diciembre 28, 2023

Polvo para quien no la amó

 En el cuento Las hadas, vaya título, Papá Perrault, una hermosísima y dulce joven escupe rosas y carbúnculos, a razón de una u otro por palabra. Debería ser un premio hablar piedras preciosas y flores silvestres, pero huele a enfermedad rara, a castigo de rey Midas, a condena divina. En algunos cuentos de moraleja existe el paralelismo de una hermana fea y maleducada, como en este, cuyo castigo es, a priori, mucho más grave. El hada la convierte en un oráculo que regurgita culebras y batracios, otro clásico de la literatura. La segundona maleducada no notará empeoramiento, porque ya daba asco de antes. En cambio la primera, la santa, pasará de una esclavitud familiar a otra política. Me explico. Huelga decir que la tradición contempla la existencia de un príncipe que, yendo de caza, se topa con la maciza escupediamantes, Helena tardomedieval, polvo para quien no la amó, sus versos humo. Dicho príncipe se enamora de ella, además de por su bondad y belleza naturales, por su provechoso don de escupir riquezas, qué coño. Inesperadamente, este Paris resulta ser muy avispado. Lo que Perrault no te cuenta es que al llegar a palacio y formalizar el contrato matrimonial, su suegro, el rey, pone a esta gallina de los huevos de oro, atada decúbito prono, a recitar la biblia 24/7 con la cabeza volcada en un embudo que va directamente a las arcas del estado o a los jardines municipales, según escupa joyas o vegetales. Solo descansa de los vómitos cuando el príncipe la viola dos veces al día obligándola a guardar silencio para que no le lluevan zafiros y crisantemos sobre el tálamo. Sospechan los doctores del reino que la descendencia escupirá también perlas, aunque cada seis o siete palabras y de contrastada peor calidad. 

diciembre 17, 2023

Patizambo

 De regreso de tantas lecturas, Pulgarcito, el avispado Pulgarcito, se había convertido en un pequeñísimo Odiseo. Callado te lo tenías, viejo Perrault, qué desborde por la banda, qué finta vivaracha, qué cinturita rota. Muy pocos cayeron al principio, es cierto, pero siglos de minucioso estudio terminaron por descubrir el ardid. Pulgarcito, con su altivez biliosa, quiso hacer con miga de pan aquello que lograra con guijarros en otras contiendas: vencer, regresar sobradamente a Ítaca, incorporarse a su trono y abrazar a su esposa. Jactarse a diario de su propia astucia durante meses de merecido descanso. Así se empiezan a ver las costuras, justo por la jactancia. Los pajarillos, como traicioneros vientos y otras añagazas de Poseidón, se zamparon las señales, dejando a Pulgarcito sin baliza con la que guiar a sus hermanos por la espesura mediterránea. Los niños abandonados eran metáfora de la tripulación desamparada. La elección entre el ogro y los lobos, una franca parodia de Escila y Caribdis. Cuando tocaron tierra en el reino de los Cíclopes, los lectores estábamos ya seguros de que aquel ser de un solo ojo que perseguía a Nadie se correspondía, punto por punto, con el ogro comeniños. Hubo incluso quien identificó a las siete hijas coronadas del monstruo con Circe, Calipso, alguna Sirena, Leucótea, Nausícaa, Euriclea y la mismísima Penélope. Ahora bien, si miráis fijamente, amigos devoracuentos, hacia las sombras del bosque, allí donde pocos ven y ninguno se atreve a adentrarse, hallaréis que Perrault, mediante el personaje del ogro, no pretendía encerrar el espíritu terrible de Polifemo, ni mucho menos. El lector verdaderamente atento sabrá, a estas alturas, que aquel engendro cruel no es otro que el patizambo Tersites, menospreciando la pertinencia del combate. Y en ese mismo instante, ante vuestras narices, la Odisea se transformará en Ilíada, y todo cuento será un poema heroico cantor de esta campaña. Pulgarcito, un Aquiles abúlico. Sus hermanos, los petulantes jefes aqueos. Menelao, padre estulto y desesperado, abocándoles sin miramientos a la angustia guerrera frente a los muros de Ilión. Y Helena, ante todo Helena y su cuerpo de diosa, representará por siempre el desamor de las malas madres que hubo en la literatura. Ágave y Medea, Bernarda Alba y Doña Bárbara, la señora Wormwood y Nicole Blanchard, Emma Bovary y Cersei Lannister. Hijos traicionados en el afecto, hijos abandonados como extraños en el bosque, hijos devorados por la amargura. Qué razón tenía Carnero. Es la decrepitud lo que enciende esta guerra.

