agosto 31, 2024

¿Por qué no nos basta con los libros?

 Conozco tres o cuatro personas, ya granadas, que viven en un galaxia muy, muy lejana. Otras seis enganchadas a Tolkien y un par más a Lovecraft. De ahí no les sacas. La prima de mi madre no ha despegado la oreja del pop de los 70 y mi tío Carlos, que ya le vale, concentra en Pajares y Esteso sus aproximaciones al cine español. Zonas de confort, herederas de las cavernas. Mi primo Enrique, de joven, quería ser pintor de decorados. Un día visitó una expo de Cezanne en el Thyssen y se convirtió al postcubismo confitado, con medallita francesa y galería monográfica. Yo mismo, para no mentirme, quedé prendado de La saga/fuga y sigo en mis trece. Una catedral que ni la de Villasanta. Tal vez, inconsciente de mí, me obsesione imitarla más de lo que me permito admitir, aunque fuese una miserable bóveda, sin lograrlo. Todo esto viene porque a Julian Barnes no le valía con los libros de Flaubert. Tenía que encontrar al loro. Efectivamente, no basta con los libros. Hay que consumir oxígeno, agua, proteínas, y quizá algodón, eso como mínimo. El kit del buen ser vivo, palpable y concreto. A partir de aquí, las pirámides divergen. Maslow es solo una opinión. Herzberg otra. Hay quien necesita sexo y familia, drogas y recogimiento, éxito y martirio. Pero este es otro tema. Hablábamos de obsesiones estéticas, resistencia al cambio y monotonía cultural. Aquella mañana, con las primeras luces, Ang Lee se acercó al lago mucho antes que cualquier otro miembro del equipo de rodaje. Tenía algo que meditar sobre Dios, los mitos y la epistemología. Miró el croma de fondo como si mirase al horizonte y pensó que el guion ninguneaba de forma flagrante el pacto ficcional divino, aquello que otros han llamado la fe, como si fuese el de un vulgar cuento de hadas, lo cual iba a debilitar la sólida estructura del film y lastrar al héroe tangible que revela, casi al final del metraje, que todo lo mágico vivido solo estaba en su puta cabeza. Ang Lee escuchó rugir a Richard Parker, cerca, en su jaula. Supuso que el gran felino, omnisciente, estaba 100% de acuerdo en lo de buscar al loro, aunque era ya muy tarde para plantear cambios a la productora.

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