un nuevo hecho me hizo salir de los pensamientos que amenazaban con volverme paranoica.

El baño no podría ser utilizado 2 horas antes de que fuera a ser usado por el presidente.

El jefe de las nanas había leído en una revista sobre un atentado que realizaron los sulúes de Manhatan a un mafioso colombiano en el baño de un hotel.

Había que tener todos los detalles en consideración. Un poco de jabón vertido en el lugar inapropiado derivaría en una rotura de cadera o de clavícula, nunca se sabe, incluso en fractura de cráneo.

Lo más adecuado era un par de horas de limpieza y revisión del cuarto de baño.

Pensé en construirme un  cuarto de baño para mí sola. Pero una de las nanas me advirtió sobre lo que pensarían los vecinos si vieran un movimiento inusual de materiales de construcción.

Nada es más importante que la imagen de un presidente. Su moral.

Así que tuve que resignarme a que un cuida-espaldas revisara mi cuerpo antes de entrar al baño.

Todo por la imagen del presidente.

No iba a ser yo quien diera la oportunidad de que me acusaran de antipatriota.

¿Y no debería aprovechar para delatar  a la mujer del Congo? ¿No era un acto de traición el que había cometido ella al entrar en contacto con mi energía? Me quedé mirándola mientras pensaba en esa posibilidad.

Acababa de salir del baño y su piel oscura aún delataba humedad.

De algún modo sus ojos sorprendieron a mis pensamientos,  me sonrió y no pude evitar sonrojarme.

Esa noche volvimos a ocultarnos de Ellos. Besó mis pies con un rezo para darles fuerzas.

«¿Fuerzas para qué?», quise saber cuando amanecía y nos juntábamos en un mismo espacio.

Sus dedos fingieron ser dos pies por el camino irreal de mi espalda.

Volví a sentir miedo.

¿Qué quería decirme?

¿A qué me estaba incitando?

¿Por qué?

Sentí deseos de salir gritando del cuarto. Llamar a todos en la casa, que me ayudaran, que me habían encerrado con una extranjera espía.

¿Y si era una doble agente? ¿Y si solo pretendía ponerme a prueba? Verificar mi lealtad al presidente, a mi patria.

¿Y si realmente yo no podía ser leal?

¿Y si no me importara nada más de esta masajista venida de África, solo sus manos encima de mi piel, de mis sueños?

Esa tarde tuve el deseo, por primera vez, de que el gobernante dejara de existir. Me hicieron salir del cuarto, como de costumbre, una hora antes de su llegada. Tuve deseos de gritarle que ella me había tocado, para impedir que volviera a masajearlo. Pero como soy cobarde me fui a la terraza a verificar cuánto había crecido la mata de frijol.

Por la noche ella estaba cansada. No tenía muchos deseos de hablar.

Al otro día fue igual. Y al otro. Y al siguiente también se negó a hablar.

«¿Acaso te lo prohibieron?»

Apenas me miró y se recogió en sí misma. Algo comenzó a oprimirme el pecho.

Apagué la luz y acaricié sus hombros.

Fue como sentir el revoloteo de miles de libélulas a mi alrededor. Y atraparlas con mis manos sin tocarlas realmente.

Por primera vez dejaba de pensar en el  presidente, en su desconfianza hacia mí, en el amor de mi madre que él me robaba aun antes de conocerla, en las nana y los quitabombas, en los cientos de zapatos de María, la mujer del presidente; en el baño y todas las cosas que apenas podía utilizar; en los vecinos; en la “imagen” de nuestro gobernante; en la traición y la lealtad. En el camino.

Todo desapareció hasta la mañana siguiente. Cuando regresaron las luces y volví a la realidad.

Y comprendí.

El tamaño de mi traición.

El miedo.

¿Qué haría en lo adelante?

¿Cómo miraría a la cara de mi madre, a la del presidente? ¿Quién era yo para poseer un secreto mayor que el del propio gobernante? ¿Cómo podrían confiar ellos en una extranjera que contaminaba, a conciencia, la energía que debía brindar solo al presidente?

¿Y por qué estaba yo obligada a amar al presidente?

Pero si decidía lo contrario perdería el derecho a mi cuarto. Todas las nanas – no solo la masajista – estarían al tanto de mis gestos, mis pensamientos.

Entonces lo grité.

«¡La mujer del congo habla con la planta de frijol todas las noches! Se lo cuenta todo, le dice los secretos del presidente….»

Es de ella de quien deben desconfiar, es ella quien le cuenta a las plantas, es ella quien se convierte en libélula. Es ella la que quiere que eche a andar, que busque otro camino. Que me vaya, que corra o que vuele.

Pero tengo miedo.


 


Porgy

 En Catfish Row también es viernes por la tarde y se masca la tragedia. Papá Perrault estaría orgulloso. Desde alguna buhardilla sale un viejo disco de Sidney Bechet despertando a los cerdos de su siesta. Bess se fue a Nueva York con su camello. No era tan tonta como parecía. Los negros remolonean aún en sus hamacas. Son los vapores y nieblas que suben del encuentro del Cooper y del Ashley los que humedecen los coños de las negras. Porgy lamenta su mala suerte, con un ojo morado, regalito de la policía. Amo a Bess. She gone, but you very lucky. Amo a Bess. She gone back to the happy dust. Amo a Bess. She done throw Jesus out of her heart. Y Porgy, el jiboso, el patizambo, se acuerda algunas veces de su cuerpo como de sirenita varada, ébano ardiendo bajo el sol en un campo de algodón, polvo para quien no la amó, sus versos humo. En una terraza de Charleston, Gershwin, Perrault y Carnero peroran sobre la belleza mientras se beben nuestros martinis, los muy hijos de puta. Nueva York es p’arriba, Porgy, p’arriba a la derecha. The saints go marchin’in. 

junio 07, 2023

Ya no escucharemos su sonido...

