diciembre 28, 2023

Polvo para quien no la amó

 En el cuento Las hadas, vaya título, Papá Perrault, una hermosísima y dulce joven escupe rosas y carbúnculos, a razón de una u otro por palabra. Debería ser un premio hablar piedras preciosas y flores silvestres, pero huele a enfermedad rara, a castigo de rey Midas, a condena divina. En algunos cuentos de moraleja existe el paralelismo de una hermana fea y maleducada, como en este, cuyo castigo es, a priori, mucho más grave. El hada la convierte en un oráculo que regurgita culebras y batracios, otro clásico de la literatura. La segundona maleducada no notará empeoramiento, porque ya daba asco de antes. En cambio la primera, la santa, pasará de una esclavitud familiar a otra política. Me explico. Huelga decir que la tradición contempla la existencia de un príncipe que, yendo de caza, se topa con la maciza escupediamantes, Helena tardomedieval, polvo para quien no la amó, sus versos humo. Dicho príncipe se enamora de ella, además de por su bondad y belleza naturales, por su provechoso don de escupir riquezas, qué coño. Inesperadamente, este Paris resulta ser muy avispado. Lo que Perrault no te cuenta es que al llegar a palacio y formalizar el contrato matrimonial, su suegro, el rey, pone a esta gallina de los huevos de oro, atada decúbito prono, a recitar la biblia 24/7 con la cabeza volcada en un embudo que va directamente a las arcas del estado o a los jardines municipales, según escupa joyas o vegetales. Solo descansa de los vómitos cuando el príncipe la viola dos veces al día obligándola a guardar silencio para que no le lluevan zafiros y crisantemos sobre el tálamo. Sospechan los doctores del reino que la descendencia escupirá también perlas, aunque cada seis o siete palabras y de contrastada peor calidad. 

diciembre 17, 2023

Patizambo

 De regreso de tantas lecturas, Pulgarcito, el avispado Pulgarcito, se había convertido en un pequeñísimo Odiseo. Callado te lo tenías, viejo Perrault, qué desborde por la banda, qué finta vivaracha, qué cinturita rota. Muy pocos cayeron al principio, es cierto, pero siglos de minucioso estudio terminaron por descubrir el ardid. Pulgarcito, con su altivez biliosa, quiso hacer con miga de pan aquello que lograra con guijarros en otras contiendas: vencer, regresar sobradamente a Ítaca, incorporarse a su trono y abrazar a su esposa. Jactarse a diario de su propia astucia durante meses de merecido descanso. Así se empiezan a ver las costuras, justo por la jactancia. Los pajarillos, como traicioneros vientos y otras añagazas de Poseidón, se zamparon las señales, dejando a Pulgarcito sin baliza con la que guiar a sus hermanos por la espesura mediterránea. Los niños abandonados eran metáfora de la tripulación desamparada. La elección entre el ogro y los lobos, una franca parodia de Escila y Caribdis. Cuando tocaron tierra en el reino de los Cíclopes, los lectores estábamos ya seguros de que aquel ser de un solo ojo que perseguía a Nadie se correspondía, punto por punto, con el ogro comeniños. Hubo incluso quien identificó a las siete hijas coronadas del monstruo con Circe, Calipso, alguna Sirena, Leucótea, Nausícaa, Euriclea y la mismísima Penélope. Ahora bien, si miráis fijamente, amigos devoracuentos, hacia las sombras del bosque, allí donde pocos ven y ninguno se atreve a adentrarse, hallaréis que Perrault, mediante el personaje del ogro, no pretendía encerrar el espíritu terrible de Polifemo, ni mucho menos. El lector verdaderamente atento sabrá, a estas alturas, que aquel engendro cruel no es otro que el patizambo Tersites, menospreciando la pertinencia del combate. Y en ese mismo instante, ante vuestras narices, la Odisea se transformará en Ilíada, y todo cuento será un poema heroico cantor de esta campaña. Pulgarcito, un Aquiles abúlico. Sus hermanos, los petulantes jefes aqueos. Menelao, padre estulto y desesperado, abocándoles sin miramientos a la angustia guerrera frente a los muros de Ilión. Y Helena, ante todo Helena y su cuerpo de diosa, representará por siempre el desamor de las malas madres que hubo en la literatura. Ágave y Medea, Bernarda Alba y Doña Bárbara, la señora Wormwood y Nicole Blanchard, Emma Bovary y Cersei Lannister. Hijos traicionados en el afecto, hijos abandonados como extraños en el bosque, hijos devorados por la amargura. Qué razón tenía Carnero. Es la decrepitud lo que enciende esta guerra.

diciembre 14, 2023

Apoya lo underground, no te arrepentirás

 Apoya lo underground, no te arrepentirás

Distri Aslogh era una distri inofensiva, aunque se cagara en los muertos de todos, no iba a pasar nada más allá de eso y algunas antologías. Lo mismo pasaba con Fase Zen, era una simple radio poniendo música y hablando. Al cabo del tiempo, cuando Aslogh montó una antología llamada "100 maneras de asesinar a Elon Musk" y se llenó de relatos de todo tipo de gente, es cuando empezó el problema. Puede que fuese porque se intentó poner esa antología por venta en Amazon para vacilar y ganar dinero a costa de la muerte del propio empresario. Ese fue el primer problema, ya que dijeron que la prohibirían en un tiempo y toda persona que mandara relatos o la apoyara iría a juicio con la distri. Fase Zen decidió hacer un especial en la radio relatando la antología entera, era una radio pequeña, ¿qué podía pasar? 
Aslogh y Fase Zen seguían activas sin juicios ni nada, parece que por ahora se estaban librando de una buena. Al año siguiente salió una nueva antología "Ojala resucite para volver a matarle" el propio nombre explica de que trataba. Llegaron relatos de como resucitarían a LoveCraft, Hitler, Colón, la abuela de muchos políticos para que no nacieran sus nietos y miles de historias atacando a quienes nos gobiernan y nos llevan a la miseria poco a poco. Esto si que no hizo gracia al gobierno de turno, y mucho menos a los empresarios que dieron un golpe a la mesa y pidieron acciones legales contra esta distribuidora. Después de sacar esa antología dejó de escribir por Twitter, nadie supo nada más de ella. Los rumores corrían por Twitter y por todos lados "la han matado" "se ha arrepentido" "esta chupando cárcel"... 
Al mes Fase Zen decidió hacer un especial hablando de Aslogh, ya que estas dos movidas se llevaban bien y siempre se han apoyado, ¿cómo no se iban a apoyar en estos momentos? El directo empezó por la noche, a eso de las 22 como a él le gustaba. Fue un directo lleno de gente, ya que echaban de menos a Aslogh y estaba en boca de todes. El directo trataba de hablar de sus relatos, de la injusticia que era todo aquello y un poco de nostalgia cuando subía fanzines random. Casi terminando el directo un golpe sonó seco y después un par de ruidos extraños. La voz de Fase Zen había desaparecido. La gente empezó a hablar de ello por Twitter, y al igual que con Aslogh, los rumores empezaron a volar. 
Aquel directo duró dos días sin ninguna voz, todo en silencio. El silencio de dejar el underground muerto sin nadie dando bombo. Fue la tumba del amor a la movida. 

diciembre 04, 2023

Pietà, signori miei!

 Hay muchos hombres que son más monstruosos que vos, escribió Madame de Beaumont sobre un papel perfumado, pero no me casaría contigo ni harta de vino, puto Chewbacca. Y la Bestia se marchó a llorar junto a la rosa marchita. Oh, piedad, señores míos, no descarguéis sobre mí la daga de vuestra ira. Monstruos, monstruos impíos, que surgen del légamo, serpientes resbaladizas, musgo, deseo, nieve. Háblenle de piedad a Beatrice Cenci, protoguillotinada, donde había una muchacha hay un cadáver, por la inclemencia de Clemente VIII. Qué ironía. Háblenle de misericordia a Ludovic, que ahora pienso en el tristérrimo Niño pez de Mark Richard y, tras leer a Queffélec, los confundo. Esa novela no podía acabar bien. Háblenles de compasión a las vírgenes, la del Vaticano, la Rondanini, las de Van Der Weyden, a los ángeles borrosos de Antonello da Messina. Háblenles de sus hijos crucificados… Las ramas, los cerros, el turrón, cerdo venecianista. Está bien, está bien. Al grano con Perrault. Ni Barbazul, ni el ogro de Pulgarcito, ni la suegra de la Bella durmiente, ni la madrastra de Cenicienta, ni el maridito de Grisélida, ni el lobo, ni el hada vieja, ni la madre que los parió a todos juntos sienten piedad por sus víctimas. Son psicopatías de manual. Carecen absolutamente de empatía. Tienen el lóbulo frontal como un plato de espaguetis. Estos son los hechos, aseguró de rodillas el gordo Leporello. Yo no sabía qué hacía il mio padron, donna Elvira, ni soy culpable di sue donnesche, madamina, il quadro non è tondo. Tampoco estuve presente, donna Anna, en el asesinato del vostro caro padre. No, don Ottavio, no vengue la sangue del vecchio descargando sobre mí la estocada del rencor. Oh, Zerlina!, di Masetto non so nulla! Huye, Leporello, huye. Di fuori chiaro, di dentro scuro. En el fondo albergo demasiada piedad, dijo el coro de los agraviados, yo que me creía despiadado.

noviembre 26, 2023

Perlman, Itzhak Perlman

 Que Ravel buscaba siempre la vena no se le escapa a nadie. Que el archibolero es una sobria danza zamorana, tampoco. Ni que la feria es una jota, ni que el modéré del trío es un zortziko, ni que la alborada del gracioso es un fandango mañanero. Pero no todo iba a ser folclore ibérico, claro. Ravel conoció a Jelly d’Aranyi una húmeda noche de concierto, a principios de 1922, en el caserón londinense de algún conde austrohúngaro. Bartók se la presentó entre trago y trago de palinka. Era una joven de piel oscura, indistinguible de la madera del stradivarius que empuñaba, legado de su tioabuelo. Tenía las manos enormes de una matriarca romaní y la belleza aterradora de aquello que hay oculto más allá de los bosques. Al tocar, la poseían sin remedio los espíritus de los antiguos rapsodas magiares. Con ella en trance, el maestro escuchó por primera vez la agresividad resolutiva de la auténtica improvisación gitana. Irregularidad percutiva, inestabilidad melódica, opulencia tímbrica. Un viento zíngaro sobrevolaba el salón y los Sarasates, Paganinis y Brahmses de la tierra se convirtieron en amanerados fuegos de artificio. Las garras de d’Aranyi daban zarpazos al mástil. El cuerpo veinteañero se doblaba por el vientre. Los ojos de los presentes se entornaban con cada armónico. Era justo lo que Ravel buscaba. Lo popular sublimado. El kibutz sonoro. La música absoluta. Ahora ya puedo escribir Tzigane, le dijo a la muchacha. Y la madrugada improvisó su última cadencia cuando Bartók, algo azorado por la envidia, se bebió otro vaso más de palinka y se fue llorando a terminar sus sonatas. Cuarenta años después, a las puertas del Carnegie Hall, d’Aranyi fue abordada por un niño con muletas, obsequio de la polio. Su pelo rizado delataba una ascendencia sefardí. Me llamo Perlman, Itzhak Perlman, madame, quiero ser violinista y tocar Tzigane como lo hace usted. D’Aranyi puso la mano derecha en la cabeza del niño y sintió que le andaba dentro el espíritu de Schumann. Tocarás sentado, vaticinó, y lo harás mejor que yo, pero cuando tengas mi edad, una niña española también ejecutará Tzigane y te dará mil vueltas. ¿Una española?, dijo el niño, eso es imposible, madame, los españoles no saben ni coger el arco. D’Aranyi sonrió, le alborotó el pelo y se marchó con su séquito por la Séptima Avenida. El niño Itzhak se quedó blanco, acodado en sus muletas. Aún tardó unos segundos en reaccionar. ¿Cuál será su nombre, madame? ¿La española?, contestó d’Aranyi girando el cuello como un cisne: Dueñas, se llamará María Dueñas. Vas a tener que trabajar mucho Ravel para que no te supere. 