diciembre 14, 2023

Apoya lo underground, no te arrepentirás

 Apoya lo underground, no te arrepentirás

Distri Aslogh era una distri inofensiva, aunque se cagara en los muertos de todos, no iba a pasar nada más allá de eso y algunas antologías. Lo mismo pasaba con Fase Zen, era una simple radio poniendo música y hablando. Al cabo del tiempo, cuando Aslogh montó una antología llamada "100 maneras de asesinar a Elon Musk" y se llenó de relatos de todo tipo de gente, es cuando empezó el problema. Puede que fuese porque se intentó poner esa antología por venta en Amazon para vacilar y ganar dinero a costa de la muerte del propio empresario. Ese fue el primer problema, ya que dijeron que la prohibirían en un tiempo y toda persona que mandara relatos o la apoyara iría a juicio con la distri. Fase Zen decidió hacer un especial en la radio relatando la antología entera, era una radio pequeña, ¿qué podía pasar? 
Aslogh y Fase Zen seguían activas sin juicios ni nada, parece que por ahora se estaban librando de una buena. Al año siguiente salió una nueva antología "Ojala resucite para volver a matarle" el propio nombre explica de que trataba. Llegaron relatos de como resucitarían a LoveCraft, Hitler, Colón, la abuela de muchos políticos para que no nacieran sus nietos y miles de historias atacando a quienes nos gobiernan y nos llevan a la miseria poco a poco. Esto si que no hizo gracia al gobierno de turno, y mucho menos a los empresarios que dieron un golpe a la mesa y pidieron acciones legales contra esta distribuidora. Después de sacar esa antología dejó de escribir por Twitter, nadie supo nada más de ella. Los rumores corrían por Twitter y por todos lados "la han matado" "se ha arrepentido" "esta chupando cárcel"... 
Al mes Fase Zen decidió hacer un especial hablando de Aslogh, ya que estas dos movidas se llevaban bien y siempre se han apoyado, ¿cómo no se iban a apoyar en estos momentos? El directo empezó por la noche, a eso de las 22 como a él le gustaba. Fue un directo lleno de gente, ya que echaban de menos a Aslogh y estaba en boca de todes. El directo trataba de hablar de sus relatos, de la injusticia que era todo aquello y un poco de nostalgia cuando subía fanzines random. Casi terminando el directo un golpe sonó seco y después un par de ruidos extraños. La voz de Fase Zen había desaparecido. La gente empezó a hablar de ello por Twitter, y al igual que con Aslogh, los rumores empezaron a volar. 
Aquel directo duró dos días sin ninguna voz, todo en silencio. El silencio de dejar el underground muerto sin nadie dando bombo. Fue la tumba del amor a la movida. 

diciembre 04, 2023

Pietà, signori miei!

 Hay muchos hombres que son más monstruosos que vos, escribió Madame de Beaumont sobre un papel perfumado, pero no me casaría contigo ni harta de vino, puto Chewbacca. Y la Bestia se marchó a llorar junto a la rosa marchita. Oh, piedad, señores míos, no descarguéis sobre mí la daga de vuestra ira. Monstruos, monstruos impíos, que surgen del légamo, serpientes resbaladizas, musgo, deseo, nieve. Háblenle de piedad a Beatrice Cenci, protoguillotinada, donde había una muchacha hay un cadáver, por la inclemencia de Clemente VIII. Qué ironía. Háblenle de misericordia a Ludovic, que ahora pienso en el tristérrimo Niño pez de Mark Richard y, tras leer a Queffélec, los confundo. Esa novela no podía acabar bien. Háblenles de compasión a las vírgenes, la del Vaticano, la Rondanini, las de Van Der Weyden, a los ángeles borrosos de Antonello da Messina. Háblenles de sus hijos crucificados… Las ramas, los cerros, el turrón, cerdo venecianista. Está bien, está bien. Al grano con Perrault. Ni Barbazul, ni el ogro de Pulgarcito, ni la suegra de la Bella durmiente, ni la madrastra de Cenicienta, ni el maridito de Grisélida, ni el lobo, ni el hada vieja, ni la madre que los parió a todos juntos sienten piedad por sus víctimas. Son psicopatías de manual. Carecen absolutamente de empatía. Tienen el lóbulo frontal como un plato de espaguetis. Estos son los hechos, aseguró de rodillas el gordo Leporello. Yo no sabía qué hacía il mio padron, donna Elvira, ni soy culpable di sue donnesche, madamina, il quadro non è tondo. Tampoco estuve presente, donna Anna, en el asesinato del vostro caro padre. No, don Ottavio, no vengue la sangue del vecchio descargando sobre mí la estocada del rencor. Oh, Zerlina!, di Masetto non so nulla! Huye, Leporello, huye. Di fuori chiaro, di dentro scuro. En el fondo albergo demasiada piedad, dijo el coro de los agraviados, yo que me creía despiadado.