 YA NO ESCUCHAREMOS SU SONIDO...

Ya pasaron años desde que Gladis empezó a atacar a los veleros de aquellos pijos ricachones. La pobre murió por algún desgraciado que le asestó un par de escopetazos a la que salía a destruir su velero, como era obvio el tipo salió impune de su asesinato ya que declararon que era en defensa propia y de su propiedad privada. Aunque eso no quedó ahí, las orcas no iban a dejar que los humanos se quedaran con su mar, con su hábitat y todo lo que habían construido sin su ayuda.
Las orcas volvieron a la carga reventando yates y veleros, algo que el gobierno pasó por alto en un principio, aunque con un poco de resquemor, por el hecho de que a ellos no les iba a tocar porque suelen ir en jets privados. Tampoco iba a cambiar el rumbo de sus elecciones ni de sus políticas internaciones coloniales. Al tiempo las orcas decidieron hacer nuevas acciones, ahora empezaron a atacar a los yates que lleva la policía, ayudaban a la gente africana que surcaba el mar para conseguir una vida mejor. Les llevaban alimentos robados de los veleros reventados y atacaban a la policía que quería disparar cuando no había cámaras. Claro, aquello ya tocaba sus políticas coloniales. ¿Más gente sin papeles? Eso podía hacer que el gobierno de Marruecos se cabreará al dejar pasar a tantos y no tuviesen sus acuerdos de dejar a merced de la policía asesina matar a aquellas personas que huían de la miseria y de las guerras. Así que el gobierno tuvo que tomar medidas. Las orcas, a partir de ese mismo día, se convierten en terroristas. No se podían defender sin exponerse a penas de cárceles. Ahora la caza de las orcas, como el GAL en sus época, era algo a la orden del día. Se creó una nueva policía llamada "AntiGladis", que por casualidades de la vida el sargento era el tío de la Ministra de Defensa.
Con esta guerra contra las orcas se unieron más grupos y gobiernos. Poder asesinar a orcas sin límites y luego vender su carne, ¿por qué no? Muchos países también declararon a las orcas unas terroristas, aunque en sus países ni siquiera existieran, pero así podían hacer dos cosas: mandar sus tropas a por orcas y llevarse parte del pastel, y eliminar a gente que se supone que extendía el terrorismo de las orcas.
La industria pesquera no iba a dejar escapar esta oportunidad y se llenó los bolsillos de carne de orca dejando el océano sin ellas. Aquella guerra duró un par de años, hasta que se dejó de ver a las orcas por los mares. Ya no se podía ver como aquellas maravillosas criaturas reventaban a putos pijos con su sonido tan familiar. Gracias a todo esto las fuerzas del estado se hicieron más fuertes con nuevo arsenal y más agentes para parar el terrorismo. ¿Quienes serían los nuevos terroristas ahora que habían acabado con su enemigo número uno? 

junio 06, 2023

NO TE LO DIJE PORQUE NO LO SABÍA [se viene porno fuerte]

Hoy tenía cita con E, pero no he acudido porque dormía. Era a las doce. La culpa de todo la tiene Fluxus. Siendo borde pienso que se lo gestione con sus "conocimientos" sobre medicina tradicional china: ¡Hígado! Del hígado proviene el miedo. Eso fue lo que me dijo. Sólo eso. Estaba deseando soltar la mierda del hígado [y se siente pero ya pusimos todas nuestras fichas al vudú como alternativa]. No se cabe, eh. Además, ella, E, dijo que el mago era el que tenía que dirigir. Y el mago es un cabrón muy creativo y no necesita de su ¡Hígado! ni de grilletes en el pecho hasta el fondo de la Tierra. No sé si me explico, mi negra.

[se viene porno fuerte] es lo único que pienso a la par que lo dejamos. Te dejo por lo que te dije en el baño, mi negra. ¿Recuerdas el hotel lleno de nazis y maderos en el que casi nos matan? Recuerdo que pensaba: ¿Cuántos números de placa podré apuntar antes de la muerte orgánica? Recuerdo que eras extrañamente simpática con todos los camareros (¿Adivináis? Exacto, también eran nazis y racistas de mierda) y yo no sabía si era tu habitual despiste o sadismo de persona racializada. 

Hoy tenía cita con E y no he acudido. No vamos a comprar todo lo que nos vendan tal sólo porque lo queramos. Nah, ni de coña. Hoy no me he planteado nada sobre mi dolor, paso un huevo por lo visto, acabo de ser consciente; mientras tipeo esto. Hoy me he levantado y he vivido mi vida suave como seda contra seda, hoy todo aumenta el lago al pie de las montañas dónde no me duele nada. Después subo a la montaña a tronar con más gestos que palabras. Sé que estáis ahí, lo sé. Lo curioso, es que después de un tiempo, veo mejor sin gafas. Ese tipo de cosas. 

 

Voy a tender ropa que me espera la montaña, ella no lo sabe, pero me está esperando. ¿Si no qué hace ahí? 

  

Periplo del [meta]héroe

 Monomito abajo solo hay sombríos intrarquetipos. Lo descubrí una mañana sin sol pero también sin nubes, una de esas mañanas anodinas como l...