noviembre 18, 2023

Propedéutica

  Hardenberg palmó antes de cumplir los treinta. Tenía los pulmones como un hígado de pato. Dos coladeros del aire nocturno de Sajonia. Y los de Sophie no estaban mejor. De hecho estaban peor. Eran pulmones de esponja, opacos al trasluz. Los ponía a orear cada noche en la ventana de su habitación adolescente. Entre ambos, cuatro sanguinolentas asaduras. Sus respectivas y airadas batallas contra la muerte prematura acabaron en derrota. Ella alcanzó los quince por los pelos y él dejó el Ofterdingen en fase propedéutica. Todas las flores azules cultivadas, la marea de mineros cóncavos y trovadores convexos, la retahíla de los escribas ariscos acabaron en un gatillazo de los que dejaría lloriqueando confuso a Nacho Vidal. Aquel triunfo de la fábula sobre la razón es el cañón de confeti del romanticismo alemán. Una bala de fogueo. Una salida nula. Un quiero y no puedo. De haber terminado la segunda parte, el tiro de Hardenberg que pasó por encima de la cabezota de Goethe sin despeinarlo le hubiera despilfarrado los sesos contra una fachada concreta de la Elsenheimerstrasse de Munich. La luz y más luz que pedía Fausto quedaría sofocada como los rayos de sol en las minas del Eula. El culo de Wilhelm Meister, pateado a fondo por la tarantela de las Parcas. Incluso el imberbe imbécil del chaleco amarillo hubiera sido tal vez borrado del acervo por el canto curtido y libre que Heinrich entonara entre los muslos de Mathilde muerta. Algún día hablaremos de lo insuficientes que fueron para Novalis las palabras, las caricias y los años.

noviembre 11, 2023

Pares o nones

 Hoy es sábado. Iba a hablar del último premio Planote. Una verdadera ganga en posavasos. Calzos para mobiliario. Pellets de combustión rápida. Decoramesitas. Una escritura ligera, casi automática, especialidad de los días sin tiempo. Pero también quería hablar de Novalis. De cómo Heinrich se topó con Mathilde. Diese Reiter war nun geendigt. El Idealismo Mágico que pone patas arriba a Goethe. Una escritura densa, pedantona y áspera, que tampoco ibais a leer. Novalis versus Sonsoles. El dilema. Ambos, que me gusta a mí la imagen, puestos en equilibrio, atados y desnudos, sobre la afilada navaja de Ockham, las postales de Fu Zhu Li del capítulo 14, Leopoldo II en el Congo, Vlad el Empalador. En igualdad de condiciones la solución Ónega es la correcta. Y sin embargo me resisto, porque el Planote no merece que le dediquemos más tiempo que el del minero a la luz del sol. Lo echaremos a pares o nones, dice mi hija de seis años. Hija, ¿estás segura? No queda más remedio, amado padre, si no nunca me llevarás al parque. 

noviembre 04, 2023

Primus inter primos

  No tenemos ninguna información sobre la última esposa y heredera de Barba Azul. Ni siquiera el nombre. Conocemos el de su hermana Anne y los regimientos en que servían sus hermanos varones, uno dragón y el otro mosquetero. También sabemos que su madre era una dama de calidad, amante de los bailes de disfraces —antifaces de muselina, ciudadanos disfrazados de asnos de Persia, asnos de Persia disfrazados de ciudadanos—, sin duda mujer harto vanidosa. Del propio Barba Azul se dice al principio que era rico, muy rico, propietario de palacios en la ciudad y fincas en el campo —y muchas otras cosas, como, por ejemplo, varitas mágicas, insectos de cartón-piedra, una colección bastante amplia de crema para payasos, la botella de porcelana rosada—. Pero de la heroína, de la prota, hay que joderse, Papá Perrault, no dejaste ni una pista cierta, ni una pincelada a la que aferrarse. Tenemos que inferir sin ayuda el picor adolescente en la entrepierna, la sumisión a los designios de su madre y la fatal curiosidad. Sobre todo esto último, ya sabéis, lo del muro con los fiambres puestos a secar. Una carnicería. Así que voy a inventarme un nombre para ella. Qué menos. La llamaré Zulima, como Novalis llamó al fugaz amor de Ofterdingen en el capítulo cuarto, poco antes de conocer a Matilde. Primus inter primos. La chica lo merece, coño. Poned nombre a todos vuestros personajes. Gustaos en la etimología. Dadlos en sagrada posesión a vuestros interlocutores. No hagáis el ganso como Perrault. La joven Zulima, recién casada, tenía derecho a un nombre, a organizar la soirée con sus amigas —alguien descubrió que el tiovivo podía seguir girando— siendo como era dueña y señora del castillo, libre del marido en viaje de negocios. Era justo alardear de riquezas ante ellas y perder el culo por abrir el portón del gabinete prohibido. ¿Qué hubiese pasado si sus hermanos soldado no llegan a tiempo de parar los pies a su cuñado? Todos sabemos que Zulima ocuparía obediente su lugar en el muro del gabinete, su sangre se fusionaría con la de las otras favoritas, coagularía perenne en el suelo. Primus inter primos. Un trofeo preeminente —girando suavemente en el chirrido de las tablas alquitranadas, para seguir girando hasta la muerte—, tal vez la difunta más bella, o la más joven, o la más curiosa. La primera entre las primeras. De esto tampoco tenemos ninguna información, pero podemos imaginar sin esfuerzo que, de ser así, la colección del asesino de la barba azul hubiera seguido aumentando. Eso mismo debió pensar Bartók cuando se le ocurrió para la siguiente esposa el bíblico nombre de Judit y propuso añadir, en el clímax de su Chanson de Cour, un vengativo refuerzo de metales. 

octubre 28, 2023

Pináculos o balaustres

El gato con botas escucha divertido, desde unas zarzas que arden al sol de la tarde, la conversación entre los dos conejos. ¿Son galgos o podencos? Efectivamente se aproximan a la carrera unos perros, no muy lejos. Los conejos discuten. Esperad, ¿son conejos?, se pregunta el gato. Desde su posición agazapada no los distingue. Por el olor diría que sí, que son tiernos conejitos asustados, aunque si atiende a las voces ásperas podría tratarse de liebres corpulentas. Aumentan los ladridos en la polvareda. Hay que actuar rápido. Las piezas están sobre el saco, siguen discutiendo, los muy lagomorfos. Quedan unos veinte segundos para que la jauría los alcance. Como tantas otras veces, tira de la cuerda con un salto y desaparece de la trayectoria canina con las presas cobradas. Menudo jarrito de agua en el pescuezo. De camino a los dominios del marqués de Carabás, el gato encuentra a dos hombres enterrados hasta el cuello en un páramo. No es habitual esta forma de castigo, aunque tampoco insólita. ¿Qué delito atroz habrán cometido? La sed y la impotencia les ha hecho perder la cabeza. Discuten sobre si lo de la catedral de Augsburgo son pináculos o balaustres. Uno sostiene que las formas verticales pinzan con su altura los arbotantes. El otro que cómo va a ser eso, si la catedral de Augsburgo no tiene arbotantes, no como estructura externa al menos, aunque sí las suficientes terrazas como para albergar una buena cantidad de balaustradas. Y le replica el primero que las terrazas y balaustres se los ha sacado de la manga, porque las cubiertas de las construcciones en la región de Schawben son siempre a dos aguas. El gato con botas pasa entre las cabezas sin detenerse. Una gata sin botas, agazapada en unas zarzas oscuras, acecha a los enterrados en el crepúsculo. Será una gata cerval, pero parece una leona, se admira el gato. Si los reos supieran lo que se les viene encima no dirían tantas tonterías. 

octubre 21, 2023

Pan negro y queso

 Cuando la Bella Durmiente despertó, el reino se había quedado anticuado. Ella, como es lógico, no lo percibía de esta forma. Acababa de despertar de la siesta. Nada tenía por qué haber cambiado. Nos cuenta Papá Perrault que sus ropas eran creación reciente de un joven sastre muy prestigioso, los muebles del castillo estaban a la última en panes de oro y trucos de ebanista, la música ambiente era la de siempre, una mezcla modernísima mitad fox-trot, mitad cuplé. El príncipe, a pesar del flechazo de Cupido, apenas podía evitar mirarla raro. Sus ropas se parecían a las que vestía su bisabuela en el óleo del gran salón del trono de papi, el rey, los muebles eran tallas policromadas del año de la tos, la música, madre mía, la música era todita sin autotune. Como su erección creciente estaba por ser lo único importante, no dio pábulo a anacronismos y carcomas. El amor fluyó junto a las viandas de la cena, que resultaron ser por igual añejas y exquisitas. Sonó el maestro Couperin, forlanas, rigodones, minuetos, y aunque la boda no fue en Las Vegas, se ofició en latín. Los besos y las caricias de los novios se les caían de las manos y los labios. Algo de gerentofilia había, para qué engañarnos. Él rondaba más o menos la veintena y ella debía tener no más de ciento diecisiete. A la mañana siguiente, saciados ambos del cuerpo del otro, se separaron. Ella para reanudar la gerencia en su reino aún medio dormido, como fray Luis su cátedra, tras un siglo en la cárcel del sueño. Él para que no le echasen en falta allá en el suyo, ni sus papis, los reyes, lo pensasen malherido, muerto o, casi peor, cautivo del Gran Turco al otro lado del mar. Inventó entonces, por no dar muchas explicaciones, la historia del carbonero que lo había acogido en su choza y aderezó el relato de su extravío con pan negro y queso, lo poco que el humilde paisano habría compartido a la hora de la cena, porque en realidad, hasta aquel reino pretérito aún no habían llegado el pan blanco y otras moderneces culinarias. 

