La ciudad se está deshaciendo como una fruta podrida. Ayer fue Coltrane y mañana será Parker quien toque hoy ayer hace nunca. El tiempo es una balsa de sangre y heroína. El impudor estupefaciente. El sonido del cool inserto en Vivaldi. Ponme una máscara y déjame dormir hasta pronto. No nos damos cuenta, compañero Bruno, fiel como el mal aliento. La escena del nescafé en El perseguidor es previa a 1959. La escena del café arañado al fondo del bote en García Márquez vio la luz en el 61. Ambas plantean algo quizás muy sudamericano y por tanto universal: mientras haya café, hay dignidad. El tiempo literario, fruta podrida, se encapricha con que la primera escena, la más vieja, remita al presente futuro y la segunda, la nueva, al pasado remoto. Mientras haya tiempo, hay café. Mientras haya café, hay música. Y playas de Shyamalan. Y odiseas en el espacio, compañero Bruno, fiel como el mal aliento, donde el sonido no desapareció sino que entrará en otro lugar del cosmos, del entendimiento como recién nacido, del sulfúrico amor adolescente, del desorden nocturno del psicótico. Un tiempo que flotaría en libertad alejando de sí todo wagnerianismo, cada dios vengativo, nuestro romance eterno con la nada, cementerios rebosantes. La muerte prometida. El tiempo y su pérdida. La ciudad se está deshaciendo como una escala descendente en la distancia. Un saxofonista, descentrado en la pantalla, vaciándose los pulmones de arena. Imágenes no correlativas, somníferos, biografías. El color no es densidad, el peso no es una textura. La podredumbre huele a pasado mañana, a tarde imposible, a canción incorpórea, deseo, antecedentes, tiempo, compañero Bruno, fiel como el mal aliento, que velaste mi muerte antes de que sucedió, sucede, sucedería. Tardes enteras tocando Bach y, míranos, un montoncito azul de cenizas.
mayo 18, 2024
mayo 11, 2024
Pure Coltrane
Pulgarcito es pure Coltrane. Siete notas como siete leguas. Fa# Re Si Sol Sib Si La. Tropezón. Precipitado. Re Sib Sol Re# Fa#. Como huyendo de algún ogro armónico en vertiginosa coloratura. Un hijo de puta, que decía Miles Davis. El jazz son zapatillas de trekking, de las de pasar con pasos gigantes por encima de todo lo anteriormente expuesto o acordado. Esto lo estoy tocando mañana. El jazz es esa ondina con olor a jazmín riéndose del transeúnte casual que la rechaza. Parece ofrecerte la divinidad fluvial y solo te garantiza un viaje al fondo del lago. El jazz, por último, son Ravel, Garban y Viñes a grito pelado en la Opéra-Comique, a miles de kilometros de Nueva Orleans. ¿Dónde estaba Gershwin entonces? Para concretar de qué va esto, se me ha ocurrido una rueda de referencias, un círculo de quintas ultradimensionado. Pulgarcito. Ravel. Ondine. Coltrane. Giant steps. Botas. Perrault. Pulgarcito. Y vuelta. Pero también se me ocurre la confusión estética y necesaria de la manzana con la rueca, la de Parker con Coltrane, la de las inofensivas botas del gato con las mágicas del ogro que mató a sus siete hijas. Siete, otra vez. Una por cada legua. Siete notas como siete cascadas. Do# Si La Sol Mi# Re# La#, majestuosamente desmoronadas en un clímax acuático que va desde la humedad hasta el empapamiento. Y allí, entre la cellisca y el diluvio, hay un castillo de agua en cuyo balcón sumergido está John Coltrane asperjando sus miríadas de notas. Ravel toma apuntes desde la orilla del lago. Trane se ríe a carcajadas. Otra confusión, estética y necesaria.