noviembre 26, 2023

Perlman, Itzhak Perlman

 Que Ravel buscaba siempre la vena no se le escapa a nadie. Que el archibolero es una sobria danza zamorana, tampoco. Ni que la feria es una jota, ni que el modéré del trío es un zortziko, ni que la alborada del gracioso es un fandango mañanero. Pero no todo iba a ser folclore ibérico, claro. Ravel conoció a Jelly d’Aranyi una húmeda noche de concierto, a principios de 1922, en el caserón londinense de algún conde austrohúngaro. Bartók se la presentó entre trago y trago de palinka. Era una joven de piel oscura, indistinguible de la madera del stradivarius que empuñaba, legado de su tioabuelo. Tenía las manos enormes de una matriarca romaní y la belleza aterradora de aquello que hay oculto más allá de los bosques. Al tocar, la poseían sin remedio los espíritus de los antiguos rapsodas magiares. Con ella en trance, el maestro escuchó por primera vez la agresividad resolutiva de la auténtica improvisación gitana. Irregularidad percutiva, inestabilidad melódica, opulencia tímbrica. Un viento zíngaro sobrevolaba el salón y los Sarasates, Paganinis y Brahmses de la tierra se convirtieron en amanerados fuegos de artificio. Las garras de d’Aranyi daban zarpazos al mástil. El cuerpo veinteañero se doblaba por el vientre. Los ojos de los presentes se entornaban con cada armónico. Era justo lo que Ravel buscaba. Lo popular sublimado. El kibutz sonoro. La música absoluta. Ahora ya puedo escribir Tzigane, le dijo a la muchacha. Y la madrugada improvisó su última cadencia cuando Bartók, algo azorado por la envidia, se bebió otro vaso más de palinka y se fue llorando a terminar sus sonatas. Cuarenta años después, a las puertas del Carnegie Hall, d’Aranyi fue abordada por un niño con muletas, obsequio de la polio. Su pelo rizado delataba una ascendencia sefardí. Me llamo Perlman, Itzhak Perlman, madame, quiero ser violinista y tocar Tzigane como lo hace usted. D’Aranyi puso la mano derecha en la cabeza del niño y sintió que le andaba dentro el espíritu de Schumann. Tocarás sentado, vaticinó, y lo harás mejor que yo, pero cuando tengas mi edad, una niña española también ejecutará Tzigane y te dará mil vueltas. ¿Una española?, dijo el niño, eso es imposible, madame, los españoles no saben ni coger el arco. D’Aranyi sonrió, le alborotó el pelo y se marchó con su séquito por la Séptima Avenida. El niño Itzhak se quedó blanco, acodado en sus muletas. Aún tardó unos segundos en reaccionar. ¿Cuál será su nombre, madame? ¿La española?, contestó d’Aranyi girando el cuello como un cisne: Dueñas, se llamará María Dueñas. Vas a tener que trabajar mucho Ravel para que no te supere. 