octubre 07, 2023

Palingenesia

 Aunque no conocemos la Hintegridad de la Palabra, nuestra teoría es muy simple: el Huniverso contiene muy pocos Hespíritus fabuladores. Hauténticos fabuladores, queremos decir. No cuentan las Habuelas, ni los Hexecutive coaches, ni por supuesto los Habogados. Mediante palingenesia, dichos Hespíritus invaden los cuerpos de gente a priori Hanodina, convirtiéndolos durante el brevísimo lapso de sus vidas en literatos abrumadores. Así podríamos Hesnifar líneas metempsicóticas a lo largo de las generaciones e ir saltando de narrador en narrador desde Tartessos hasta Futuroscope sin tocar suelo. A nuestra derecha Lee Krasner, pictomercenaria pizpireta, toma notas rápidas junto a la desembocadura del Harlem, boceta mandalas Hirregulares en tonos verdes y morados y sufre un leve vahído cada vez que recuerda a su Hamado Pollock. Remontarse más allá de la raíz perraultiana, explicamos, supondría un Hesfuerzo indoeuropeo, aunque se cree que recogió el hálito de Malherbe, o puede que de Catalina de Zúñiga, a saber. Lo que sí parece quedar demostrado —y la palingenesia, digan lo que digan, fue también objeto de la ciencia Hempírica— es su transmigración inmediata al cuerpo de la véneta Bergalli, Hillustre rimatrice d’ogni grado, d’ogni forma, d’ogni età que pasó la primera mitad del siglo XVIII escribiendo sus versos y poniendo en valor los de otras rimatrici célebres, y desde tal fenómeno lírico del barroco veneciano fue el Hánima eterna a parar nada menos que a don Leandro Fernández de Moratín, que en aquel año de nuestro señor de 1760 daba sus primeros lloros en la Villa y Corte, Hastro Hindiscutible de la dramaturgia protorromántica patria y contrario a los matrimonios desiguales, el cual al morir, ya viejo, dejó vagar de nuevo su Hesencia fabulante en el Huniverso —los caminos de la palingenesia son Hinescrutables—. ¿Cómo es esto posible?, interrumpió incrédula Lee Krasner. Pues aún hay más, reímos, porque viajó también hasta Yàsnaia Poliana, lugar donde fue a toparse con el recién nacido Lev Nikoláyevich Tolstói, varón, aparentemente sano, tres trescientos, algo cabezón, ligeramente ictérico, que tiró de nodrizas de pechos Hopulentos y saludable Haspecto, complacientes por temerosas quizá de ser despedidas, creció, escribió y fue sepultado, y su Halma migró con insistencia al tercer día, caracoleando una vez más en el éter, hasta la minúscula parroquia de Serantes, cerca de un bosquecillo de robles y nogales en el fin del mundo, yendo a posarse allí en un nuevo Hinfante, primogénito bautizado como Gonzalo por su padre, rudo marino de paternidad vacante, y criado por su Hamantísima madre Ángela, mucho menos ausente, un niño que fue miope hasta las trancas y sin embargo pronto despierto para la lectura, las Hensoñaciones, las guerras entre lampreas y Hestorninos y los pasos de frontera portugueses. Lee Krasner levantó en ese momento la cabeza y se nos quedó mirando. ¿Entonces el Hespíritu de Perrault habitará hoy en algún otro cuerpo?, dijo, ¿se podría saber? Aún no, aseguramos, pero podría estar en Irene Franco o en Anastasia Untila, ni idea. ¿Y Hespíritus  pictóricos?, preguntó de repente Hilusionada, ¿haylos? La Hintegridad de la Palabra es un misterio y lo que conocemos de ella Hopera resurrecciones restringidas, repetimos. La viuda suspiró tristemente y volvió a sus bocetos como quien entretiene sus nostalgias con un producto inmoral —y por tanto fálico— de la Hindustria Hextranjera. 

octubre 01, 2023

Postwar abstracción

 Siempre hablamos mucho de papá Perrault, pero al otro lado de la ciudad está Madame d’Aulnoy, reflexionando en la cama sobre su turbulenta vida y cómo debería ser capaz de aislarse de la especie dentro de la especie misma. Con idénticos mimbres, levantar una catedral desde la mugre y la fealdad y la miseria. Se ha dormido bajo estos pensamientos, aliviada por la noche y el cansancio parisinos. Tras tres horas de sueño, escucha aún dormida un siseo que la obliga a despertar. El siseo se concreta en la voz quizá de un dios niño, o tal vez de una serpiente verde, nunca lo tendrá claro, que la impele con dulzura a abandonar el lecho. Como a madame le ha dado por remoloner un poco, la voz se ha vuelto tumulto en un momento. Asustada, se pone una bata, trata sin éxito de encender una vela y al final corre a abrir a oscuras la puerta vidriera del balcón que da a la calle de donde proceden los gritos. Lo primero que siente es el frío de la madrugada. Lo segundo, una luz diurna en absoluto posible. Abajo, en la rue Saint-Benoît, en formación paramilitar, Madame d’Aulnoy descubre todas las maravillas con que el arte secunda la naturaleza. Allí están Clyfford Still, espatulando el lienzo en flagrante prescindencia de bellezas, y Mark Rothko, estampándole en la cara los susurros de lo inmenso. Desde fuera se podría calificar como una suerte de batallón contrartístico, pero sería una imagen pobre para tamaño desconcierto. Lee Krasner va trotando entre las filas, pizpireta como un hada de los colores borracha; Robert Motherwell, delicadamente rojo pero abrumadoramente negro, emborrona de carbón la fachada de Marguerite Duras; y Ellsworth Kelly trata de ordenar tanto lo disperso y como lo soleado, de no perder la formación cartesiana, de no caminar sin rumbo. Una gran columna de minions dedicados a la abstracción, con Meyer Schapiro, oh capitán, mi capitán de hordas degeneradas, con John Chamberlain, lieutenant volumétrico, a la caza de la chatarra que tapia patios y desguaces. Y Robert, sobre todo el tito Robert, que si un Kennedy aquí, que si una cabra allá, bailando con Sigmar Polke un tenue valsecito sobre sus colchas sucias, pisoteadas, una parte de erección matutina y tres de deshilado nocturno. Las narices aplastadas o las bocas en las orejas, los ojos bizcos, ni pies ni manos y otras normales deformaciones. Apartado y excéntrico, Basquiat pinta una cabeza de burro en la pared de la Escuela de los Benedictinos. No sabrá nunca Madame d’Aulnoy el tiempo que duró la revelación. Congelada, entra al desvanecerse aquella de nuevo en el gabinete y se abalanza al escritorio para depositar en un texto cada una de las figuritas inclasificables de su epifanía, con cabezas y manos móviles, en su mayoría de porcelana pero no necesariamente, pequeñas y pequeñísimas, feas y parlanchinas, metáforas estúpidas de una humanidad épsilon, lambda, pi que vomita su cochambre después de la guerra. 

septiembre 26, 2023

Una de dinosaurios

Marcela llevaba ya mucho a su espalda. Se levantaba temprano para ir a vender sus cosas al mercadillo y sacarse algo de dinero antes de ir a Jumbo a trabajar hasta las 22. Llegar a casa y estar con su familia, que cada una de ellas tenía los mismos problemas que ella, incluso tenían peores situaciones económicas. 

La vida allí se hacía cuesta arriba, ver como la pobreza hacía que la gente tuviera que asaltar a otras personas sabiendo que un fallo en un asalto te llevaría a la tumba directamente. Ver como sus familiares ahorraban dinero para ir a España sin papeles y verles de nuevo a los años por que les deportaron. Y quienes están allí aun sufriendo el racismo de la gente y trabajando sin papeles con miedo a que la policía les pare y vean que no tienen permiso de residencia. Todo eso lo sumas a como empresas europeas destrozaban el ecosistema de su país sacando de allí a los mapuches, ver como el desierto de Atacama ahora era al basurero de las grandes empresas... Eran el basurero de Europa y el laboratorio de pruebas de Estados Unidos para llevar acabo allí sus golpes de estado y leyes liberales, y racistas, para ver como funcionarían en sus países.

Con todo esto el día a día se hacía muy difícil, había quien caía en el alcohol, o las drogas que eran incluso más baratas, o quienes directamente acababan con su propia vida. No era fácil aguantar tanta mierda. Y como Marcela no es ninguna heroína de las típicas películas, también tenía todos esos pensamientos. 

Aunque a ella se le vino algo mejor a la mente, ¿y si la colonización no hubiera existido? Pues el mundo sería un lugar mejor para todes. ¿Y cómo podía parar eso? Ya que matar a Colón no habría valido, ya que cualquier otro colono lo habría hecho igual. Había dos opciones; o bien matar a toda Europa, o la vuelta de los dinosaurios. Y la verdad que ella veía mejor eso, acabar con toda Europa era complicado, pero salvar a algunos dinosaurios y que se reproduzcan sería lo más eficaz. Puede que con ello ni siquiera ella existiría, pero no podía seguir sufriendo, ni quería ver como sufrían las demás personas racializadas. Era hora de salvar dinosaurios.

Con unos rituales que sacó de libros que tenía su madre y gracias a ayudas de las ancianas de su pobla encontró la manera. Haciendo un par de cositas hizo lo que debía hacer, volvió al pasado. Ahora mismo se encontraba en otro lugar totalmente distinto, sin ciudades, sin carreteras, sin blancos ni policías.

No tardó en asustarse al escuchar el rugido de uno de los dinosaurios. Estando allí y ver la situación se dio cuenta que era imposible hacer esto, ¿cómo iba a comunicarse con ellos? Al menos no estaba sufriendo, prefería morir intentando salvar a la humanidad de la colonización que seguir trabajando para empresarios de mierda. Hizo crujir sus nudillos y avanzó en busca de alguna manera de salvar a la humanidad de la blaquitud. 

septiembre 23, 2023

Próximos a despertar

 Como todo bildungsroman, el Petit Poucet se agotaba en su propia idea constructiva. Cuánto más fructuoso y significativo resultaba, en el fondo, todo el corpus de obra derivada y qué divertido fantasear, envolver y reinventar arquetipos que fueron y serían infinitos en extensión y eternos en el tiempo. Los carteristas Grimm dejaron claro que se podía soñar lo ya soñado y Ravel esbozó como nadie lo tenebroso del bosque sonoro y la maldición de los pájaros que pían hambrientos. A veces una de estas reinterpretaciones deja en mantillas la matriz, la catacumba histórica, la idea primigenia. Si tras arduas lecturas tuvieras, por imperativo legal o por pura vanidad, que elegir entre Homero o Joyce, entre Goethe o Novalis, ¿estarías próximo a despertar?, ¿te descubrirías pidiendo que el camino fuese largo?, ¿confundirías, habiendo abandonado ya tus migas de nostalgia, la única luz de la casa del ogro con el hogar de tus padres? Y en un hipotético escenario en el que la confianza dialéctica diera sentido a la novela didáctica, ¿cuánto tardarías en cruzar los tablones entre Escila y Caribdis una calurosa tarde porteña?, ¿no recorrerías tal vez con método los desvaríos de su lógica y prestarías, como Linneo, más atención a las aves zancudas? Se hace casi obligatorio dejar constancia en cada nueva revisión que Pulgarcito ya venía aprendido de casa, y que la misma astucia que salvo a siete niños de la muerte fue la degollina de otras siete niñas, y que el actor mexicano Cesáreo Quezadas acabó en la cárcel por abusar sexualmente de su propia hija. 