mayo 04, 2024
Pinocho
El Pinocho de Collodi me cae mal. Muy mal. Me cae peor que el Pinocho de Walter Elías, y eso es mucho caer, buzo de lavabos. Mal como para partirle la cara. Con un hacha. Es de madera. Sobre las piernas, tan flacas, mejor aplicar un sierra de marquetería. Un trabajo de ebanista. Despiece profesional. Será un gustazo devolverle en una mano el martillazo que aplastó al grillo. Sin clemencia. La otra mano la arrancaremos de cuajo, sujetándola en un torno. Tortura y percusión. Tortura y percusión. Tortura y percusión. En el fondo soy un moralista. Este pequeño monstruo de Frankenstein ha resultado ser incorregible. Usaré sus pies como tope de puerta. Los brazos, como tutor para mis monsteras. Y la nariz, la mítica nariz creciente, de tendedero de pieles, palo de gallinero, fusta palafrenera. Las manos, destrozadas ambas, serán reducidas a serrín y lo esparciremos alrededor como sangre sucia y coagulada. Pobre Geppetto, qué sollozos. Pobre Hada, mater dolorosa. Pobres Pigmalión y Morel, que son como de la familia. Con el cuerpo del muñeco haremos lonchas, contaremos sus anillos, jugaremos a tomar el té, platos de pulpo, lanzamiento de disco. Irán quedando trozos cada vez más inservibles. Prenderemos entonces una hoguera de estas partes, y de otras, y se irán consumiendo hasta la brasa y después serán ceniza. Je brûle les méchants. Con ella fabricaremos jaboncitos, los venderemos en instagram y Pinocho exfoliará de impurezas vuestra piel estresada por la insatisfactoria vida del siglo XXI. Bajo los rebuznos de sus amigos, el crepitar del fuego y el llanto computable de sus maestros de aritmética, tica, tica, tica, se escucharán las últimas vibraciones de una voz mecánica, una voz blanquísima de tocón, cantando con una técnica impecable de astillatura les oiseaux dans la charmi i i i i i lle
abril 27, 2024
Pierrot Lunaire
Madame la Marquise, tout va très bien, salió a las cinco del aeropuerto para ir a bailar con Pierrot. Si Valéry levantase la cabeza se iría por la tangente. Godard miró el cielo. Rodar en otoño era un asco. Solemne, danesa y falsa, la Marquise recorrió descalza el Promenade des Anglais. Tenía los ojos de vida alegre y la línea de la suerte más corta, como es lógico, que la línea de sus caderas. Algo de trigonometría recordaba del bachillerato, así que estaba segura de que el triste de Pierrot iba a ser una presa fácil. Si Giraud levantase la cabeza se iría por la tangente. En el liguero llevaba un calibre pequeño, pero a su espalda asomaba un fusil como el que mató a Kennedy. Faltaban cincuenta años aún para que una narrativa así pudiese ser asimilada por el gran público. Los Elíseos azules, la muerte por amor, un tren en marcha. Pizpireta y cantarina, la Marquise quería para sí todas las olas del Mediterráneo. La noche se nos echa encima, Coutard, esto es un asco. Tout à fait, mec, c’est terrible. ¿Dónde está Jean-Paul? A varios kilómetros de allí, Pierrot esnifa los primeros rayos blancos de luna que rebosan del crepúsculo. La terracita del Café des Phocéens es coqueta y huele a sal y a desagüe. Le vin que l’on boit par les yeux à flots verts de la Lune coule. No sé si Marianne vendrá a la cita, se lamenta entre dos tragos. Una lágrima negra le resbala por la cara enharinada. Luego otra, y otra. Dentro del café un tipo intenta sin éxito subirse a la chepa de Coltrane. Cuando ella llegue, piensa, la besaré en los labios, bailaremos apretados, y bajo el vuelo de las gaviotas sombrías, frente al bosque de olas marinas, junto a la ciudad todavía ajetreada, haremos el amor atolondrado de los locos, los cocodrilos y las extranjeras. A la altura de Baumettes, Madame la Marquise se acuclilló para rastrear al Pierrot y el equipo de rodaje tuvo que cerrar los ojos o mirar para otro lado. Olfateó el salitre. Observó la luna, todavía tenue. Y entonces se le iluminó la sed en sus ojos nobiliarios. El rastro era sutil pero inequívoco. Se