noviembre 18, 2023

Propedéutica

  Hardenberg palmó antes de cumplir los treinta. Tenía los pulmones como un hígado de pato. Dos coladeros del aire nocturno de Sajonia. Y los de Sophie no estaban mejor. De hecho estaban peor. Eran pulmones de esponja, opacos al trasluz. Los ponía a orear cada noche en la ventana de su habitación adolescente. Entre ambos, cuatro sanguinolentas asaduras. Sus respectivas y airadas batallas contra la muerte prematura acabaron en derrota. Ella alcanzó los quince por los pelos y él dejó el Ofterdingen en fase propedéutica. Todas las flores azules cultivadas, la marea de mineros cóncavos y trovadores convexos, la retahíla de los escribas ariscos acabaron en un gatillazo de los que dejaría lloriqueando confuso a Nacho Vidal. Aquel triunfo de la fábula sobre la razón es el cañón de confeti del romanticismo alemán. Una bala de fogueo. Una salida nula. Un quiero y no puedo. De haber terminado la segunda parte, el tiro de Hardenberg que pasó por encima de la cabezota de Goethe sin despeinarlo le hubiera despilfarrado los sesos contra una fachada concreta de la Elsenheimerstrasse de Munich. La luz y más luz que pedía Fausto quedaría sofocada como los rayos de sol en las minas del Eula. El culo de Wilhelm Meister, pateado a fondo por la tarantela de las Parcas. Incluso el imberbe imbécil del chaleco amarillo hubiera sido tal vez borrado del acervo por el canto curtido y libre que Heinrich entonara entre los muslos de Mathilde muerta. Algún día hablaremos de lo insuficientes que fueron para Novalis las palabras, las caricias y los años.

noviembre 11, 2023

Pares o nones

 Hoy es sábado. Iba a hablar del último premio Planote. Una verdadera ganga en posavasos. Calzos para mobiliario. Pellets de combustión rápida. Decoramesitas. Una escritura ligera, casi automática, especialidad de los días sin tiempo. Pero también quería hablar de Novalis. De cómo Heinrich se topó con Mathilde. Diese Reiter war nun geendigt. El Idealismo Mágico que pone patas arriba a Goethe. Una escritura densa, pedantona y áspera, que tampoco ibais a leer. Novalis versus Sonsoles. El dilema. Ambos, que me gusta a mí la imagen, puestos en equilibrio, atados y desnudos, sobre la afilada navaja de Ockham, las postales de Fu Zhu Li del capítulo 14, Leopoldo II en el Congo, Vlad el Empalador. En igualdad de condiciones la solución Ónega es la correcta. Y sin embargo me resisto, porque el Planote no merece que le dediquemos más tiempo que el del minero a la luz del sol. Lo echaremos a pares o nones, dice mi hija de seis años. Hija, ¿estás segura? No queda más remedio, amado padre, si no nunca me llevarás al parque. 

noviembre 04, 2023

Primus inter primos

  No tenemos ninguna información sobre la última esposa y heredera de Barba Azul. Ni siquiera el nombre. Conocemos el de su hermana Anne y los regimientos en que servían sus hermanos varones, uno dragón y el otro mosquetero. También sabemos que su madre era una dama de calidad, amante de los bailes de disfraces —antifaces de muselina, ciudadanos disfrazados de asnos de Persia, asnos de Persia disfrazados de ciudadanos—, sin duda mujer harto vanidosa. Del propio Barba Azul se dice al principio que era rico, muy rico, propietario de palacios en la ciudad y fincas en el campo —y muchas otras cosas, como, por ejemplo, varitas mágicas, insectos de cartón-piedra, una colección bastante amplia de crema para payasos, la botella de porcelana rosada—. Pero de la heroína, de la prota, hay que joderse, Papá Perrault, no dejaste ni una pista cierta, ni una pincelada a la que aferrarse. Tenemos que inferir sin ayuda el picor adolescente en la entrepierna, la sumisión a los designios de su madre y la fatal curiosidad. Sobre todo esto último, ya sabéis, lo del muro con los fiambres puestos a secar. Una carnicería. Así que voy a inventarme un nombre para ella. Qué menos. La llamaré Zulima, como Novalis llamó al fugaz amor de Ofterdingen en el capítulo cuarto, poco antes de conocer a Matilde. Primus inter primos. La chica lo merece, coño. Poned nombre a todos vuestros personajes. Gustaos en la etimología. Dadlos en sagrada posesión a vuestros interlocutores. No hagáis el ganso como Perrault. La joven Zulima, recién casada, tenía derecho a un nombre, a organizar la soirée con sus amigas —alguien descubrió que el tiovivo podía seguir girando— siendo como era dueña y señora del castillo, libre del marido en viaje de negocios. Era justo alardear de riquezas ante ellas y perder el culo por abrir el portón del gabinete prohibido. ¿Qué hubiese pasado si sus hermanos soldado no llegan a tiempo de parar los pies a su cuñado? Todos sabemos que Zulima ocuparía obediente su lugar en el muro del gabinete, su sangre se fusionaría con la de las otras favoritas, coagularía perenne en el suelo. Primus inter primos. Un trofeo preeminente —girando suavemente en el chirrido de las tablas alquitranadas, para seguir girando hasta la muerte—, tal vez la difunta más bella, o la más joven, o la más curiosa. La primera entre las primeras. De esto tampoco tenemos ninguna información, pero podemos imaginar sin esfuerzo que, de ser así, la colección del asesino de la barba azul hubiera seguido aumentando. Eso mismo debió pensar Bartók cuando se le ocurrió para la siguiente esposa el bíblico nombre de Judit y propuso añadir, en el clímax de su Chanson de Cour, un vengativo refuerzo de metales. 