septiembre 16, 2023

Psique

Algunas noches, al abandonar con el ocaso el ama de llaves la alcoba, papá Perrault convoca el espíritu remoto y barbado de Apuleyo. Prepara con esmero el papel vacío, el tintero portátil, la pluma hábilmente cortada. Al principio nunca sucede gran cosa, que no hay idea que fluya de un seso empapado todavía en sudor, fluidos y saliva, ni de un ingenio escurrido entre carnes de Venus gobernanta. Pero pronto empieza a escuchar una voz dispuesta a dictar palabras con aires de vieja, una voz neutra, femenina y masculina, que no desvela novelas, ni peroratas, ni relatillos de infantes, sino ningún otro artificio que versos: …en una noche escura…a tu divina frente, oh poderoso…decid a todos que ha sido…un arroyuelo apenas percibido…por el que la princesa viene… Papá Perrault se siente morir un instante y entonces entra en trance. Sobre el ara plana de color hueso vierte sangre negra y dibuja con ella, in media res, signos ignotos. Pretende consignar lo que dice la voz, dejar constancia del milagro. A veces la mano se aquieta para aspirar bocanadas de pigmento, dejando en el pliego un reguero de cadáveres de hormigas. Otras, el frenesí del autómata aumenta, dibujando órbitas de Kepler y petroglifos informes. Con los ojos extraviados en alas de angelote, con los oídos obturados por tragedias líricas, nuestro viejo médium viaja a edades confusas para traernos, como traen del futuro la lejía, flechas de ponzoña venerea. Ya conocen vuesas mercedes que un pinchacito nimio de la postrera rueca del reino todo lo puede. En el clímax del ensueño, Perrault hace tiritar más febrilmente si cabe su mano diestra y deja por escrito un testamento de polenta oscura, dos óbolos verbales de condenado a la rueda y un sinfín de manchurrones ininteligibles para las generaciones de filólogos venideras. Vuelto en sí tras el hechizo, trata inútil de comprender lo revelado. A su pesar, la razón pronto desiste pues, como en tantas otras ocasiones, solo alcanza distinguir palabras sueltas: radiante, infierno, respirar, lenitivo… Apuleyo se ríe una vez más en su puta cara, como lo haría un bufón borracho. Toda búsqueda es insensata, se carcajea. Cada alquimia especula en torno al fracaso. Por eso, en el día de hoy, aún rumiando la derrota, le sobreviene la emoción esclarecida del triunfo. ¡Eureka! Entre lo infuso y el balbuceo de sus garabatos, Papá Perrault ha encontrado unos versos perfectamente legibles, que serán emborronados de inmediato por alguna que otra lágrima: El dios vive en nosotros, donde nada requiere de poder no concedido a quien ama: ejercicio de la mente, laureles del amor. Y la certeza.

septiembre 09, 2023

Perdices, comieron perdices

 En las fantasías de papá Perrault, el proveedor de perdices oficial era el gato con botas. ¿Las han probado escabechadas vuesas mercedes? Ingredientes: un gato, una bolsa, unas botas para andar entre matorrales y un rostro de hormigón, preferentemente armado. Las perdices están en los campos de grano, el gato abre de par en par su bolsa, es difícil que las perdices entren en la bolsa, casi siempre salen volando en cuanto sospechan algo. Con los días se va adquiriendo habilidad y la caza mejora (son muchos años de prácticas con ratones, salamanquesas y jilgueros, mis preferidos), y un día se aprende a tirar de los cordones a tiempo y cerrar la bolsa con la presa dentro (la idea inicial del hijo del molinero era comerse al gato y hacerse unos guantes con su piel), lo malo es que ahí te das cuenta que las vidas de un gato nunca son siete, que alguna ya has perdido de camino, y tienes que ir al palacio del rey otra vez para ofrecerle las piezas cobradas, con lo mal que te trataron en la última audiencia soltándote a los perros, y una vez allí intentar colarle al monarca el bulo del marqués de Carabás sin mover una pestaña. Cómo cambia la cosa. El pacto ficcional aquí es del tamaño de la Conserjería, porque gracias a los arrestos cinegéticos del minino comieron perdices La Bella durmiente, Cenicienta, Piel de Asno, Pulgarcito, Riquete y hasta Grisélidis, que ya le vale a Grisélidis. Todos menos Caperucita. Caperucita no. Caperucita no comió perdices. 

septiembre 06, 2023

Encuentros en el Tercer Reich

 Como la literatura une a las personas de maneras insospechadas y por motivos improbables.



En mis horas de descanso entre turno y turno de cocina en el restaurante Del Blau me gusta aprovechar para leer. Camino un par de minutos en línea recta con el mar en el horizonte en mi lado derecho. Leo: Manhattan. Un bar clásico, regentado por un matrimonio de mujeres de mediana edad. Ellas me sirven amablemente un café americano con un poco de leche y hielo para que el verano sea menos caluroso y el trabajo salga adelante a pesar del cansancio. Tomo un taburete del exterior y me lio un cigarrito. Lo enciendo, abro mi libro. A mitad de un capítulo un hombre me interrumpe señalando mi lectura. ¿Tú sabes lo que estás leyendo? Me dice. Sonríe y me enseña un anillo con una swastika. Me empieza a contar que antes era muy nazi y ahora ya se ha hecho mayor y no lo es tanto. Me habla de su estancia en la seguridad social, donde unos “putos moros” entraron antes que él porque “son los amos de España” y lo injusto que es eso. Me relata su pasado como empresario y todo el dineral que pagó a sus trabajadores cuando cerró. Continua hablando del Mein Kampf y lo aburrido que se le hacía, sobretodo por lo reiterativo que es. Aquí aprovecho para contarle que intenté leerlo una vez, y que era muy pesado, demasiado para terminarlo. Lo que en realidad quería decirle es que no soy nazi. Le digo que El Tercer Reich de Roberto Bolaño es una novela sobre un juego de guerra y no sobre el imperio alemán. Nota en mi voz que no soy de los suyos aunque no se lo diga explícitamente y eso lo sé porque empieza a intentar defender con argumentos que su pensamiento nazi ni es tan nazi ni está tan mal serlo. Sabe, porque no puede no saberlo, que si no eres uno de ellos, lo más probable es que los odies o por lo menos que te generen rechazo. Intenta demostrarme que no es un mal hombre con esa historia de pagar a sus trabajadores, como que fue un acto digno. Les dio 9000€ a cada uno. Lo que no me cuenta es que probablemente estuviera obligado por ley a ello. Seguro que en esos 9000€ había más de un mes de sueldo, finiquitos, compensaciones por la pérdida apresurada de su empleo. Como siempre, el iceberg del nazismo solo deja ver su punta y dice que es blanca, pura, justa. Miré al nazi a los ojos, le transmití todo ese inmenso odio que jamás se ha podido terminar de purgar con el tiempo, toda la rabia de la humanidad contra sí misma. Me pregunto si a Bolaño le hubiera gustado ésta anécdota. Un libro suyo provocando que un nazi salude a uno de sus lectores. Curiosamente, segundos antes de la interrupción del sujeto fascistoide, leía una página donde Clarita le pregunta a Udo si es nazi. El cual responde que no, que es antinazi. La literatura es fuego y permanece en comunión con la vida.

Un par de días atrás, en el mismo bar, en el mismo taburete, leyendo el mismo libro, un hombre se para para decirme que le alegra ver a alguien leyendo a Bolaño. Afirma que no conoce el libro que tengo entre mis manos pero sí la famosa y maravillosa Los Detectives Salvajes, Estrella Distante y Literatura Nazi En América. La causalidad resulta llevarme a comprar cloro para desinfectar la humilde piscina montable en la tienda del lado del Manhattan. Resulta que el dependiente es el lector de Bolaño del otro día. Le cuento mi encuentro con el señor fascista en los días anteriores y se ríe y afirma sin duda alguna que a Bolaño le habría encantado la anécdota. Le pasaron muchas así por sus novelas que siempre se mofaban del fascismo de forma sutil y elegante, jamás apoyando ningún movimiento ni ideología y criticando sin parangón.

septiembre 02, 2023

Pommes

  A papá Perrault no le gustan las manzanas. Esas que saben a arena son asquerosas. Son como masticar cieno. Y las ácidas, las granny smith, esas le dan dolor de muelas solo con verlas amontonadas en el mercado des Enfants Rouges. Pero las que más odia, las que no puede soportar ni aún muerto de hambre, son las manzanas japonesas. Las fuji son unas manzanas que se las dan de rueca: un pinchacito de acidez y a continuación su empalagoso dulzor como de largo sueño. Un verdadero asco. Papá Perrault prefiere la hombría suculenta del plátano, la humedad melosa de los pequeños higos, la gravidez sabrosa de unas buenas peras. Un día de verano se encontró casualmente con Ravel en Futuroscope, que está justo a medio camino entre Donibane Lohizune, lugar de vacaciones del músico, y la capital francesa, lugar de residencia del cuentista. Se saludaron efusivamente y, como ambos habían venido solos sin nadie que les incordiase, resolvieron visitar juntos el parque, empezando por subirse a la Gyrotour. Ravel, como siempre, iba comiendo manzanas. Manzanas fuji. La Gyrotour empezó a subir y a girar y aburrir al más pintado. La charla empezó con halagos del viejo al Petit Poucet, pero pronto se agrió al señalar a Ravel el feo que había sido incluir en la suite aquel bodrio orientalizante de la sierpe de d’Aulnoy, o esa otra castaña del vals de la bestia y la muchacha, repetitiva en exceso, y qué decir de la pavana inicial, que parecía más una berceuse. Ravel, por su parte, defendía con pasión juvenil su música: claro que era una berceuse, maestro, la princesa está dormida, no muerta, y en esa defensa escupía sin querer micropedazos de pulpa de fuji sobre el rostro y la pechera del anciano. Papá Perrault aún no había escrito ni una palabra de La Bella durmiente, así que no tenía ni zorra idea de qué putain le estaba hablando aquel pianista de 1900. Intentó sobrellevarlo con entereza, pues la paciencia es una virtud muy parisina, pero al final perdió los nervios, arrancó lo que quedaba de fuji de la mano de Ravel y la tiró, al grito de merde alors!, por sobre las cabezas de los atónitos visitantes. La mala fortuna hizo que el hueso casi mondo de la manzana cayese en el mecanismo de la Gyrotour por una rejilla rota, bloqueando la plataforma circular a cuarenta y tres metros de altura. Todas las ruecas son un poco manzanas, ya lo dijimos. Perrault y Ravel fueron rescatados por los bomberos de Poitiers, junto a otros ochenta y seis aventureros, mediante un laborioso y lento dispositivo de rápel. No tardaron en ser denunciados por las autoridades de Futuroscope. Desde ese día y para siempre, los autores de Ma mère l’oye tuvieron prohibida la entrada al parque. 