tiznó también de negro la cara con barro de un charco, en plan Comando, y se lanzó a callejear hacia el norte. Godard hizo una seña y la unidad, bendita steadicam, inició la persecución. Pierrot, por su parte, se levanta despacio, entra al café, paga sus vinos. El tipo del saxo suena como la nieve pisada. Le dedica un mohín de crítico soberbio. Si Coltrane levantase la cabeza se iría por la tangente. Aún hay tantos turistas en Niza. Cruza la calle y deja atrás la fuentecilla. El parque es ya como la boca del lobo. Las ramas de las palmeras cortan las rayas de luz de luna. La maigre amoureuse au long cou sera la dernière maîtresse. Alcanza la valla del auditorio y trepa con algo de esfuerzo. La Marquise se dejó caer hacia el sureste entre el gentío, bordeando el tráfico del sábado noche. Accedió al jardín tan sigilosa y al acecho que por poco Godard y el equipo la pierden de vista. El rastro de Pierrot se sobreponía limpiamente a la fetidez marina. Al llegar a la valla, por el lado contrario, la rasgó con un susurro de cizalla, como si fuese papel de seda. En el centro del teatro, ebrio tal vez de contar estrellas, Jean-Paul Belmondo da vueltas como un derviche. Godard levantó una mano en señal de alto. La Marquise descolgó su fusil y lo dejó en el suelo por innecesario. Con una voz hermosísima entonó Au claire de la lune… Él se tambalea un poco al dejar de dar vueltas. La Marquise …mon ami Pierrot… siguió acercándose y cantando distraída. Si Schoenberg levantase la cabeza se iría por la tangente. Je n’ai pas de plume, responde llorando Jean-Paul, je sui dans mon lit. Para la escena del beso, Godard tenía preparado un dolly zoom fabuloso sobre la pareja bailando abrazada en el centro del escenario. Primero el señuelo del amor y luego el tiro inesperado en la sien y la sangre de pega. Par mes fenêtres irisées je revois les bleus Elysées où Watteau s’est éternisé. Si Carnero levantase la cabeza se iría por la tangente. Había alto riesgo de que el baile con beso pudiese durar otra eternidad. Para evitarlo ella tenía ya la pipa en la mano. La belleza mata, podría haber dicho cualquiera de los presentes, qué mierda de título hasta para un telefilm. No habrá tiempo, sin embargo, para los nombres y la pirotecnia. Un tranvía azul descarrilado se llevará dentro de quince segundos por delante a la pareja danzante, ante el susto de todo el set de rodaje, que se va a librar por los pelos de correr la misma suerte. Godard mirará de inmediato al operario de cámara. ¿Lo tenemos? Lo tenemos. ¡Pues corten!
abril 20, 2024
Privada de su virginidad
Toda crónica comienza con un ultraje. Nimio, veleidoso. Cuando no era por celos, era por envidia. Qué necesidad de humanizarse tenía el panteón griego, joder. Debe ser insufrible la divinidad. Andaban Tetis y Peleo en plenas nupcias y Eris que para la más bella. Allá que iba la joven Leda a dar de comer a los patos y Hera qué cisne ni qué cisne. Tejía Aracne hermosos tapices y Atenea que te quites, bicho. Sin embargo, es la impulsividad barra incontinencia barra perversión masculina la que genera ocho de cada diez parábolas. La violencia sexual es el carbono del mito. Antes laurel que virgen. Si no eres para mí, serás para el cielo estrellado. La entrada de papá Zeus en Wikipedia debería ilustrarse con su foto pasándose el consentimiento de sus víctimas por la cima del Olimpo. Ovidio y Apuleyo asoman medio cuerpo desde el backstage y hacen un gesto aquiescente con los cuatro pulgares hacia arriba. ¿Cómo no dirimir en favor de Eros la disputa con su madre por un quítame allá esa nuera? Júpiter, dios de la violación, se hizo el digno. El chaval ha privado a Psique de su virginidad, justo es que la acoja y la despose. Y más tarde, en voz baja, que se casen, hija, que la chica, una vez estrenada, es un trasto viejo, no te hará sombra por más que enamore a la cámara, los mortales solo son cabos sueltos, a servir coño no te gana nadie.