octubre 28, 2023

Pináculos o balaustres

El gato con botas escucha divertido, desde unas zarzas que arden al sol de la tarde, la conversación entre los dos conejos. ¿Son galgos o podencos? Efectivamente se aproximan a la carrera unos perros, no muy lejos. Los conejos discuten. Esperad, ¿son conejos?, se pregunta el gato. Desde su posición agazapada no los distingue. Por el olor diría que sí, que son tiernos conejitos asustados, aunque si atiende a las voces ásperas podría tratarse de liebres corpulentas. Aumentan los ladridos en la polvareda. Hay que actuar rápido. Las piezas están sobre el saco, siguen discutiendo, los muy lagomorfos. Quedan unos veinte segundos para que la jauría los alcance. Como tantas otras veces, tira de la cuerda con un salto y desaparece de la trayectoria canina con las presas cobradas. Menudo jarrito de agua en el pescuezo. De camino a los dominios del marqués de Carabás, el gato encuentra a dos hombres enterrados hasta el cuello en un páramo. No es habitual esta forma de castigo, aunque tampoco insólita. ¿Qué delito atroz habrán cometido? La sed y la impotencia les ha hecho perder la cabeza. Discuten sobre si lo de la catedral de Augsburgo son pináculos o balaustres. Uno sostiene que las formas verticales pinzan con su altura los arbotantes. El otro que cómo va a ser eso, si la catedral de Augsburgo no tiene arbotantes, no como estructura externa al menos, aunque sí las suficientes terrazas como para albergar una buena cantidad de balaustradas. Y le replica el primero que las terrazas y balaustres se los ha sacado de la manga, porque las cubiertas de las construcciones en la región de Schawben son siempre a dos aguas. El gato con botas pasa entre las cabezas sin detenerse. Una gata sin botas, agazapada en unas zarzas oscuras, acecha a los enterrados en el crepúsculo. Será una gata cerval, pero parece una leona, se admira el gato. Si los reos supieran lo que se les viene encima no dirían tantas tonterías. 

octubre 21, 2023

Pan negro y queso

 Cuando la Bella Durmiente despertó, el reino se había quedado anticuado. Ella, como es lógico, no lo percibía de esta forma. Acababa de despertar de la siesta. Nada tenía por qué haber cambiado. Nos cuenta Papá Perrault que sus ropas eran creación reciente de un joven sastre muy prestigioso, los muebles del castillo estaban a la última en panes de oro y trucos de ebanista, la música ambiente era la de siempre, una mezcla modernísima mitad fox-trot, mitad cuplé. El príncipe, a pesar del flechazo de Cupido, apenas podía evitar mirarla raro. Sus ropas se parecían a las que vestía su bisabuela en el óleo del gran salón del trono de papi, el rey, los muebles eran tallas policromadas del año de la tos, la música, madre mía, la música era todita sin autotune. Como su erección creciente estaba por ser lo único importante, no dio pábulo a anacronismos y carcomas. El amor fluyó junto a las viandas de la cena, que resultaron ser por igual añejas y exquisitas. Sonó el maestro Couperin, forlanas, rigodones, minuetos, y aunque la boda no fue en Las Vegas, se ofició en latín. Los besos y las caricias de los novios se les caían de las manos y los labios. Algo de gerentofilia había, para qué engañarnos. Él rondaba más o menos la veintena y ella debía tener no más de ciento diecisiete. A la mañana siguiente, saciados ambos del cuerpo del otro, se separaron. Ella para reanudar la gerencia en su reino aún medio dormido, como fray Luis su cátedra, tras un siglo en la cárcel del sueño. Él para que no le echasen en falta allá en el suyo, ni sus papis, los reyes, lo pensasen malherido, muerto o, casi peor, cautivo del Gran Turco al otro lado del mar. Inventó entonces, por no dar muchas explicaciones, la historia del carbonero que lo había acogido en su choza y aderezó el relato de su extravío con pan negro y queso, lo poco que el humilde paisano habría compartido a la hora de la cena, porque en realidad, hasta aquel reino pretérito aún no habían llegado el pan blanco y otras moderneces culinarias. 