agosto 26, 2023

Pizza

  A papá Perrault le pirra la pizza. También le gustan los libros de caballerías, bailar pavanas hasta que cierran el bar y visitar castillos medievales con muchas puertas. Le favorecen los colores rojo y verde por las mañanas, practica bondage suave con su ama de llaves por las tardes y se enfrenta a la hoja en blanco por las noches, con éxito irregular. Como tantos otros, ubica sus historietas más allá de los Alpes. Papá Perrault cuida también con total dedicación sus abdominales, es decir, los engorda. Polpa di pomodoro, mozzarella di Bufala, aglio, olio, peperoncino o peperoni, poco importa, glielo dico io! Tampoco hace ascos a la pasta fresca. Da igual carne o verdura, figurativo o abstracto, cuando hay un buen plato de macarrones y raviolis en caldo de capones, gnoccos fritos o tagliatelli al estilo de Las Marcas, ni la zorra mirando las uvas. Llámalo Bengodi, llámalo Jauja. Aun con esto, la verdadera perdición de monsieur son los dulces: mamia en kaiku, talos con chocolate, idiazabal con membrillo, tortas de San Blas, cigarrillos de Tolosa, pastel de cerezas, pantxineta, porque quien dijo Alpes, dijo Pirineos. Luego, de madrugada, sin haber escrito más de un párrafo, se levanta descompuesto a cagar al corral y dispara, como había visto en una peli de los noventa, a las gallinas. Audrey Tautou, a quien como cada mañana han despertado los tiros, le da los buenos días desde la ventana de enfrente, sonriendo crípticamente. En el fondo toda esta rutina fisiológica de su vecino le viene de perlas para llegar a tiempo al set, porque ya sabemos cómo se pone Jean-Pierre si los actores llegan tarde. Cosa facciamo?

agosto 19, 2023

Preterintencionalidad

 Tal vez el ogro solo quería almorzar. Almorzar niños abandonados. Niños perdidos. No quería acabar degollando a sus siete hijas. Pobre. Qué chasco. Sus pequeñas vampirinas de dientes separados. Un daño causado más allá de la intención inicial. Præter intentio, escribió al margen papá Perrault, yo solo quería asustarlos, señoría, y lo imaginó escondiendo las manos en los bolsillos del delantal. Pulgarcito, el héroe, el Odiseo ladino, azote de ogros gibosos y maestro de argucias, solo tuvo que cambiar los gorros de dormir de sus hermanos por las coronas de oro de las jóvenes ogresas. Otra vez el oropel. El capital que os hará libres. Las niñas nadando, tal cual, en su sangre. Ni rastro de preterintencionalidad, sino cálculo. Y como hoy va de ogros la cosa, hablemos de la suegra comeniños de la Bella Durmiente. En la segunda parte del cuento, escamoteada sin reparo al gran público, el viejo parisino ingenió una nueva aventura de infanticidios. Ya nos conocemos. Un macho negligente, una abuela malvada, unos chiquillos jugositos, salsa de cebolla y mostaza, una madre aún adormilada, dientecito de ajo, el mayordomo a lo Schindler, nariz de azúcar, un corderito sustituto, un cabrito expiatorio, los ingredientes habituales del estofado, en fin, un thriller alemán de sobremesa. Tal vez la mujer solo quería evitar que la tachasen de mala madre cuando contrató a aquella nourrice rubia.

agosto 12, 2023

Plexiglas

A veces hay fallos en la trama y te caes hacia dentro. A veces una historia pueden ser dos, tres, cuatro, los restos de un paraíso, una experiencia existencial, la preubicuidad orientalizante. Compartimentos plásticos. A veces la rueca es la manzana, el gato es la bruja, la Bella es Laideronnette. Todo depende de la dosis de metacrilato. Papá Perrault puso una vez cara de hermanos Grimm d’Aulnoy Villenueve Andersen Barajas Junior y el lecho de oro y plata en el que dormir un siglo fue, de repente, una urna de plexiglas custodiada por enanitos. Esas conexiones neuronales son impredecibles. Yo, Walter Elias Disney, buzo de lavabos. ¿Alguien sabe por qué elaborada perversidad el hada buena no sedó también a la reina y al rey, lo mismo que al resto, por cien años? Ya son ganas de dejar los cadáveres por ahí, en el gran salón, sobre sendos tronos, para que tu hija los encuentre mondos al volver del más allá. Mucamas sudorosas, damas de honor y compañía, gentilhombres peripuestos, militares condecorados, mayordomos culpables, cocineros vascos, guardias civiles y guardias suizos, pajes, pejes, pijos, pujos, pajas, sotas, sietes, valets, escuderos, gendarmes también peripuestos, perdices, mastines, faisanes, percherones, lavanderas, planchadoras, cerilleras, golondrinas, Pouffe, la pequeña Pouffe, la tristísima Pouffe, durmiendo la mona diez décadas como los demás siervos, sentenciados a muerte, qué largo fue el tiempo de los faraones, vasallos asesinados en sus puestos de trabajo. Todos murieron con la princesa, prevista resurrección masiva, eso sí, a medio/largo plazo. Pero no el rey ni la reina, no la reina ni el rey, que con la frente marchita y estoica velarán a su hija cuajados de lágrimas, vahídos e insomnios, hasta que la sed y el hambre se los lleve a las cocinas de cuando en cuando, y el deseo de luz solar puede que al jardín de zarzas crecientes, o a solazarse en el íntimo jacuzzi, ya sabéis, el sexo a los sesenta puede ser muy placentero, y un gimnasio completo adyacente, para tonificar, salón de té, pista de tenis, cama de tres por tres, cine en casa, sin que nadie les incordie, les perturbe o les tosa, por fin felizmente infelices en una vida high class, hasta que la artrosis o la demencia los agriete una tarde como mamparas de metacrilato, de esas que igual te encierran un fiambre blanquecino que te separan de tu compañero de oficina durante una pandemia. Aún quedaban setenta y cuatro largos años para el milagrito zombie, amigo Disney, eso no tuviste los huevos de contarlo. 

agosto 05, 2023

Percusión

 La noche del 26 de octubre de 1721 hubo concierto. La Conserjería era el lugar más musical de París, más incluso que el teatro del Palais-Royale. Se oían rítmicas las humedades goteando por los sillares. Aullidos de presos sometidos al suplicio des brodequins. Crujidos de pulgares. Toda una Ionisation de Varèse oficiada ante el altar de la confesión, la reina de las pruebas. Papá Perrault llevaba muerto casi veinte años cuando Cartouche tenía apenas veintisiete. Se encontraba pocos días antes enderezando clavos en un burdel de La Courtille, una tarde extrañamente calurosa para lo avanzado que andaba el otoño, cuando fue apresado por los sabuesos del Duque de Orleans y conducido al Châtelet. Tras un fallido intento de fuga, el sujeto fue trasladado a la gran cárcel en la fecha indicada y condenado a morir en la rueda. A partir de ahí el concierto duró dos días. Con el habitual empeño de los jueces por explorar las capacidades percutivas de sus verdugos, le dieron el preceptivo tormento. Fue, sin duda, una brillante ejecución introductoria. Pero el verdadero recital de Cartouche iba a ser en la Grève a la mañana siguiente, un movimiento monumental a lo Bartók, aplicado sobre las teclas de sus huesos, un remedo del Gaspard de la Nuit, suplicio para cualquier ejecutante. Los apócrifos cuentan que en los tablones de la rueda montaron a otro reo, un solista voluntario ligerito de ropa, quizá devoto del bandolero, dispuesto a sustituirle en el aria de la agonía al son de los golpes de los sayones. Otros aseguran que el contrapunto del retentum libró a Cartouche del doloroso finale, cuya partitura contemplaba la amputación armónica de varios de los miembros antes aplastados. En las crónicas de La Regencia, Dumas describe con su habitual swing que en l’Hôtel-de-Ville, antes de palmar, delató a trescientos de sus secuaces, mínima sección para una orquesta que, en total, superaba los dos mil intérpretes. A Jean-Paul Belmondo tanta seriedad no le pareció en absoluto convincente. 

julio 29, 2023

Precisamente en una telaraña

 En su defensa diremos sin recato que papá Perrault fumaba más canutos milesios de la cuenta. No era el único que usaba psicotrópicos para sus fabulaciones. Aún recuerdo el glorioso cuadro snuff que se marcó Raúl Sánchez (tenéis que leer Sh00ter) sobre un farmacéutico que tenía secuestrada a una tipa, su mujer, decía, y la empujaba hasta el borde de la muerte con adolonta porque el muy cabrón lo que quería era follarse un cadáver. La vida son hilos y todos llevan de un autor declarado a otro autor silenciado, de un Goethe a un Novalis, un clamor obvio de hilos de seda de araña, piolines de araña madre que tiene muchísimo sueño en un rincón del taller de Louise Bourgeois, aún joven, esculpiendo carcajadas de espanto al cabo de diez minutos, con esa languidez propia de quien está a punto de extinguirse. Un hilo que sigue y no se extingue como, a su pesar, se extinguió la condesa Báthory, en sangrienta posesión, eso sí, de ese poder divino que es la dominación sexual, su futilidad babeliana, q. e. p. d. El hilo, finalmente, nos conduce hasta Sadie Plant y las cosas que lee en su despacho de Birmingham. Opicultora postmoderna, psiconauta cualificada, ciberfémina de éxito, en su currículo podemos encontrar los ovillos que nos faltan para terminar nuestras obras. Parece como si hubiéramos dormido cien años, mientras al otro lado del canal papá Perrault se ríe a lágrima viva en plena revisión de lo recién escrito. Teje su culpa precisamente en una telaraña cuya hebra cero nace de la frente de la Bella Durmiente, tensa, sin comba, hasta la lámpara del techo del salón del Marqués de Carabás, y luego otra del pulgar del pie izquierdo de Pulgarcito al pestillo de la puerta del baño donde Barba Azul suele aún masturbarse como un depredador al acecho, contemplando su macramé macabro, la laxitud pre-mortem, la maraña de hebras que parte del ombligo femenino. Cada uno de nosotros busca el beso de amor invertido que nos mantenga despiertos eternamente. Dicen las malas lenguas que el autor de Cenicienta se acostaba los martes con Petronio y los jueves con Apuleyo, puesto hasta la peluca de paté de oca y de cuentos de viejas. Pero ese capítulo, por pudor, ha sido eliminado de esta historia. 

julio 22, 2023

Peter Pan

 Las golondrinas son los espíritus de los niños muertos, niños muertos antes de que Peter Pan llegue a tiempo de salvarlos. Puisque la terre est ronde, mon amour t’en fais pas, mon amour t’en fais pas. La cerveza que bebe papá Perrault en la posada está tostada y luce espesa. Sobre la mesa, papeles grávidos dan buena cuenta de las gotas que rebosan los tragos del viejo. Un tintero portátil ha manchado ligeramente la madera, nada que no pueda perdonarse con unas monedas. Los siete niños duermen. A veces las gotas de cerveza o de tinta se confunden con manchas de sangre. Allí está Allison, esa copia de Lucía la Maga, gritando por las habitaciones, sacando de su viaje a Renton y los demás, a todos los yonkis del mundo, y el bebé, ya tirante, en su cuna. Allí está la infanta difunta, lenta, más que lenta, anteayer modelo de Velázquez y hoy golondrina al viento, fantasma de palacio, bailando por los salones de El Pardo, con Pulgarcito y con el gato, su depresiva pavana. Allí Walter Stephen Mattews y Phoebe Phelps bajo sus pequeñas lápidas, señalando linderos en Kensington Park. Cuánto trabajo, Peter, feliz sepulturero, de dos en dos, de siete en siete, Omayra, Aylan, María Goretti, Helena Blazusiakowna, momias 317a y 317b, los hijos de Goebbels, escolares en Soweto, hambrunas de Somalia, multitudes ingentes de niños perdidos para siempre y en el centro Chicho Ibáñez Serrador, el señor de las moscas, abroncándoles fuerte porque no se ríen lo suficiente en los primeros planos, mientras golpean como piñatas a los adultos de Almanzora.