abril 13, 2024
Pedo de papá
(Por error, este texto no se publicó cuando debía. Su posición es entre Palanganato y Palabras que yo todavía no sé. Primero pedos y luego loros. Mis disculpas.)
Tal vez huela mal, pero os aseguro que hay toda una mitología de los pedos de padre. Son parte de vuestra infancia, si la tuvisteis, los huérfanos van a tener que tirar de fe. En internet te puedes encontrar ventosidades paternas en cualquier tipo de coyuntura. Lista uno. Ascensores, reuniones familiares, bajo las sábanas, pujos ladradores, mordedores, apuestas, bromas, monólogos, cuñados, concursos. A Bandit Heeler se le caen. No lo puede evitar. Sus hijas lo llevaron a juicio. Qué personaje. Las princesas también se tiran pedos, Ilan Brenman e Ionit Zilberman, 32 páginas a todo color, Algar Editorial, 2011, tapa dura, tropecientas ediciones. Joder, hay artículos medioambientales (Los pedos de padre contaminan más que los pedos de vaca), artículos de El Mundo Today (Papá presenta su colección de pedos Otoño/Invierno), artículos gastroenterológicos (Intervención del cromosoma Y en procesos de flatulencia discontinua. Tres hipótesis). Mi hija, mi propia hija, inventó un juego: huele a pedo… de culo… de una persona… cuyo nombre empieza por erre, usa gafas, está medio calvo, escribe cosas como esta y ama los platos de cuchara. Y yo, claro, tenía entonces que adivinarme y fingir un gran enfado. Los hijos te devuelven hecho añicos al niño que fuiste. Ahora hay más canciones de flatulenciaso que antes. En los salvajes ochenta solo teníamos Enrique y Ana. Pedo de papi puf, puf, puf, puf, puf. La familia pedo levanten el trasero listos fuego. Etc. Etc. Lista dos. Sin duda hay más cuentos de hados fétidos, más camisetas graciosas, récord guiness multitudinarios, pedos íntimos, paternidades hediondas, chistes van un americano, un francés y un español, entonces para qué pregunta, un hombre y una mujer están en la cama y. Los pedos de papá Perrault fueron siempre memorables. Una arquitectónica escatología intestinal. Con olor de mil demonios. Ni los ogros. Alguna vez le reprendieron D’Aulnoy y Guillermo Carnero, tan exquisitos ambos, por ser tan cerdo, pero el viejo ladeó el cuerpo y soltó siete gases como siete leguas y los demás huyeron en tropel. Explícale tú al muy sinvergüenza, lista tres, que hoy en día nos sobran los juegos de mesa de tirarse pedos, los doritos sabor pedo, el premio nacional de pedos, grado y máster en pedos, pedos que imitan pedos, pedos que peroran sobre pedos, metapedos, multipedos, pedos rotos, la venganza de don Pedo, pedófilos, pedonautas, pedorretas, pedorros, pedillos a la mar, pedos adulterados, pedos de libro, de manual, de cajón, pedigüeños, pedúnculos de cultivo ecológico y corazones en pedazos. Agh, los cuescos de padre, fragancia del hogar de la niñez.
abril 11, 2024
Grupo de estudio/ Grupo de control.