octubre 07, 2023

Palingenesia

 Aunque no conocemos la Hintegridad de la Palabra, nuestra teoría es muy simple: el Huniverso contiene muy pocos Hespíritus fabuladores. Hauténticos fabuladores, queremos decir. No cuentan las Habuelas, ni los Hexecutive coaches, ni por supuesto los Habogados. Mediante palingenesia, dichos Hespíritus invaden los cuerpos de gente a priori Hanodina, convirtiéndolos durante el brevísimo lapso de sus vidas en literatos abrumadores. Así podríamos Hesnifar líneas metempsicóticas a lo largo de las generaciones e ir saltando de narrador en narrador desde Tartessos hasta Futuroscope sin tocar suelo. A nuestra derecha Lee Krasner, pictomercenaria pizpireta, toma notas rápidas junto a la desembocadura del Harlem, boceta mandalas Hirregulares en tonos verdes y morados y sufre un leve vahído cada vez que recuerda a su Hamado Pollock. Remontarse más allá de la raíz perraultiana, explicamos, supondría un Hesfuerzo indoeuropeo, aunque se cree que recogió el hálito de Malherbe, o puede que de Catalina de Zúñiga, a saber. Lo que sí parece quedar demostrado —y la palingenesia, digan lo que digan, fue también objeto de la ciencia Hempírica— es su transmigración inmediata al cuerpo de la véneta Bergalli, Hillustre rimatrice d’ogni grado, d’ogni forma, d’ogni età que pasó la primera mitad del siglo XVIII escribiendo sus versos y poniendo en valor los de otras rimatrici célebres, y desde tal fenómeno lírico del barroco veneciano fue el Hánima eterna a parar nada menos que a don Leandro Fernández de Moratín, que en aquel año de nuestro señor de 1760 daba sus primeros lloros en la Villa y Corte, Hastro Hindiscutible de la dramaturgia protorromántica patria y contrario a los matrimonios desiguales, el cual al morir, ya viejo, dejó vagar de nuevo su Hesencia fabulante en el Huniverso —los caminos de la palingenesia son Hinescrutables—. ¿Cómo es esto posible?, interrumpió incrédula Lee Krasner. Pues aún hay más, reímos, porque viajó también hasta Yàsnaia Poliana, lugar donde fue a toparse con el recién nacido Lev Nikoláyevich Tolstói, varón, aparentemente sano, tres trescientos, algo cabezón, ligeramente ictérico, que tiró de nodrizas de pechos Hopulentos y saludable Haspecto, complacientes por temerosas quizá de ser despedidas, creció, escribió y fue sepultado, y su Halma migró con insistencia al tercer día, caracoleando una vez más en el éter, hasta la minúscula parroquia de Serantes, cerca de un bosquecillo de robles y nogales en el fin del mundo, yendo a posarse allí en un nuevo Hinfante, primogénito bautizado como Gonzalo por su padre, rudo marino de paternidad vacante, y criado por su Hamantísima madre Ángela, mucho menos ausente, un niño que fue miope hasta las trancas y sin embargo pronto despierto para la lectura, las Hensoñaciones, las guerras entre lampreas y Hestorninos y los pasos de frontera portugueses. Lee Krasner levantó en ese momento la cabeza y se nos quedó mirando. ¿Entonces el Hespíritu de Perrault habitará hoy en algún otro cuerpo?, dijo, ¿se podría saber? Aún no, aseguramos, pero podría estar en Irene Franco o en Anastasia Untila, ni idea. ¿Y Hespíritus  pictóricos?, preguntó de repente Hilusionada, ¿haylos? La Hintegridad de la Palabra es un misterio y lo que conocemos de ella Hopera resurrecciones restringidas, repetimos. La viuda suspiró tristemente y volvió a sus bocetos como quien entretiene sus nostalgias con un producto inmoral —y por tanto fálico— de la Hindustria Hextranjera. 

Periplo del [meta]héroe

 Monomito abajo solo hay sombríos intrarquetipos. Lo descubrí una mañana sin sol pero también sin nubes, una de esas mañanas anodinas como l...