julio 15, 2023

Palabrería

La jauría de las perras negras nos hostiga. En mails, en carteles publicitarios, en informes macroeconómicos de pega, en discursos de próceres variopintos y salvapatrias. A veces las perras, bla, bla, bla, son blancas, cariñosas y letales, te desmenuzan en leche caliente como una galleta tostarica y caes hecho una gacha contra la superficie líquida, salpicando. También pueden ser perras terribles, cantos de sirena y alas de arcángel. Basta con leer ciertos poemas de Guillermo Carnero. Otros canes verbales son blanditos, como tigres de felpa, perras tristes y gordas, pianos bajo la lluvia. A resguardo en una posada, Papá Perrault pergeñó su Marqués de Carabás en otro ataque de indecencia y lo dotó de un proverbial tancredismo: la palabrería de un gato, caleidoscopio de la meritocracia, bastaría para sanarle. Un minino que no hizo en su vida más que apuntarse de joven a un par de másters en la privada, agenciarse unas panama jack nuevecitas cuando tuvo ocasión y échale guindas al pavo que yo le echaré a la pava. La palabrería es lo contrario de la literatura, miau, o debería serlo. Con qué facilidad nos perdemos en los cañaverales de palabras. Aquí tenéis, majestad, un conejo silvestre, dos perdices, un faisán. Pero el rey, cansado de tanta cháchara, soltó a sus propios perros. 

julio 11, 2023

Un ermitaño de jardín

Este es mi primera contribución al blog, que se ha hecho esperar como lluvia, soy Omduart, un placer dejar caer mi relatito por aquí.



El alma joven


Me llaman rico excéntrico. Esos pobres. Tan pobres que no pueden soñar. La imaginación está vacía si no tienes riqueza para hacerla real. Yo, en cambio, después de comprar todo lo que quiero he decidido adquirir algo más. Un ermitaño, un ermitaño de verdad viviendo en mi jardín. Hasta le he comprado unos trapos nuevos. Se los compré a un vagabundo por un dinero que le sirvió para comprarse seis piezas de ropa. Cada día me agrada más mi última adquisición. He poseído leones, tigres, delfines, los delfines me costaron más de lo que había imaginado, pero son hermosos y el tito siempre me convence. Poseí una casa del terror. Eso sí que fue una excentricidad. Gastaba centenares de euros en sangre falsa, gasolina para la motosierra y sueldos de psicópatas que disfrutan aterrorizando a mis amigos. Yo jamás entré, para mi era un tema de apuestas y voyerismo. Me encanta contemplar. Yo creo que he nacido para ello. Para gastar la fortuna familiar y contemplar todo aquello que adquiero. Que bonita la vida, y que grande que soy en lo mío. Cada día me agrada más mi última compra. Mi ermitaño estudió filosofía en la facultad. ¡Tiene el título y todo! Pero un día se volvió loco o algo, no me explico porqué querría nadie dejar su trabajo de catedrático siendo un pobre sin herencias decentes en espera. El filósofo es un ser raro, pero me entiendo con el mío. Me dice que el contemplamiento es una forma de meditación. Bueno el dice contemplación, pero es porque no tiene tanto estilo como yo, ni sabiduría y sobretodo no tiene dinero. A veces me paso la tarde hablando con él y contemplamos juntos el jardín. Les he dicho a los jardineros que hagan lo que él les pida. A mi ermitaño le gustan las plantas y la verdad es que está haciendo un gran trabajo con el jardín. Nos sentamos, él en su piedra grande de meditar y yo en mi butaca de lujo. Él toma bocanadas de aire fresco y yo gintonics. Él me habla del estoicismo, de sus maestros Buda y Diógenes y el valor de la vida y la materia. No sabe que está loco y solo le doy lo que se le da a los locos, el sí, el claro, el por supuesto. Siempre me da la razón cuando le digo que la vida contemplativa es la mejor vida, lo más lógico, lo más sano. Ayer me convenció por plantar algunas plantas carnívoras. Dice que ver una planta devorar vida es algo bello y que provoca reflexión instantánea. Me gusta ver cómo comen moscas las carnívoras, pero me decepcionó amargamente que solo coman una al día como mucho. Menos mal que tengo toda la casa por dentro y por fuera llena de cámaras grabando las veinticuatro horas del día, y así le digo a Rodrigo el vigilante que me guarde las escenas más interesantes. Rodrigo me pasó un vídeo de mi ermitaño sentado en pelotas viendo atentamente como cae una gota de rocío en una hoja hasta el suelo. Es fascinante mi andrajoso ermitaño. Una de las tardes de conversación, mi sucio filósofo me habló del tarot. Me dijo que desde la carta que lo representa se puede llegar a la última de los arcanos mayores, el Mundo. Algo así como que desde la sabiduría se puede comprender todo, no sé. Le pregunté en cuál me encontraba yo y me dijo que el mago tanteando el emperador. No entiendo su razonamiento, está claro que soy el Emperador, el rey. Está loco, yo le digo que tiene más de el Loco que de Ermitaño. Él se ríe, yo me río, él respira profundamente y yo apuro mi gintonic. Cada cual en su mundo tiene todo lo que quiere aunque él ignora todo de lo que yo gozo sin que pueda ni imaginarse todas las riquezas que poseo. No sé si me cansaré algún día de tenerlo por ahí en mi jardín, pero por ahora es fantástico, muy grato poder ver sus locuras de pobre cada día mientras me tomo una copa.


El ermitaño

Nunca pensé que acabaría viviendo en el jardín de una alma joven, pero si bien es cierto tiene sus convenientes. No me manca de nada material y cada día tengo la oportunidad de aprender sobre el rebaño paseante sin renunciar a mi maestra la soledad y la majestuosa naturaleza. Qué fácil es tenerlo todo como dios quiere, jamás sospeché que un hombre que un capricornio pudiera aprender sin explorar el mundo desde la pobreza material. Y quizá me equivoque, al menos, la invitación que me da a ocupar su jardín deja la veda abierta. Hoy, después de vivir una muerte en vida como solo un ser de mi sol en noviembre puede comprender en profundidad, Dios me ha hecho un hermoso regalo. Ocurrió mientras meditaba, mi mente ascendía libre abandonando mi cuerpo. El alma se expandía manteniendo el lazo mente/cuerpo y sentía el sufrimiento de la división, el amor de la unión, el gran dolor. Regresó todo a mi porción de Dios y caí de espaldas contra la tierra. Observé el cielo unos siempre relativos instantes y luego lo vi. Un escorpión saliendo de debajo de una piedra, acercándose a mí, quedándose quieto, delante de mis ojos, contra toda lógica biológica y en pleno fulgor espiritual, como una presencia física de la gran divinidad. El escorpión continuó su camino sin prisas sabiéndose en casa y arropado por El manto. El sol siempre está detrás de una nube. El sol, mi sol, permanece opacado. Toda la energía que irradia permite atravesar las nubes y demostrar su existencia e incluso iluminar, dar vida a su alrededor, aunque permanezca oculto. Sin embargo en ese esconderse erradica mi gran dolor, mi falta de. Entre tanto el alma joven sigue cruzando el jardín con su copa permanentemente pegada a su mano. Le llamaré el As de copas, nadie está tan cerca de ella. Es más, el As de copas es el que descubre por vez primera la generosidad y el gran beneficio de proveer. As de copas, gracias, espero que mi presencia acompañe tu crecimiento como la tuya acompaña la mía. Una mañana hermosa, una caca interesante. Acabo de dejar salir un excremento granuloso que se ha amontonado en forma de montaña. Se puede observar pepitas varias de mi dieta a base de frutos. Me impresiona el poco tiempo que tardan las moscas en localizar su botín. Todos damos, todos recibimos. El As de copas me ha sugerido que debería ser más atento con sus necesidades. Yo le dije, señor, estamos aquí para servirnos, mientras le llenaba la copa de ginebra; señor, venimos a descubrir misterios, a cruzar a Maya y ver lo que nos queda en conocimiento de su existencia y en el profundo desconocimiento de su forma. Respire, señor, aspire conmigo el aire que llenará su cuerpo de las experiencias del mundo, el camino del loco continúa a cada artilugio nuevo que descubre, cada acto mágico que aprende. Caminemos, señor.

julio 08, 2023

Pizarnik

 Cuando Barba Azul se topó con Erzébet Báthory, se enamoraron sin remedio. Alejandra tenía entonces once años, once meses y once días. Pensó en comerse todas las galletas que había en el bote mientras leía a papá Perrault, pero a última hora se vio gorda en el espejo. Por las venas de estos castillos, sentenció su abuela desde una fosa común al norte de los Cárpatos, corre la sangre como en un saludable deshielo, así que guárdate de los idus de marzo. Era habitual en Alejandra escuchar voces de muertos e interpretó con inocencia que no debía ir, oh, peregrina, a Roma. Una mañana de junio hizo de tripas corazón, lleno su vieja mochila con libros de Sartre y se embarcó en un transatlántico, pasaje de tercera, hacia París. Llevaba, eso sí, Cruz de Malta como para sobornar a todo el personal de la embajada argentina. En París escribió algunos poemas a la luz de velas verdes, folló con desconocidos en buhardillas, entre el humo y el jazz, leyó a la Duras sentada en una cafetería de la rue du Cherche-Midi, nada menos que la rue du Cherche-Midi, se ganó también algunos buenos amigos. Cuando regresó a Buenos Aires consumió más secobarbital de la cuenta durante años, hasta que un señor alto y con barba la quiso inútilmente con vida. En los deshielos de sangre todo es jaula para las almas dolientes, abuela. Donde hubo una muchacha hay un cadáver.

julio 06, 2023

Todo llega

 TODO LLEGA

Desokupa, y todas esas empresas de nazis queriendo desalojar okupas, fueron cerrando sus filas poco a poco. ¿Quien quiere pagar una pasta para desalojar cuando ahora la policía lo hace de manera más violenta y efectiva? El gobierno decidió crear una policía especial de desahucios, dejándoles todas las armas y leyes para hacerlo. Ya no importaba si okupabas una casa abandonada, de una supuesta vieja que no tenía donde ir, o una mansión. La BR (Brigada Rápida) te iba a echar en menos de una hora aunque tengan que romperte la cabeza a martillazos.
Muchas empresas de desokupacion se fueron a hacer otras cosas, como ser porteros de discotecas, ser seguratas en un metro o pasar droga, lo que hacían antes de el boom de estas empresas. Hubo una que se resistió a ello, pero no pudo competir con la efectividad de la policía, y también que lo pagaba el Estado y no al propia persona. Desokupa lo intentó pero no le salió, al final el calvo de Dani Esteven se quedó solo sin conseguir nada, haciendo que su sueño se esfumase y sus empleados se fueran al metro de seguridad. 
Las deudas se acumulaban y ya no podía pagarlas, ya que estaba empeñado en desalojar, hasta que le llegó el momento, ahora era un okupa. En cuanto estuvo dos meses sin pagar el alquiler la policía entro rompiendo la puerta y abriendo su cabeza con una porra extensible. Este se puso a llorar y se fue a la calle gritando "me habéis quitado mi trabajo" nadie le hizo caso, ni la policía que le dejó tirado en la cuneta y se fue. 
Poco tardó en vivir en la calle y esnifar pegamento. Teniendo que robar y comer de los contenedores. Se odiaba a si mismo, y a la policía, y como no a la gente racializada. Lo que no esperaba es ser apuñalado por una chica marroquí que le había reconocido. Ahora estaba muerto en la cuneta.
Lo peor de todo esto es que ahora echan de menos a estas empresas, la policía es efectiva y fuerte, estos eran solo unos pringaos que se ponían en tu puerta y te gritaban, y si sabías como hacerlo, se irían a los 7 días subiendo un video diciendo que ya lo habían desalojado cuando era mentira, o cuando la propia policía los desalojaba. 
Ahora se echa de menos a estos matones idiotas con aires de grandeza, ya no se puede okupar tranquila.