En realidad sólo hay un grupo, a saber: alpavese [depresivo con necrosis mental que no cree en lo Derechos Humanos, nosebundo(s)[maníaco adicto a su ego y a la cafeína] y Raúl Sánchez alias de MRSG [una persona real].
El "Estudio" se realiza en el instituto de condicionamiento rey Juan Carlos I (ubicado las inmediaciones del río Manzanares), nombre provisional del proyecto: Manzanas de GUERRA.
Vamos a morir de originalidad, piensa el Ingeniero en Condicionamiento [un mimo que de pálido no requiere de maquillaje y su lágrima negra es un tatuaje hecho con rotring del 0.5]. El mimo se carga todo el curro para que, al final, el director del proyecto, que lo único que hace es correr en su moto de 1100 cc en todas las direcciones contrarias que encuentra y recoger los méritos del futuro paper. El director del proyecto firma y adquiere prestigio porque ha firmado, hasta ahí su principal ocupación.
[CONTINUARÁ]
Raúl Sánchez (MRSG)
abril 08, 2024
fe de erratas de NIPS [nosebundo inducido por substancias] 2.
[...] una vez de pequeño miré directamente al sol durante un eclipse. si hoy no estoy ciego es porque el carro mayor (el Viejo Oso) me trajo unos cristales para soldaduras a modo de protección.
me enseñó 4 constelaciones, aún no tenía el nombre maldito, ni yo ni él. me enseñó a hacer una granja de caracoles partiendo de un cubo + una losa + unas hojas de lechuga. me enseñó la técnica sagrada de encontrar agua en el desierto, me enseñó a soldar, me enseñó que el Agua-lluvia es la mejor de las aguas posibles. la última vez que lo vi me dijo 3 cosas muy importantes: una: No pelees más. dos: gasta todo tu dinero, el dinero y tres: el aquarius de limón, éste es de naranja, ay...
abril 07, 2024
fe de erratas de NIPS [nosebundo inducido por substancias] 1.
El capítulo perdido del asqueroso libelo conocido por nadie como NIPS.
Rosa se siente avergonzada y exhausta. Se duele nada porque lo único que le duele es su niño, es tan noble, se dice. Rosa floreciendo a base de mutilarse las espinas y acariciándole la cabeza a Carlos para que sepa que no está solo. Que mamá siempre estará ahí, para su hijo, su tesoro más preciado, su macho. Rosa reparte naipes, y se inventa su significado para que el niño vea que sí, que importa, si no a ella o al Viejo Oso o a su hermana, al destino; al destino sí le importa Carlos. Mira, le dice, sólo te salen Oros, el As de Oros es la mejor carta, y sonríe mientra la pena le atraganta el corazón y lo quiebra. Crac, crac, hace su diástole. CRAC.
Rosa florece mientras su hijo la puede ver, él siempre espanta la mirada contra los azulejos del salón, tan noble e inteligente que es o que era, ¿lo es?... se dice; ¿lo era? se pregunta. Y le da una baraja que la ordene, y mejore su capacidades cognitivas. Se lo dijo el médico, y Laura y Antonio. Ellos sí saben. No como ella o su marido [pobre Viejo Oso está destrozado].
Rosa se autolesiona las espinas llenándolo todo de objetos, tal vez le sea útil a Carlos cuando despierte de ese infierno. Es tan noble. Ahora le cuesta ir al instituto porque esos hijos de su putísima madre se rieron de él. Es tan noble que prefiere perder todas las peleas a darle en la cara a alguno. Y, recoge unas sillas de playa, Rosa ya ni mira al cruzar desde el contenedor a su casapuerta. Rosa tiene que resolver todos los problemas de la familia, por eso no duerme, por eso le dice a Carlos que le eche cojones, que cuando quiere algo siempre lo consigue. Rosa se arranca todas las espinas para que cuando llegue el momento que su hijo le pida un abrazo no salga herido como otras tantas veces. Ella sabe que es una leona, la Enana Marrón a punto de apagarse, pero después de trajinar con todo lo pendiente en la casa, con su hijo, con su marido, dedica las noches a trabajar y ordenar todas esas chucherías en forma de muebles a medio reparar por su hijo.