julio 01, 2023

Procrastinar

  Procrastinar es deporte nacional. Como lo de los huesos de aceituna, pasar farlopa o leer a Pérez-Reverte. Increíble todo lo solemne que tengo aún por escribir y aquí me tienes, escribiendo en círculos, a pasos cortos, venecianísimo, eso sí, como a mí me gusta, en fin, literatura. Algo hemos avanzado desde que papá Perrault entró en nuestras vidas, algo se ha descalcificado. En torno a Caperucita, el bosque y el lobo se ha perdido el tiempo que buscábamos, el tiempo de Proust, el tiempo de Momo, el tiempo de Hawking. A lo mejor para encontrarnos hay que prescindir del tiempo, revolcarnos en la física cuántica. A lo mejor hay que tirarse como Cooper en un agujero negro y ceder el control al amor, sobre todo al amor propio, entrar con fe en teseractos imposibles y conocer a tu yo anciano, a punto de palmar por una insuficiencia renal severa, ya sin tiempo para leer lo último de don Arturo, pasar farlopa en el barrio y olivica comía, huesecico al suelo. Ese era mi sueño, Hans, le comentó en un aparte la Chastain al Zimmer, una vida a la española, para que tú me entiendas sin preludios ni fugas, sin forma sonata, sin pavanas ni zortzikos ni menuets. Hans apuró con lentitud su cerveza, ya sin tiempo, y sentenció atemorizado: yo estuve allí, Jessica, una vez fui teclista de Mecano. 

junio 29, 2023

A los enemigos ni agua

 A LOS ENEMIGOS NI AGUA

Al poco tiempo de que los millonarios se metieran en un submarino en busca del Titanic y murieran en el intento, muchos otros pijos ricos quisieron demostrar que ellos si que iban a conseguir llegar a ver el Titanic. Muchos de ellos murieron por la presión, otros se perdieron en el océano y ya no se sabe nada de ellos, y otros pocos fueron asediados por las orcas, ya que parece que olieron dinero y les atacaban.
Todo esto causó un gran revuelto por la élite política y empresarios al ver como grandes empresas quebraban por el nuevo trend que se había creado entre ricos. Nunca se echó la culpa a los ricos por querer hacer semejante gilipollez, sino que se culpó al propio océano por asesinarles. Entre esto y la guerra que tenían contra las orcas decidieron atacar al mar. Esto fue un proceso largo por lo que mientras se seguía haciendo el trend, hubo algunas personas que atacaban a los submarinos haciéndoles volar por los aires antes siquiera de que pudieran salir en busca del Titanic.
La guerra contra los ricos estaba tomando forma y la policía y los políticos tenían que hacer algo. Primero la policía empezó a buscar a quienes atentaban contra los millonarios, así que fueron a por la gente migrante diciendo que tenían envidia de su dinero y empezaron las deportaciones y los asesinatos, algo que no acabó bien con el paso del tiempo. Los gobiernos primero asesinaron a todas las orcas para que dejasen de atacar, pero aun así seguían viendo al océano como enemigo ya que los ricos seguían muriendo en el mar.
La decisión última, con ayuda de las eléctricas, fue vaciar todos los océanos. Así nadie podría bajar en submarino y no morirían al bajar. Como era imposible vaciar todos los océanos y mares lo privatizaron y en todas las playas y zonas de costa se pusieron rejas y militares, solamente podían ir por el mar quienes hacían transporte de mercancías, barcos pesqueros y cruceros. El océano ahora era de los ricos.
Las eléctricas cogieron mucha agua, lo que hizo que bajará mucho el nivel del mar haciendo con ello nuevas ciudades en los lugares vacíos, para poder hacer de ese agua electricidad, como ya hacían antes con los pantanos. 
Habían ganado los ricos, otra vez. Ya ninguna persona que no fuese rica podía bañarse. Las grandes inmobiliarias se llenaron los bolsillos construyendo nuevos edificios y ciudades gracias a que bajó el nivel del mar, las eléctricas ahora tenían más poder, los gobiernos se forraron con las tasas que pusieron a quienes querían usar el mar. El mundo cada vez era un lugar peor...

junio 26, 2023

Pavana

Por las calles de París aún resuenan las provocaciones de Los Apaches. Imaginad por un momento a Schmitt percutiendo a pedradas las farolas de la Rue de Seine hasta fundirlas. Pensad en Viñes desmembrando con dedos vigorosos los pájaros muertos del Quai de Conti. Y Ravel, sobre todo Ravel, sentenciando en el centro del Pont Saint Michel a voz en grito, oh, sacrilège, que la pavana es eso que hay entre un menuet y un zortziko. A la bella durmiente más le hubiese valido no despertarse nunca del maleficio de Eris. Aquella rueca era en realidad otra manzana y todas las manzanas son la misma manzana. Ravel no solo lo sabía, sino que abusaba. En sus paseos matutinos por San Juan de Luz, tras abandonar la tempranera escritura, cuando ya el sol lucía en alto, visitaba la frutería de monsieur Cadeau y le compraba tres kilos de manzanas fuji. Luego seguía camino a buen paso hasta los acantilados de Santa Bárbara y se las comía de tres en tres sentado en la hierba, con piel y semillas, salpicando trocitos masticados de pulpa como notitas de mano izquierda, decenas de miles de frutas prohibidas, manzanas de toda una vida, quizá en busca del sueño. 

junio 22, 2023

Po

 El príncipe, novio a la fuga por el bosque entre montañas, aborrece el himeneo, el sagrado vínculo del matrimonio, la conveniencia del linaje. La pastora Grisélidis, no obstante, hilaba sumisa junto al arroyo. He perdido a mis bros, estoy empanado, pero también blessed contigo, queen. Y ella mira, bebé, yo te llevo, bebé, si me sigues, bebé, yo te llevo, bebé. Y él cásate conmigo, queen, eres mi crush, yo te daré sieteveinticuatro. Y ella yo me caso, bebé, te obedezco, bebé, por tus celos, bebé, yo me caso, bebé. Papá Perrault está a la última, okey, pero sigue siendo un sádico, tanto bello sexo, tanto modelo perfecto, y como uno más plantado entre la muchedumbre a las puertas de Saint-Pierre. El empujón al reo, decúbito prono. El giro de muñeca sutil, experimentado. Mecanismo infalible. El cuerpo que cae sin ayuda en el cajón adyacente, capítulo 97, alta ingeniería. Las cosas en bruto: conductas, rupturas, catástrofes, la justa venganza de Grisélidis, esa pretérita y extrañísima doppelgänger de Jane Eyre, aquella tiniebla de Molly Bloom, su ominosa moraleja, monsieur, merece una tesis doctoral: El uso público de la guillotina. De Pelletier a Weidmann. Agua dulce del Po, agua salada del Adriático. 

junio 18, 2023

EL NUEVO JUEGO GRATIS Y DE MODA

EL NUEVO JUEGO GRATIS Y DE MODA

Hace muchos años empezó un canal de Youtube llamado "Gamicidio" se dedicaba a reseñar juegos de mesa mientras los destruía de maneras creativas y divertidas. Se lo pasaban muy bien haciendo esos vídeos y pidiendo por Twitter a editoriales que les regalasen sus juegos para ver si podían aguantar sus hermosos vídeos. 
Ninguna le hizo caso y con el tiempo sus vídeos empezaron a hacerse monótonos y tenían que hacer algo nuevo. Lo primero que hicieron fue entrar a una tienda de juegos de mesa mientras rompían los juegos, a algunos les metían un petardo para ver su resistencia, a otros les cagaban encima mientras tocaban la flauta y uno de ellos se lo intentaron comer a bocados. Esto duró poco ya que la policía entró al local y les detuvo rápidamente antes de que pudieran seguir con sus destrozos. Aquello acabó en una multa de unos 2000 euros que fue pagada por los suscriptores, que a partir de ese día serían miles más de los que tenían. 
Después de ese vídeo no tenían ideas, pero una mente lúcida les dio una nueva idea: ir a la casa de uno de los mayores youtubers de juegos de mesa y romper todos los juegos. Esto les pareció divertido y se pusieron a idear como hacer el vídeo.
No les fue difícil encontrar la casa, los suscriptores les ayudaron con la ubicación. Esperaron a que saliera de casa y entraron, ya con su ropa puesta. Pusieron la cámara y eligieron los juegos más caros: Gloomhaven, Nemesis y un juego antiguo de Warhammer que ya no se vende. Los pusieron en la mesa y sacaron todas las miniaturas. Las pusieron en una sartén con unas verduras y metieron las cajas en una trituradora. Ya con la comida de juegos ya terminada la dejaron en un tupper en la nevera, con una docena de cámaras en la casa para ver su reacción.
La reacción fue vista por todos lados, algo vomitivo y con sangre por culpa de las miniaturas que no se hicieron del todo. Aquello acabó en una denuncia donde estuvieron a punto de entrar en prisión. Esto les dejó sin dinero y su única idea era "El almacén de Asmodee" sí, iban a reventarlo. Pero necesitaban ayuda, mucha. Hicieron una quedada con sus suscriptores y allí aparecieron más de 10.000 personas con todo tipo de armas, sabían a lo que iban. 
El asalto salió genial, acabó con el almacén ardiendo y un montón de vídeos de gente rompiendo juegos de mesa de la manera más absurda. La policía llegó con las lecheras y reventaron a todo el que estaba en medio y fueron en busca de los dos creadores de semejante desastre. Nunca les encontraron. Lo que si encontraron fue un montón de jóvenes rompiendo juegos de mesa y de rol exigiendo que fueran más baratos, o más resistentes. El nuevo juego de moda era romper juegos, ¡y encima era gratuito!

junio 17, 2023

Pillados

En el dialéctico ir y volver del romanticismo y el clasicismo, papá Perrault se pajea mirándole el culo al gato con botas. Sonará gratuito, pero The Duke ya dijo que no entendía las cosas si no tenían swing. One! Ese swing de los hombres que dominan los áticos del mundo. Two! Ese swing de las redes sociales que alfombran el fascismo. Three! Ese swing de los equidistantes de mármol. Four! Ese swing bañado en mierda. Así que mejor mirarle el culo al gato con botas mientras se pueda, amigos, ese culo elegante de minino engreído que cuando suma está restando y viceversa, un culo sucio, peludo y maloliente que vale más que toda la caterva, tu caterva, nuestra putísima caterva, un culo negro como el de Ella Fitzerald, negro como un blues de Jelly Roll Morton, culo sonrisa del primo de Cheshire, culo maravilla, culo intermitente y neblinoso como aquel accidentado rodaje en que un operario de cámara novato pilló al Antonioni comiéndole las tetas a la Vitti detrás del decorado. 

La mala hierba

 La introvertida

No ser capaz de ser yo misma.

Fingir un personaje con disfraz de madreselva

cuando soy más bien una amapola sin olor.

Una rareza silvestre en mitad del cruel asfalto.

Ponerme la incómoda máscara de marfil,

cuando me siento como el vulnerable elefante

al que le han cortado los colmillos.

Todo para complacerte

porque querías que fuera ola,

pero me enseñaste a ser sumisa

como el agua de balsa.

¿No te das cuenta, mamá?

Que yo soy un caracol, cómodo viviendo en su espiral.

Que soy el tímido rocío y no la corredera del río.

Mi tiempo es lento,

soy árbol de granada.

Mi nieve es mi refugio de la basta montaña.

No me obligues a ser alud

cuando yo soy escarcha.


Si yo pudiera 

Soy una pena henchida,

una esponja de pesares.

Mi garganta es un acuario,

que alberga el llanto melódico

de una sirena

ahogada en su sal.

Si yo pudiera ser algo más

que unos brazos que protegen.

Si yo pudiera ser algo más

que una carcasa vacía.

Pero ahora soy la sombra,

la tercera en alimentarse,

la última en ser escuchada.

Unos pechos que vierten el mar

en las bocas de los otros,

secándose por dentro

como caracola abandonada.

Mis ojos flotan sobre el agua,

pitidos sordos inundan mis oídos:

no escucho alivios ni alientos.

Si yo pudiera nadar contra la marea,

contra mi vientre.

Si yo pudiera no ser madre,

si yo pudiera ser persona.


Lavadero

«En la aldea, no hay vieja sin niño

ni niña sin vieja».

Las suegras engañan a sus nueras

para bautizar a sus bebés

en el antiguo lavadero.

El agua recorre la piel rosada

de los recién nacidos.

Los purifica del amor de sus madres

y los limpia de sus besos y caricias.

El musgo se frota en sus ojos cerrados

y ya nunca más las reconocerán.

Por cada niño, se pesca un renacuajo

que las viejas se tragan sin masticar.

«Descansa, pequeño,

ahora eres el hijo de una rana».

El contacto de sus pieles con la piedra,

fría y lisa, ayuda a catalizar

el hechizo.

Ceremonia de una sola vez en vida,

las suegras cantan al unísono

que quieren volver a ser madres:

«en la aldea, no hay vieja sin niño

ni niña sin vieja».

En la aldea, no hay mamás.

Se ahogan intentando rescatar del agua

a los espejismos de sus bebés falsos.

Ellas no lo saben,

pero los verdaderos

están con sus nuevas madres.

«En la aldea, no hay vieja sin niño

ni niña sin vieja».


Adolescencia

No me quise

y dejé que mi pelo fuera estropajo y ceniza,

y mi cabeza un enjambre.

Mis ojos se torcieron

y empecé a mirar siempre al suelo.

Mi piel se volvió

hoja reticulada de otoño,

esperando un beso en el parque.

Volcanes y costras

crecieron en mi cuerpo desnudo

de sabor a ola.

Plumas de cuervo

llenaron mis cejas de cinismo

y mis piernas de vergüenza.


Era una niña pequeña 

y un monstruo por fuera,

por dentro era un avispero.


Nosotras

Según tú, todas nos comportábamos igual.

Todas éramos traidoras serpientes sibilinas de lengua roja.

Todas estábamos preocupadas de que nuestro rostro

fuera de tacto de seda y nuestros labios de fuego.

Según tú, nuestras lágrimas mentirosas no eran de sal

por lo que requeríamos siempre un falso consuelo.

Lo que sentíamos te resultaba ajeno como una nebulosa.

Nos clasificabas clavándonos con agujas en las alas,

como a las mariposas las estudian los coleccionistas,

midiendo nuestra belleza con números y ponderaciones.

Y nos ponías nombres, nombres que no eran los nuestros.

Ahora lo entiendo: nos robabas nuestra identidad.

Inventaste un nuevo mundo para hablar de nosotras.

Un mundo en el que todas éramos menos que un insecto.

Y yo veía el universo de constelaciones al que pertenecíamos

donde todas éramos astros únicos y a la vez hermanas.

Donde todas estábamos hechas de infinitos matices.

Y no entendía por qué yo estaba atrapada en tu mundo

siendo para ti solo una burda copia de todas las demás.

Siendo para ti el reflejo de tus delirios y tus flaquezas.

Inventaste un nuevo mundo para hablar de nosotras.

Un mundo en el que todas éramos menos que el polvo.

Así era más fácil castigarnos, menospreciarnos, odiarnos.

Así era más fácil para ti creer que no éramos personas.


El aguacero

Me dijeron que te dejara llorar

y mi instinto te agarró fuerte,

mis delgados brazos de hoja caduca

se tornaron ramas de robusto olivo.

Mi voz de cerámica deteriorada

se convirtió en el canto del mirlo.

Mi triste mirada de pantano gris

se volvió de amable verde ciprés.


Y te coloqué en el arrullo que es mi cuerpo,

columpiándote sobre mi piel de lino:

como las olas de un mar templado mecen las algas,

como el viento de septiembre acuna a la hojarasca.

Dormiste entre mis pechos:

cálido abrazo del verano al pueblo del norte,

de las montañas al valle.

Allí te alimentaste.


Me dijeron que te dejara llorar

y mi instinto hizo cesar el aguacero.


El edificio

En este edificio de roja fachada consumido de pobreza,

donde el cemento se deshace por las lágrimas torrenciales,

viven encías cuyos dientes bailan, muertos en vida.

Se oculta en sus rellanos ocres una maldad provocada

por un nudo que aprieta la cuerda en los cuellos inquilinos.

Allí las almas no pueden permitirse tener moral.

Por eso los locos sacan las navajas bajo las escaleras,

por eso la noche grita furiosa y ebria palabras obscenas,

por eso el humo negro entierra como un alud sus ventanas.

El edificio es el último de los dioses de una calle maldita,

que emerge como un titán de la tierra de huerta inerte

y se alimenta de la desgracia de los que lo habitan.

Muchos cuerpos se han precipitado por sus garras curvas,

sábanas blancas apiladas en el asfalto tapan sus rostros.

Desde su cornisa el cielo rosa decora el mar inalcanzable,

y yo me pregunto cómo podemos estar bajo el mismo cielo:

los que viven al borde del sol de primavera entre flores y olas,

los que viven en hogares de luces cálidas y fiestas de azúcar;

y nosotras, las que vivimos en el cementerio de ladrillo,

las que vivimos en un lugar que nos reclama como sacrificio.


Mi miedo

Perdí tus rizos de verano

y trepar por los almendros.

Perdí tus cuentos de agosto

y tus bolsillos de jazmines.

Perdí tu sonrisa de piscina

y el tacto de tu mejilla.

Vi cómo te quedaste sola como un hueso

entre los carroñeros y caníbales.

Te dejé allí

porque estaba hueca,

mis padres llenaban el agujero

con brea.

Vi cómo te mordisqueaban y rompían,

cómo se reían de tus restos.

Me quedé quieta.

Mi miedo es resina amarilla en un pino vivo del patio,

mi miedo es el final de la escalera del último piso del colegio,

mi miedo es un martillo en mi mochila adolescente.

Creciste,

te hiciste fuerte como la lluvia del pueblo,

pero yo seguí endeble como sus ruinas mojadas.


Yo te había perdido,

pero tú no habías perdido nada.


Beth Lázaro 



junio 13, 2023

Dios en las cloacas del alma (vol. 7)

De pequeño jugaba a la ouija con Hermana, de pequeño estuve en una secta cristiana, hicimos, de niños cosas chungas después de dejar ouijas abiertas. ¿No sabéis que no soy un ángel caído? Ni de coña, soy un desertor. Y como tal peco sabiendo que Dios existe. Escupo en su cara, deshonro a mis padres, miento, me masturbo compulsivamente, no respeto mi vida como el mayor de los dones. Me castigo porque sé que le jode, le jode que me esté haciendo daño y eso hace que tenga erecciones duras y poluciones nocturnas. Lucifer, eres un prigao, ¿lo sabes? ¿Habéis visto su estatua en el retiro? El escultor mentía sobre su pose y significado. Luzbel, menudo pringao, eh. El ángel caído no está vencido, no aparta la vista y se cubre con el brazo porque Dios bla bla bla, lo que ocurre es lo siguiente: Lucifer podría en ese mismo instante haber matado a Dios, pero cierra los ojos para no hacer contacto con el mierdas (Dios) y le perdona la vida a su padre porque su apuesta, com0 la fue de Prometeo, es que el homo sapiens lo "matara", pobre imbécil. Por ello yo, que tengo fe en el Dios de los cristianos, deserto de sus órdenes grabadas en piedra: los mandamientos, digo. ¿Sabéis por qué en piedra y no en papiro o en madera? porque lo escrito en piedra obliga, no es flexible, es pétreo, una puta imposición. Por ello odio por defecto a mi prójimo (próximo o igual), en serio, es lo primero que pienso cuando conozco a alguien: "No sé el porqué, pero te odio".  Ya poco a poco perdono a algunos, y me dura poco. Fui aceleracionista en 2007, fui ácrata en el instituto, anarquista en el ejército, un desertor, fui el mejor ingreso en Oza: me dejaban al "cargo" de los compas porque me estaba haciendo pasar por cuerdo, y a ver si me dejaban salir, una vez en tuiter el CM de la iglesia de Satán, menudos juláis preguntó qué querríamos a cambio de nuestra alma y todos esos capullos sicofantes empezaron a decir lo obvio: sabiduría, conocimiento, larga vida. Menudos mierdas, a mí ni me contestó ni me faveó que le dije clarito: LA TUYA. Porque peco, y lo quiero así. Ofender a Dios evitando sus maldiciones: como el trabajo, lo evito fuerte en la medida de mis posibilidades. Dios en la cloaca de mi alma y sufriendo cada vez que cago. Cada vez que defeco medio kilo de mierda cafeínica tu Diosito lo sufre. Yo me cago en Dios literalmente, soy un desertor no un caído. Nunca mais, bardeo a Dios, bardeo para sus creyentes, bardeo para todos los sumisos. Vengo siendo politeísta-Ateo desde hace más de 20 años. 

Soy un montón de cosas con respecto a esa idea de Dios. Ojalá existiera para escupir sobre sus templos y que le duela, a él, no a los cobardes que le siguen. No. 


Dios donde debe estar: en las cloacas del alma. 

¿Alguien ha leído "El viajero y su sombra"? Yo no que me lo tengo prohibido, a F.N. 

 

(...) el erizo sólo conoce un truco, pero es muy bueno.





Periplo del [meta]héroe

 Monomito abajo solo hay sombríos intrarquetipos. Lo descubrí una mañana sin sol pero también sin nubes, una de esas mañanas anodinas como l...