Nosebundo cree que la casa cruje de noche, pero es Rosa sacándose el daño que pudo hacer al niño por quererlo tanto, ella no es idiota, y sabe que amar tan fuerte a un hijo puede asfixiarlo por un instante.
Por Manuel R. Sánchez Guerrer
[CONTINUARÁ].
abril 06, 2024
Perdido y descreído de todo
Barba Azul y el Marqués de Carabás fuman en un callejón sin salida. El primero nació allí, junto a unos cubos de basura, y quiere salir de la mierda. El segundo es un advenedizo que no merece ni el bordillo en el que se sienta y pretende morir allí fumado, cueste lo que cueste. Vaya dos patas pa’un banco. Yo también leí de joven a Bukowski por encima. No recuerdo haber sangrado, ni por la nariz, ni por el culo, pero algo de hematoma siempre queda. Ese cardenal confortable de los eunucos emocionales. La potra de papá Perrault es digna de estudio. La viva imagen de Jesucristo en la pasión, seguro de resucitar, pero más gordito y jugoso. En el patio de La Conciergerie también se juega a los dados. Se hacen timbas en ángulos muertos y rincones malolientes, allí donde papá Perrault amasó su segunda fortuna. La primera fue follando con su tía abuela rica hasta dejarla KO de una catarata de orgasmos. Único heredero, dijo el notario. El FBI sospechó que la había matado por la pasta. Falsificaron un par de pruebas, lo dejaron en cueros y lo mandaron a una celda con vistas al Sena. En el penal se reveló pronto como un as. Se llevaba bien con todos, los peligrosos, los sodomitas, los guardias, los locos, Cartouche, los enfermeros y los de la funeraria. Pasaba anfetas, tabaco, goma de mascar, prestaba dinero, se hizo con un séquito pretoriano. Los presos hacían cola de nueve a once como si fuese un rey carolingio, yo que sé, el puto Carlos III, por ejemplo. En la celda dormía con los pies en alto, apoyados sobre el barrigón de Taylor, su compañero y esclavo. Si querías matar a otro presidiario, recurrías a él. Si necesitabas unos calcetines nuevos, le visitabas. Si pretendías fugarte, sin problemas, había organizado la próxima fuga masiva, mira qué calidades, quedan dos primeros sin vender, y el precio, un regalo. Era el emperador en Santa Elena. Un dios rústico con un gladiolo enorme asomándole por el culo. Cuando lo soltaron se subió a la torre de la ametralladora y diseminó sus beneficios al viento sobre el patio. Hurra, gritaban los reclusos. Se fue desnudo, tal y como entró. Hurra. Papá Perrault ha leído mucho desde Bukowski. Hoy trabaja en su tercera fortuna escribiendo cuentos sobre fumadores de crac neoyorkinos y traficantes de obra robada en museos de pueblo. Su prosa es limpia como la de un psiquiatra de la UCA. Ya ha firmado su primer contrato editorial. Nada como tener la suerte de cara, amigos. Y esto es solo el principio.
Periplo del [meta]héroe
Monomito abajo solo hay sombríos intrarquetipos. Lo descubrí una mañana sin sol pero también sin nubes, una de esas mañanas anodinas como l...
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El affaire empezó mientras Ravel leía a Barnes. Canturreaba una melodía pentatónica, todavía blandita y sin forjar, cuando por la página 42...
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Para que bailen los osos hay que cantar a media voz. Ni muy fuerte ni muy flojo. Si quieres seguir con vida mantente de pie, esgrime tu gar...
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No os lo había contado hasta ahora, pero ya no puedo retrasarlo más. Como autor omnisciente que soy, he de deciros que Papá Perrault tenía ...